La voluntad del pueblo
Algunos de los que votaron a favor del Brexit empiezan a preguntarse en qu¨¦ ser¨¢ mejor su situaci¨®n tras dejar la UE. Hay razones para creer que el interrogante se convertir¨¢ en un clamor general
"Mi centro cede, la derecha se retira, situaci¨®n excelente: ataco".
Ferdinand Foch, general franc¨¦s.
La consigna ganadora en el refer¨¦ndum sobre el Brexit fue ¡°recuperar el control¡±. Hoy, reci¨¦n celebrado el primer aniversario del voto a favor de la salida de la Uni¨®n Europea, la gran democracia brit¨¢nica navega sin rumbo y nadie est¨¢ al control de nada. Situaci¨®n excelente: de repente, y por primera vez desde la borrachera del 23 de junio de 2016, hay motivos para pensar que se acabar¨¢ imponiendo la sobriedad, de que Reino Unido recuperar¨¢ la raz¨®n, recapacitar¨¢ y el divorcio de los otros 27 pa¨ªses de la Uni¨®n Europea no se consumar¨¢.
Al hacer esta afirmaci¨®n estoy atento a la posibilidad de haber sucumbido a lo que en ingl¨¦s llaman el ¡°wishful thinking¡±, frase hecha que retrata uno de los errores m¨¢s frecuentes en los que caen los gobernantes, los pol¨ªticos y la gente en general: convencerse de que el mundo es como uno quiere que sea y que las cosas saldr¨¢n como uno desea que salgan. Hecha la advertencia sanitaria, me hago eco de lo que escribi¨® un columnista de The New York Times que comparte mi repudio al Brexit: ya no es wishful thinking proponer que el arrepentimiento general del electorado ingl¨¦s podr¨ªa conducir a un segundo refer¨¦ndum.
?Qu¨¦ ha cambiado para permitirme decir algo que no me hubiera atrevido casi a pensar hace apenas dos semanas? Muchas cosas, empezando por el inesperado contratiempo electoral del partido gobernante conservador, pero lo m¨¢s palpable es el cambio en la atm¨®sfera que rodea al Brexit, tanto dentro como fuera de Reino Unido.
La parte m¨¢s madura en el pretendido divorcio, la Uni¨®n Europea, ha estado ofreciendo a los brit¨¢nicos el laurel de la paz. En lo que uno tiene que suponer que ha sido una t¨¢ctica concertada, el ministro de Finanzas alem¨¢n, Wolfgang Sch?uble; el presidente franc¨¦s, Emmanuel Macron, y el primer ministro irland¨¦s, Leo Varadkar, todos han dicho lo mismo en los ¨²ltimos 12 d¨ªas, utilizando exactamente la misma met¨¢fora: que si Reino Unido cambiase de opini¨®n, ¡°las puertas estar¨ªan abiertas¡±. En plan m¨¢s po¨¦tico, Donald Tusk, el presidente del Consejo Europeo, dijo el jueves pasado que a¨²n ve¨ªa posible que se le d¨¦ la vuelta al Brexit. ¡°Podr¨¢s decir que soy un so?ador¡±, declar¨® Tusk, citando a John Lennon, ¡°pero no soy el ¨²nico¡±.
M¨¢s interesante, y m¨¢s reveladora que todos estos intentos de seducci¨®n, ha sido la respuesta de los seducidos. O, mejor dicho, la no respuesta. Theresa May, la primera ministra, estuvo de pie al lado de Macron y Varadkar cuando le lanzaron sus mensajes de amor y, en vez de reaccionar con sorpresa, quiz¨¢ con una sonrisa sarc¨¢stica, se hizo la tonta: no hizo ning¨²n gesto; no dijo nada. Tampoco dijeron nada los brexiteros m¨¢s fundamentalistas de su Gobierno ni, m¨¢s curioso a¨²n, los diarios que hab¨ªan estado m¨¢s rabiosamente a favor del Brexit y m¨¢s en contra de aquellos ¡°quejicas¡± y ¡°enemigos del pueblo¡± (como dec¨ªan el Daily Mail y The Sun) que lamentaban la inminente ruptura con Europa. Hace nada hubieran respondido todos con indignaci¨®n patriotera a semejantes intentos de parte de los desde?ables l¨ªderes europeos de sobornar o poner en duda ¡°la voluntad del pueblo¡± expresada en las urnas en el refer¨¦ndum del a?o pasado.
