El Derby de la gran zozobra
La fiesta del Derby es una s¨ªntesis de la sociedad occidental. Concluida la carrera con el triunfo de 'Wings of eagles', volvieron las voces desgarradas por el atentado de Londres y las monsergas de siempre para tapar el tama?o de nuestra incompetencia
Hab¨ªa ocurrido hace pocos d¨ªas la matanza de Manchester y tem¨ªamos que el Derby pudiera ser escenario de otro gran atentado. Despu¨¦s de todo, all¨ª se concentran miles de personas de todas las edades y de todas las clases sociales, desde la Reina hasta mendigos y carteristas, junto a otros muchos tipos llegados de pa¨ªses mas o menos lejanos. Corre el dinero, el alcohol, los afanes libidinosos, la ostentaci¨®n vulgar y a veces (raras veces) la aut¨¦ntica elegancia, a la par del esfuerzo deportivo, la incertidumbre de la competici¨®n, la belleza de obras de arte vivientes fabricadas con tradici¨®n y biolog¨ªa. La fiesta del Derby es una s¨ªntesis de la sociedad occidental (con muchos orientales incorporados) que muestra lo mejor y lo peor de ella, una variopinta asamblea regida por la emoci¨®n y los apetitos, la fusi¨®n de lo trivial con lo legendario. Si los sicarios asesinos del Emir invisible quieren golpear en lo m¨¢s parecido al coraz¨®n de los infieles, bien podr¨ªan hacerlo aqu¨ª.
Otros art¨ªculos del autor
Las medidas de seguridad nunca han sido excesivas. Ya durante una ¨¦poca de hambruna en el siglo XIX, el populacho indignado zarande¨® de tal modo la carroza de la entonces joven reina Victoria durante su primera visita protocolaria a Epsom, que la convenci¨® para nunca m¨¢s volver. Hace d¨¦cadas le¨ª un thriller nada excepcional cuyo nombre y autor no recuerdo (agradecer¨¦ que me refresque la memoria alg¨²n lector erudito, en el sorprendente caso de que los tenga) que narraba un atentado del IRA contra la Reina en el Derby. La soberana escapaba felizmente ilesa, como a la vista est¨¢. A comienzos de los a?os ochenta del siglo pasado, el IRA rapt¨® en Irlanda a Shergar, un caballo del Aga Khan considerado como el mejor de su ¨¦poca. Le recuerdo ganando por muchos cuerpos el Derby, montado por el muy joven y excelente jinete Walter Swinburne, que ha muerto hace pocos meses. Los secuestradores pidieron un fabuloso rescate que el Aga Khan estaba dispuesto a pagar, pero el gobieno irland¨¦s no lo consinti¨®.
Por entonces la cr¨ªa y entrenamiento de caballos de carreras era uno de los principales ingresos del pa¨ªs y verse obligados a proteger cada purasangre con medidas excepcionales hubiera hecho inviable el negocio. Nunca se volvi¨® a ver a Shergar, el de pies ligeros, pero d¨¦cadas despu¨¦s en sus memorias uno de los terroristas contaba que hab¨ªa sido ejecutado porque su fogosidad se rebelaba contra el cautiverio. ?Bien por el campe¨®n!
A veces se dispara la vileza, como la cretina que llam¨® asesinos a los polic¨ªas que abatieron a los terroristas
Terrorismos aparte, el Derby de 2017 tuvo sus propias inquietudes. Hace un lustro, un corcel prodigioso inflam¨® la imaginaci¨®n de los aficionados ingleses: Frankel. Gan¨® todas sus carreras a dos, tres y cuatro a?os con tal poder¨ªo que consigui¨® fama de ser no s¨®lo el mejor caballo de la posguerra sino el m¨¢s grande que hab¨ªa pisado la hierba de un hip¨®dromo jam¨¢s. Como otras supremac¨ªas art¨ªsticas, ¨¦sta no es f¨¢cil de dilucidar porque obliga a comparar campeones de ¨¦pocas distintas y distantes. Apoy¨¢ndose en los testimonios hist¨®ricos, muchos dicen que el mejor purasangre de todos los tiempos fue la yegua h¨²ngara Kincsem, que en el siglo XIX venci¨® en todas su carreras ¡ªmas de medio centenar¡ª a lo largo de toda Europa, siendo admirada entre otros por Dostoiewski en Baden Baden. Acaban en Hungr¨ªa de estrenar una pel¨ªcula de gran presupuesto y aires hollywoodienses sobre su epopeya. Pero Kincsem forma parte de la leyenda, mientras que ah¨ª est¨¢n los v¨ªdeos para demostrar de forma apabullante quien fue Frankel. Este a?o, sus primeros potros llegan a la edad cl¨¢sica y sus entusiastas esperan que se demuestre tan soberano en la cr¨ªa como en la competici¨®n. Dos hijos suyos participan en este Derby, ambos respaldados por muchos apostantes: el gallardo Eminent y sobre todo Cracksman, ganador de sus dos ¨²nicas carreras y montado por el brillante Lanfrano Dettori.
