La soberan¨ªa seg¨²n Theresa May
El referendo no puede reemplazar a la democracia representativa para pactar una nueva relaci¨®n con la Uni¨®n Europea. La democracia directa del Brexit invalida el orden existente, pero para su reconfiguraci¨®n necesita del Parlamento
En tiempos de incertidumbre es muy poderosa la tentaci¨®n de regresar a terreno conocido, aunque sepamos que ya no es posible. Tras ciertos espasmos pol¨ªticos no hay otra cosa que la nostalgia por recuperar lo que ya no es recuperable: soberan¨ªa reconocida, autoridades indiscutidas, territorios delimitados, homogeneidad social e incluso enemigos identificados.
El Brexit es uno de esos fen¨®menos en los que el miedo a lo desconocido se traduce en torpeza y pone en marcha una serie de operaciones pol¨ªticas de dudosa coherencia. La idea de ¡°recuperar el poder para los brit¨¢nicos¡± no tardar¨¢ en ser decepcionada por la realidad al menos en dos aspectos que ponen de relieve su naturaleza parad¨®jica, tanto en lo que se refiere al fin perseguido como al procedimiento: la idea de salirse hacia un espacio de soberan¨ªa y hacerlo de un modo directo, plebiscitario, sin las mediaciones de la democracia representativa.
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Comencemos examinando en primer lugar la pretensi¨®n de abandonar un espacio de interdependencias para recuperar la soberan¨ªa fuera. En la operaci¨®n de abandonar el espacio de la Uni¨®n se constata ya un choque entre dos temporalidades muy diferentes: muchos de los ciudadanos que votaron por abandonar la Uni¨®n Europea quieren que esto ocurra sin retraso y no podr¨¢n entender que requiera tanto tiempo. Al mismo tiempo, el mundo econ¨®mico presiona para retrasar el inicio de las negociaciones y que los acuerdos hagan la transici¨®n lo m¨¢s suave posible. El riesgo pol¨ªtico que esto plantea al Gobierno de May es que cuanto m¨¢s tengan en cuenta a estos ¨²ltimos para proteger los empleos y el crecimiento econ¨®mico, m¨¢s se preguntar¨¢n los partidarios de irse si esa decisi¨®n marca alguna diferencia fundamental.
El estatus mediopensionista que ya ten¨ªa Gran Breta?a no ayuda demasiado a este respecto. Si fueran miembros de la eurozona o hubieran firmado el acuerdo de Schengen, entonces la reintroducci¨®n de la libra o las fronteras estrictas podr¨ªan proporcionar una garant¨ªa r¨¢pida y simb¨®lica de que hab¨ªan abandonado efectivamente la Uni¨®n Europea. Cuanto m¨¢s suave sea el Brexit menos percibir¨¢n los brit¨¢nicos la diferencia. El flujo de bienes, capitales y personas ser¨¢ mayor de lo que seguramente esperaban quienes votaron a favor de la salida. Por otro lado, Gran Breta?a no puede elegir a su antojo los t¨¦rminos en los que participar en el mercado ¨²nico, por lo que el resultado final de las negociaciones ser¨¢ un compromiso, un t¨¦rmino medio pactado, es decir, algo inevitablemente decepcionante para los soberanistas.
?C¨®mo descifrar lo que los votantes quer¨ªan decir con el leave y hacerlo valer en una negociaci¨®n?
La otra gran paradoja tiene que ver con la relaci¨®n entre las dimensiones plebiscitaria y representativa de la democracia, el verdadero fondo del debate que est¨¢ en juego, aqu¨ª y en todas las democracias. La campa?a por la salida se apoy¨® en un difuso sentimiento de que la gente ya no es soberana y contribuy¨® a exagerarlo. De ah¨ª la invocaci¨®n a la democracia directa ¡ªen un pa¨ªs en el que la soberan¨ªa parlamentaria es algo sagrado¡ª para remediar el modo como la democracia representativa estaba gestionando las relaciones de Gran Breta?a con la UE. La convocatoria de un refer¨¦ndum y su resultado son una se?al de hasta qu¨¦ punto se hab¨ªa roto la confianza en los representantes. David Cameron justific¨® la consulta argumentando que el consentimiento democr¨¢tico de pertenecer a la Uni¨®n se hab¨ªa debilitado (a pesar del hecho de que cada nuevo tratado que aumentaba las competencias comunitarias hab¨ªa sido aprobado en el Parlamento de Westminster).
