De nuevo en casa y desatado
El viaje de Trump certifica el final de un siglo de involucraci¨®n de EE UU en Europa
Todo transcurri¨® como estaba previsto. Donald Trump no se sali¨® del guion. Hubo incidentes y an¨¦cdotas, pero todos menores. Esta primera salida al extranjero, rodeada de ocasiones para gafes y meteduras de pata, ha sido todo un ¨¦xito al decir de sus colaboradores.
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Y sin embargo, este viaje est¨¢ ya inscrito en las relaciones transatl¨¢nticas como la culminaci¨®n dram¨¢tica de una ruptura hist¨®rica. El comportamiento de Trump, sus palabras y sus tuits, se?alan el definitivo agotamiento del siglo de Estados Unidos en Europa, una etapa que empez¨® hace cien a?os cuando Woodrow Wilson obtuvo los poderes de guerra para intervenir en la Primera Gran Guerra y que ha proporcionado a la superpotencia americana tres victorias en territorio europeo, dos directamente militares, y una geopol¨ªtica e ideol¨®gica, la de la Guerra Fr¨ªa, adem¨¢s de una hegemon¨ªa en todos los campos, econ¨®mico, militar, pol¨ªtico y cultural, como no se hab¨ªa visto nunca antes en la historia de la humanidad.
Trump nada entiende de toda esta historia, de la que solo registra las ventajas y se niega a aceptar las obligaciones y deberes que ha generado. Para los estadounidenses, el siglo XX, su siglo, ha sido un negocio de dimensiones colosales e insuperables, pero Trump solo sabe contemplarlo desde el prisma min¨²sculo y moralmente mezquino de la cuenta de ingresos y gastos propia del tendero de la esquina. El viaje tambi¨¦n certifica que ya se ha producido y triunfado la revancha rusa de la derrota sufrida con aquella "mayor cat¨¢strofe geopol¨ªtica del siglo XX" que fue al decir de Vladimir Putin la desaparici¨®n de la Uni¨®n Sovi¨¦tica.
Trump no ha estrechado relaciones sino que ha dejado un rastro de cautela y hostilidad
El mensaje de Trump al mundo es perturbador. Washington ya no se preocupa por los derechos humanos ni por la democracia en el mundo. Los dictadores tienen manos libres. El enemigo es el terrorismo, una etiqueta gen¨¦rica muy atractiva para las monarqu¨ªas del Golfo, puesto que sirve para todo, para denunciar al enemigo iran¨ª, seguir destruyendo a Yemen o reprimir su oposici¨®n interna, como ha hecho ya, al regreso de la cumbre de Riad, la monarqu¨ªa sunita de Bahrein.
Pol¨ªticamente no se ha cumplido ninguno de los objetivos que la Casa Blanca hab¨ªa establecido. Su liderazgo global ha salido debilitado; Trump no ha estrechado relaciones sino que ha dejado un rastro de cautela y hostilidad; su escasa apreciaci¨®n de la Alianza Atl¨¢ntica ha minimizado cualquier mensaje de unidad con amigos y aliados; y en vez de unir a los creyentes de las tres grandes religiones ha mostrado su preferencia por el sunismo wahabita en detrimento del chiismo e incluso del islam pakistan¨ª, cuyo primer ministro fue marginado en la cumbre ¨¢rabe e isl¨¢mica de Riad.
La Casa Blanca, sin embargo, dice estar satisfecha. Deber cumplido. Durante nueve d¨ªas se ha olvidado de la conexi¨®n rusa, el presidente puede regresar a la pelea interior para sacar la agenda republicana en el Congreso y todo est¨¢ ya preparado para rechazar el acuerdo de Par¨ªs sobre cambio clim¨¢tico. Tras nueve d¨ªas de un par¨¦ntesis viajero, su cuenta de Twitter funciona de nuevo a velocidad de crucero. A pesar de todo, el peor Trump no es el que viaja sino el que se queda solo en casa frente al televisor y con el m¨®vil en la mano.
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