Cada vez que alguien suger¨ªa que los votantes hab¨ªan marcado el autogol del siglo al votar en contra de permanecer dentro de la UE, tanto May como sus lacayos en el gabinete o en los medios apelaban a esa misma ¡°voluntad del pueblo¡± representada por el 52% del electorado que se tom¨® la molestia de votar. Cuestionar este sagrado concepto era una herej¨ªa contra la democracia. Pr¨¢cticamente se lanzaba una fatua, ¡°muerte a los infieles¡±, a aquellos que se atrev¨ªan a proponer la manifiesta verdad de que el resultado del refer¨¦ndum fue estrecho, ambiguo y basado en enormes mentiras de parte de la campa?a brexitera, ninguna m¨¢s grande que la que propuso que Reino Unido podr¨ªa dejar la UE sin perder ninguno de los privilegios de permanecer dentro.
?Por qu¨¦ Theresa May ha dejado de repente de hablar de la voluntad del pueblo? ?O de repetir la banalidad de que ¡°Brexit significa Brexit¡±? ?Por qu¨¦ los perros rabiosos de los tabloides brit¨¢nicos se han convertido en corderos, o al menos no gritan tanto como antes y empiezan a dar se?ales de reconocer que quiz¨¢ el divorcio duro, tajante y sin concesiones que May propon¨ªa antes de las elecciones no ser¨ªa una idea tan brillante?
La respuesta es que uno puede enga?ar a parte de la gente parte del tiempo, pero no puede enga?ar a toda la gente todo el tiempo. Tarde o temprano la l¨®gica se tiene que imponer. Y la l¨®gica que empieza a filtrarse por el sistema cerebral brit¨¢nico es que el famoso control soberano que tanto anhelaba aquel 52% tiene su precio: que la gloriosa independencia y dignidad de Albi¨®n se obtendr¨¢ solo a coste de ser m¨¢s pobres. Y esa nunca fue la idea, mucho menos la que vendieron los Boris Johnson y dem¨¢s farsantes del Brexit.
Minimizar el da?o
No habr¨¢ un segundo refer¨¦ndum o un cambio de opini¨®n o de direcci¨®n pol¨ªtica nacional ni hoy ni ma?ana. Se llevar¨¢ a cabo la pantomima de las negociaciones con Bruselas, que empez¨® la semana pasada, hasta lo que se supone que ser¨¢ su final, en un par de a?os. Pero cuanto m¨¢s pase el tiempo, m¨¢s se ir¨¢n dando cuenta los brit¨¢nicos de que no se trata de una gloriosa aventura que conducir¨¢ a la tierra prometida, sino de un intento cada vez m¨¢s desesperado de minimizar el terrible da?o que significar¨ªa el fin del matrimonio con Europa. Hoy algunos que votaron por el Brexit empiezan a susurrar: ¡°?En qu¨¦ ser¨¢ mejor eso a lo que ten¨ªamos antes?¡±. Hay razones para creer que a lo largo de los pr¨®ximos dos a?os la pregunta se ir¨¢ convirtiendo en un clamor general.
Macron, Varadkar, Sch?uble y Tusk lo tienen claro. Ven a los brit¨¢nicos a punto de tirarse de un edificio de 28 pisos. Dulcemente, como hablando con un adolescente loco, les est¨¢n diciendo: por favor, no tienen por qu¨¦ hacer esto, no lo hagan, les queremos mucho. Un a?o despu¨¦s los brit¨¢nicos dan se?ales de estar escuchando.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.