La estrategia inicial de May consist¨ªa en prometer una ley de derogaci¨®n e iniciar la retirada de la UE por prerrogativa de la corona. Pero la Corte Suprema oblig¨® al Gobierno a que fuera el Parlamento quien legitimara finalmente el acuerdo. De este modo la democracia directa del Brexit ha invalidado el orden existente, pero su reconfiguraci¨®n exige confiar en la democracia representativa o recurrir a un refer¨¦ndum posterior (probablemente, las dos cosas).
Este es el n¨²cleo de la paradoja que se contiene en la tensi¨®n entre la soberan¨ªa de un instante y su concreci¨®n representativa. Los referendos tienen el efecto de que, como suele decirse, empoderan moment¨¢neamente a la gente pero les dejan dependientes del Gobierno para llevar a cabo el complejo trabajo de, en este caso, transformar un simple no y variadamente motivado en un nuevo tejido de relaciones con la Uni¨®n Europea. La expresi¨®n de la voluntad popular en un momento puntual no puede reemplazar a la democracia representativa cuando se trata de pactar los t¨¦rminos de la salida y configurar una nueva relaci¨®n con la Uni¨®n. Los brit¨¢nicos votaron por la salida, pero no dieron ninguna indicaci¨®n en el refer¨¦ndum acerca de c¨®mo deber¨ªan ser los t¨¦rminos ni de la salida ni de esa nueva relaci¨®n, cuyo dise?o y aprobaci¨®n compete a los Gobiernos y Parlamentos.
Ser¨¢ dif¨ªcil lograr resultados para satisfacer a quienes deseaban una ruptura con el statu quo
El Brexit puede ser una victoria p¨ªrrica que contradiga muchos de los objetivos de la campa?a por la salida. Los primeros problemas pueden venir de la dificultad de conseguir resultados positivos para satisfacer a los votantes que deseaban una clara ruptura con el statu quo. Las aspiraciones eran muy elevadas. ?En qu¨¦ puede consistir ¡°retomar el control¡± o ¡°recuperar la soberan¨ªa¡± bajo las nuevas circunstancias de una negociaci¨®n condicionada por numerosas constricciones? ?C¨®mo descifrar lo que los votantes quer¨ªan decir con el leave y hacerlo valer en una compleja negociaci¨®n con la UE? El refer¨¦ndum es un instrumento r¨ªgido, en la medida en que presenta una opci¨®n binaria, cuando en realidad hay un amplio espectro de posibilidades de abandonar la Uni¨®n Europea y relacionarse luego con ella. Es una de las paradojas de este y otros referendos: censuran al Gobierno por sus pol¨ªticas en relaci¨®n con Europa y le conf¨ªan la consecuci¨®n del mejor compromiso posible; suponen que puede conseguirse en unas condiciones especialmente dif¨ªciles lo que no se pudo hacer en condiciones de normalidad.
Llevar a la pr¨¢ctica el Brexit requiere no solo el mandato inicial sino tambi¨¦n el apoyo p¨²blico expl¨ªcito a los t¨¦rminos de la separaci¨®n. A esto obedece la convocatoria de elecciones, que puede mejorar cuantitativamente la posici¨®n de May pero no modifica cualitativamente los t¨¦rminos del problema. El adelanto de las elecciones no impedir¨¢ que se hagan patentes todas estas contradicciones, ni que deba haber un segundo refer¨¦ndum sobre el resultado de las negociaciones con la Uni¨®n Europea, lo que volver¨¢ a complicar las cosas en una ¨¦poca en la que las democracias se han convertido en bazares de la simplicidad.
?Daniel Innerarity es catedr¨¢tico de Filosof¨ªa Pol¨ªtica e investigador Ikerbasque en la Universidad del Pa¨ªs Vasco. Acaba de publicar el libro La democracia en Europa (Galaxia-Gutenberg)
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