Mare Nostrum, Mare Americanus, Mare Chinensis?
Tener portaaviones expresa decisi¨®n de influencia global: Pek¨ªn presenta su segundo nav¨ªo
Con la reglamentaria botella de champ¨¢n estrellada contra el casco, al mejor estilo capitalista, el r¨¦gimen comunista chino acaba de botar su segundo portaaviones. Se trata de uno de verdad, no de un buque casi sin pista que transporta como m¨¢ximo tres aviones de despegue vertical y algunos helic¨®pteros. El nuevo nav¨ªo chino ¡ªque se llamar¨¢ Shandongy no estar¨¢ operativo hasta 2020¡ª ser¨¢ capaz, seg¨²n los servicios de inteligencia occidentales, de transportar unos cincuenta aviones de combate. Para hacernos una idea son, m¨¢s o menos, un tercio de los que posee Espa?a, la mitad de los que tiene Holanda y el doble de los que dispone Portugal. Y eso, en un solo barco.
Tener portaaviones es mucho m¨¢s que una demostraci¨®n de poder; Es una declaraci¨®n de intenciones. Estados Unidos dispone de diez ¡ªy otro m¨¢s actualmente en construcci¨®n¡ª de los cuales la mitad suele estar patrullando constantemente las aguas de todo el mundo. Hay uno casi permanentemente en el Mediterr¨¢neo con una fuerza a¨¦rea a bordo igual o mayor que la de muchos pa¨ªses del flanco sur de Europa. Pol¨ªticamente puede fastidiar a algunos que el Mare Nostrum sea m¨¢s bien es Mare Americanus, pero tal vez no fastidie tanto si se considera que su presencia garantiza que se pueda tomar un avi¨®n de Madrid a Roma o Atenas sin que aparezcan en el cielo invitados inesperados. En cuesti¨®n de pocos minutos un portaaviones estadounidense puede colocar en el aire m¨¢s cazabombarderos de lo que permiten muchos presupuestos nacionales. Esta es una realidad que transforma el significado de las declaraciones de los pol¨ªticos de turno. Es lo que convierte la gaseosa en whisky. O una declaraci¨®n ret¨®rica sin fuerza alguna en un poderos¨ªsimo elemento de negociaci¨®n y presi¨®n.
Este es un aspecto que no se va a poder obviar a partir de ahora en la pol¨ªtica exterior de Pek¨ªn. Los chinos han comenzado a jugar este juego desde hace relativamente poco. Su primer portaviones, el Liaoning, comenz¨® su servicio hace apenas cinco a?os y era una nave rusa ¡ªel Riga¡ª de comienzos de los ochenta debidamente remozada. Confirmando el t¨®pico de la paciencia oriental, el Liaoning no ha sido utilizado para demostraciones de m¨²sculo sino para entrenar durante horas a miles de personas en el complicad¨ªsimo ballet que se vive en la cubierta de estos barcos organizando maniobras de despegue y aterrizaje. Ahora el Shandong presenta un importante salto cualitativo en esta carrera: es nuevo y fabricado ¨ªntegramente en el pa¨ªs asi¨¢tico. El primero de una lista de la que no se vislumbra el final.
?Seguir¨ªa todo igual en el juego internacional si China anunciara, por ejemplo, que va a colocar un portaaviones en el Mediterr¨¢neo, o en el Golfo P¨¦rsico o frente a las islas Hawai? La construcci¨®n de grandes fuerzas navales es el anuncio de una voluntad de influencia global. La historia ¡ªestamos viviendo el centenario de la I Guerra Mundial¡ª demuestra que en algunos casos su efecto ha sido desastroso. No tiene porqu¨¦ ser as¨ª. Pero, sin duda, China acaba de cambiar su estatus.
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