"Perch¨¦ non parli?"
Me da escalofr¨ªos ver un ¡®reborn¡¯, pero por las madres ya siento una simpat¨ªa respetuosa, y por ciertas ¡®reborners¡¯ franca admiraci¨®n
Tengo mala memoria, pocos recuerdos de infancia, pero nunca he olvidado las mu?ecas de mis amigas. No las risue?as de trapo, no los simp¨¢ticos peluches, sino las de pl¨¢stico o porcelana que me daban pesadillas. Y de adulta, lo mismo. Pulso acelerado, sudor, necesidad de desviar la mirada son s¨ªntomas que experiment¨¦ cuando descubr¨ª las mu?ecas m¨¢s escalofriantes que existen: las ¡°renacidas¡±.
Conocidas por su nombre en ingl¨¦s, las reborn dolls son mu?ecas hiperrealistas que asemejan beb¨¦s humanos, generalmente reci¨¦n nacidos. Son piezas ¨²nicas hechas a mano. Las artesanas-autoras se llaman reborners. Hay las escultoras, que crean nuevos moldes, y las pintoras, que compran un mu?eco base para pintarlo ¡ªhorneando cada capa de pintura de las hasta cien que puede llevar la piel¡ª, armarlo y, para terminar, insertarle ojos y pelo. El l¨¦xico es estricto: los mu?ecos son ¡°beb¨¦s¡±, no se compran, se ¡°adoptan¡±, y las reborners no pintan, ¡°dan vida¡±. No me gust¨® c¨®mo me hicieron sentir estos beb¨¦s. No s¨®lo porque era como tener otra vez seis a?os, sino tambi¨¦n porque soy escritora. Y a los escritores nos gusta pensar que desde la cobarde trinchera de nuestra silla somos capaces de habitar otros mundos, entrar y salir de otras cabezas, identificarnos con cualquiera. C¨®mo era entonces posible que este coleccionismo inocente, de se?oras que quieren abrazar algo, me espeluznara tanto. Tampoco lo dej¨¦ ir f¨¢cilmente. Escrib¨ª todo un libro tratando de ponerme en los zapatos de una de estas ¡°madres adoptivas¡±. Funcion¨®, creo, porque si bien a¨²n me da escalofr¨ªos ver un reborn (sobre todo los m¨¢s nuevos, de silicona suave), por las madres ya siento una simpat¨ªa respetuosa, y por ciertas reborners franca admiraci¨®n.
Por ejemplo, J. es una mujer negra de mediana edad y ciudad promedio. Se ha vuelto tan experta que comparte sus conocimientos por YouTube. Sus beb¨¦s me ponen los pelos de punta, pero sus v¨ªdeos me gustan. Se graba trabajando y luego se explica en voz en off, mientras alienta a sus seguidoras: ¡°Aunque existe el estigma de que el pelo requiere pinceles muy delgados, recuerda que todo depende de c¨®mo usas el pincel¡±.
Por detr¨¢s de ella desfilan sus hijos y sus gatos. La tele est¨¢ encendida. Trabaja siempre en la cocina. Nada en su atm¨®sfera anuncia su don de Gepetto. Pero es verdad: J. da vida. Frente a la piel sutilmente moteada, las manchas de nacimiento, las venitas que se transparentan, las facciones asim¨¦tricas, la mueca humana, no me es imposible imaginar a Michelangelo preguntando, una vez m¨¢s: ¡°E perch¨¦ non parli?¡±.
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