Contra ellos el escuadr¨®n irland¨¦s entrenado por Aidan O'Brien, nada menos que seis purasangres de impecable calidad, la mayor¨ªa hijos del semental puntero, Galileo, padre tambi¨¦n de su ahora rival Frankel. Dadas las circunstancias pol¨ªticas, quiz¨¢ el caballo que hubiera debido encabezarlos era Churchill, vencedor de la Guineas inglesas e irlandesas, pero O'Brien prefiri¨® reservarlo para pruebas mas cortas. El cabecilla de sus huestes es Cliffs of Moher, confiado a Ryan Moore, n¨²mero uno mundial. Como era de esperar, fue uno de los pupilos del irland¨¦s, tambi¨¦n con nombre ilustre ¡ªDouglas Macarthur¡ª quien marc¨® el paso de la carrera. Cracksman le segu¨ªa de cerca y tom¨® su relevo en la recta final, acompa?ado por Eminent, para deleite de los creyentes en Frankel. Pero el galope de los hijos a¨²n no se parece al del padre: sin duda trabajan bien, pero el campe¨®n jugaba a volar... Se les uni¨® en la cabeza Cliffs of Moher, dominante, y parec¨ªa que entre ellos estaba decidida la carrera. De pronto, del fondo del pelot¨®n, lleg¨® en tromba Wings of Eagles, el menos se?alado de los pupilos de O'Brien y les rebas¨® en la misma meta. No es un hijo de Galileo ni de Frankel, sino de Pour Moi, que hace seis a?os rob¨® del mismo modo su Derby en el ¨²ltimo tranco. Entre purasangres, no hay m¨¢s aristocracia que la demostrada en la pista. Y le mont¨® un ilustre desconocido, Padraig Beggy, que s¨®lo hab¨ªa participado en ocho carreras este a?o, con una ¨²nica victoria. Pero Padraig es sumamente irland¨¦s y todos los irlandeses son buenos jinetes...
Los ¡°duros¡± piden blindar las fronteras ?para que no huyan los asesinos o para que no entren v¨ªctimas?
Todo fue tranquilo en Epsom, pero poco m¨¢s de cuatro horas despu¨¦s ocurri¨® el atentado de London Bridge. Vuelta al espanto, a las escenas desgarradas, al eventual hero¨ªsmo (esta vez con nombre espa?ol) y a las monsergas de siempre para tapar el tama?o de nuestro incomprensi¨®n. A veces se dispara la vileza, como esa cretina que en una de nuestras televisiones llam¨® ¡°asesinos¡± a los policias que abatieron a los terroristas. Y claro, las advertencias contra la ¡°islamofobia¡±. La te¨®loga Karen Amstrong, reciente premio Princesa de Asturias, tem¨ªa hace poco que la islamofobia sustituyese al antisemitismo de otras ¨¦pocas, como si hubiese jud¨ªos provocando odio con atropellos masivos o haciendo atentados suicidas con explosivos en conciertos infantiles. L¨¢stima que se haya perdido la ocasi¨®n de premiar a nuestra gran Celia Amor¨®s en lugar de a esta telepredicadora...
No hay respuestas concluyentes, pero una de las reflexiones mas jugosas sobre los nihilistas criminales es Los nuevos son¨¢mbulos (ed. Pasos Perdidos), de un fil¨®sofo aut¨¦ntico, Nicol¨¢s Grimaldi. Otros obcecados claman contra la invasi¨®n de extranjeros peligrosos. Veamos: las v¨ªctimas de London Bridge son tres franceses, dos australianas, una canadiense, un espa?ol y un brit¨¢nico. Sus asesinos, tres brit¨¢nicos. Pero los ¡°duros¡± claman por blindar las fronteras, no s¨¦ si para que no escapen los terroristas o para que no entren m¨¢s posibles v¨ªctimas... ?Si los entrenadores de purasangres fueran tan listos como ciertos pol¨ªticos, los caballos correr¨ªan hacia atr¨¢s!
Fernando Savater es escritor.
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