Rata
Han desaparecido los m¨¢rgenes que antes serv¨ªan de refugio a los temperamentos inadaptados
La primera vez que escuch¨¦ la palabra ¡°normalizaci¨®n¡± fue en una oficina en la que trabaj¨¦ de joven y a prop¨®sito de los diferentes tama?os de sobres que se utilizaban para la correspondencia. Vamos a entrar en un proceso de normalizaci¨®n, nos advirti¨® el jefe de departamento. Entendimos que se trataba de homologar formatos, aunque a m¨ª me pareci¨® que en el fondo de esa iniciativa razonable palpitaba una filosof¨ªa que nos acabar¨ªa haciendo da?o. Volv¨ª a mi mesa con un temor difuso instalado en las entra?as y desde esa mesa, que quiz¨¢ nunca abandon¨¦, he venido asistiendo desde entonces a un proceso de normalizaci¨®n que ha desbordado el espacio burocr¨¢tico para colonizarlo todo, incluidos los m¨¢rgenes de la realidad.
As¨ª, las pel¨ªculas que vemos en la actualidad son pel¨ªculas normales; las novelas que leemos son novelas normales; las exposiciones a las que asistimos son exposiciones normales; los discursos pol¨ªticos que escuchamos son discursos normales; los programas de televisi¨®n son programas normales; las obras de teatro son obras de teatro normales; los cuentos para ni?os son cuentos para ni?os normales; los muebles de todas las casas son muebles normales.
Han desaparecido, como se?al¨¢bamos m¨¢s arriba, los m¨¢rgenes que antes serv¨ªan de refugio a los temperamentos inadaptados. Por fortuna, me consta que hay gente empe?ada en la creaci¨®n de nuevos territorios fronterizos en los que descansar de la homologaci¨®n brutal a la que estamos sometidos. De ese empe?o ha nacido, entre otras, la editorial Rata, que acaba de publicar una novela anormal de Han Kang: La vegetariana. No la recomiendo porque resulta muy perturbadora para una sociedad instalada en el orden (si a esto, en fin, se le puede llamar orden).
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