Trump, como San Pedro en el patio de Caif¨¢s
El presidente de Estados Unidos niega a Rusia y marca involuntariamente el camino a la investigaci¨®n
A los presidentes de Estados Unidos normalmente les gusta presumir de la Biblia. No es solo que ¡ªpor ahora¡ª juren el cargo sobre ella, sino que son habituales las im¨¢genes de los mandatarios acudiendo a servicios religiosos portando un ejemplar en la mano o las referencias a los textos b¨ªblicos en sus intervenciones. Washington, Adams, Jefferson, Madison y Monroe ¡ªpor nombrar a los cinco primeros¡ª la citaban con frecuencia. M¨¢s recientemente Reagan, Bush y Obama ¡ªaunque este ¨²ltimo se equivocaba a veces¡ª tambi¨¦n lo hac¨ªan. Clinton iba a la iglesia con una en la mano. Trump tambi¨¦n cita las Escrituras, aunque se l¨ªa con la numeraci¨®n.
Pero pasa que no es lo mismo citar que leer. El pasado jueves, tras el esc¨¢ndalo organizado por la destituci¨®n del director del FBI, James Comey, el presidente de EE?UU concedi¨® una entrevista y fue preguntado directamente sobre si ten¨ªa negocios con Rusia. Antes de responder, deber¨ªa haberse acordado del pasaje de Pedro en el patio de Caif¨¢s. Pero parece que no lo hizo. Trump mir¨® al periodista de la NBC a la cara y enfatiz¨®: ¡°No tengo nada que ver con Rusia¡±. Probablemente no solt¨® como el pescador galileo refiri¨¦ndose a Cristo un despectivo ¡°Mujer, no lo conozco¡± porque delante no ten¨ªa a una criada del sumo sacerdote de Israel sino a Lester Holt, prestigioso periodista con un par de doctorados honoris causa otorgados por universidades de verdad y no por entidades fraudulentas como la Universidad Trump.
El ¨¦nfasis y la expresi¨®n de Trump en su negaci¨®n recuerdan inevitablemente a Bill Clinton cuando ante las c¨¢maras asegur¨®: ¡°Nunca tuve sexo con esa mujer¡±. ¡°Esa mujer¡± era su becaria, Monica Lewinsky. Y Clinton fue tan s¨®lido, rotundo y contundente como Trump en su aseveraci¨®n. Luego vino el t¨ªo Paco con la rebaja. Y result¨® que la veracidad de la afirmaci¨®n depend¨ªa del concepto de relaciones sexuales. Clinton, al contrario que el resto del planeta, sosten¨ªa que lo que hab¨ªa hecho con Lewinsky no era sexo. ?l era as¨ª. Tampoco fum¨® de joven marihuana porque no se trag¨® el humo. El primer software corrector de este peri¨®dico, entre otras cosas, cambiaba autom¨¢ticamente ¡°Bill Clinton¡± por ¡°Bill Calent¨®n¡±. Fue desechado por estos fallos, aunque algunos sospechamos que fue desconectado al descubrirse que se hab¨ªa vuelto verdaderamente inteligente.
A Clinton aquella negaci¨®n casi le cuesta la presidencia. Y no por el sexo s¨ª, sexo no, sino por la mentira en la cara a una naci¨®n entera. Al final alguien comprendi¨® que destituir al presidente de EE?UU por aquello era ir demasiado lejos. Pero lo de Trump es muy diferente. En Washington comienzan a saltar todas las alarmas porque cada vez que alguien da un paso escudri?ando la carrera de Trump aparece un ruso. Y una cosa es jugar con la entrepierna y otra con la seguridad nacional. Los indicios apuntan a que Trump s¨ª tiene algo ¡ªque tal vez puede ser perfectamente legal¡ª que ver con Rusia. El presidente deber¨ªa saber que con su rotunda negativa ha se?alado el camino de investigaci¨®n. Solo falt¨® que tras sus palabras cantara el gallo.
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