¡®Cuore¡¯
Cada vez son m¨¢s los ni?os que leen cosas de no-ni?os: revistas del coraz¨®n, prensa deportiva...

Ya es hasta una repelente forma de saludar, qu¨¦ tal, cuore. La usan mucho esas personas que te sonr¨ªen por delante mientras te apu?alan por detr¨¢s. Tambi¨¦n es el nombre de una revista, no se crean. Salen famosos (famoso= ¡°alguien visiblemente desdichado¡±, seg¨²n la definici¨®n que da del t¨¦rmino el indispensable Diccionario del Diablo de Ambrose Bierce). La leen miles de esas personas que te miran raro porque lees cosas raras ¡ªpoemas, novelas, filosof¨ªas, qu¨¦ co?o, te lo tienes merecido, por marciano¡¡ª mientras t¨² tienes que aguantar que la patulea maloliente te sorprenda a la vuelta de la esquina. De cualquier esquina. Igual da el sof¨¢ de casa que el bar que la pelu que la sala de espera de la ITV que la consulta del logopeda de la ni?a. Esto ¨²ltimo es real. Bueno, pues no me crean. Siete de la tarde. La ni?a, a la que hasta entonces le hac¨ªan chiribitas los ojos con las revistas de viajes y de animales salvajes, ha venido a posar sus ojos azules sobre la mugre marr¨®n. Ya nada ser¨¢ igual, pienso. Y no lo es. La logopeda ¡ªun amor¡ª le regal¨® la revista, ¡°lo importante es que la ni?a lea¡±. Lleva una semana. Una semana leyendo el Cuore. Pies de foto incluidos. En el rinc¨®n qued¨® Primer curso en Torres de Malory. Hemos cambiado a Enid Blyton por Bustamante. A su hermano (al de la ni?a, no al de Bustamante) seguimos tap¨¢ndole los ojos cuando, al pasar delante del quiosco, rozamos el Marca y el As, que ser¨ªan el equivalente. Lagarto, lagarto. Ni?os leyendo cosas de mayores. Ni?os leyendo cosas antes de tiempo. Ni?os equivoc¨¢ndose por culpa de padres batracios. ?Saben? T¨¢penles los ojos, distr¨¢iganlos con otra cosa, ellos un d¨ªa lo agradecer¨¢n. Le llamar¨¢n a usted carca o, peor, censor. Tranquilo. Mejor la censura preventiva o el disimulo astuto que la gilipollez permanente. Ciao, cuore.
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