No es buena idea volver a renunciar a Julio Verne
El futuro siempre nos alcanza, la cuesti¨®n es que elijamos qu¨¦ futuro
Por esas cosas inexplicables que hacemos los espa?oles, una pel¨ªcula de comienzos de los a?os setenta titulada Soylent Green aqu¨ª se rebautiz¨® Cuando el destino nos alcance. Resumiendo, sin destripar, el argumento, se trata de un thrillerpoliciaco en un futuro no muy lejano donde la gente no sabe lo que est¨¢ comiendo. En su momento se catalog¨® como ciencia ficci¨®n pero releyendo la trama tal vez no sea tan inventada.
Lo interesante es el concepto de que a uno le alcanza el futuro. Nuestra relaci¨®n personal con el destino se asemeja al famoso efecto Doppler que experimentamos, por ejemplo, con el sonido de una ambulancia cuando se est¨¢ aproximando y luego se aleja. En la vida llega un momento en que nos percatamos de que comenzamos a tener un brillante futuro a nuestras espaldas. Y no es gracias a grandes logros o eventos remarcables, sino a peque?as se?ales, por ejemplo, la edad de los dem¨¢s. Uno empieza pensando ¡°mira qu¨¦ polic¨ªa tan joven¡±. Luego resulta que los jugadores de f¨²tbol, o las cantantes de moda, son tambi¨¦n ¡°m¨¢s j¨®venes¡±. Un d¨ªa sucede con los reyes, presidentes y primeras ministras y ¡ªteniendo suerte¡ª alg¨²n d¨ªa uno pensar¨¢ ¡°qu¨¦ salao el chico ese al que han elegido Papa¡±. Es ley de vida. El futuro nos alcanza a todos.
Pero mientras a nivel individual este es un proceso inexorable y hasta saludable, cuando sucede colectivamente es algo m¨¢s inquietante. Hoy parece que nos est¨¢ alcanzando un destino nada prometedor. Lo que habr¨ªa que dilucidar ¡ªy mejor pronto¡ª es hasta qu¨¦ punto somos responsables de ello y si podemos cambiar el curso de los hechos.
Tomemos como ejemplo a dos escritores cuya ficci¨®n se proyect¨® asombrosamente en la realidad. Uno es el franc¨¦s Julio Verne. Su obra rebosa de inventos inexistentes en el momento en que los imagin¨®, los grandes submarinos, los viajes a la Luna o incluso el fax. Otro es el austriaco Hugo Bettauer, quien satiriz¨® sobre una Austria antisemita. Su La ciudad sin jud¨ªos fue escrita en 1922 y predice ¡ªcon un estilo desenfadado que a la vista de lo sucedido resulta tr¨¢gico¡ª todo lo que vino despu¨¦s. Son dos destinos muy diferentes. Hace cien a?os, con la Primera Guerra Mundial, el mundo renunci¨® a la visi¨®n de Verne y termin¨® abrazando la de Bettauer. Cost¨® millones de muertos volver al mundo del franc¨¦s.
Volvamos al presente y miremos la cultura que mejor vende. Igual que hace unos a?os era imposible encontrar un libro sin templarios, ahora todo son distop¨ªas. Curiosamente todas dibujan un futuro muy similar. Lugares donde la democracia es sin¨®nimo del desorden del pasado y ha sido sustituida por sociedades sometidas al miedo, o anestesiadas mediante el entretenimiento, donde la muerte llega sin saber por qu¨¦ o, peor a¨²n, en forma de espect¨¢culo. ?Ficci¨®n? Claro que s¨ª. Pero nada sucede de inmediato. Primero se denigra la libertad que se disfruta, luego se sacrifican algunos derechos ¡ªcomo la intimidad¡ª en nombre de la seguridad o del entretenimiento. A continuaci¨®n, uno se acostumbra a que le puedan matar en cualquier sitio. Y finalmente el destino nos alcanza.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.