14 fotosEcoturismo en el r¨ªo de los cinco coloresCa?o Cristales era una zona pr¨¢cticamente vetada a los visitantes hasta hace menos de una d¨¦cada, cuando la guerrilla colombiana era todav¨ªa una amenaza en este territorioPablo LindeColombia - 19 jul 2017 - 07:42CESTWhatsappFacebookTwitterBlueskyLinkedinCopiar enlaceLos visitantes de Ca?o Cristales se topar¨¢n con toda seguridad con el Ej¨¦rcito, que est¨¢ en cada esquina del municipio, en cada rinc¨®n del campo. No pueden permitir que este entorno de incalculable valor natural y creciente ecoturismo se vea amenazado por los grupos insurgentes que se resisten al alto el fuego que las FARC firmaron con el Gobierno hace algo m¨¢s de un a?o. El gran atractivo de Ca?o Cristales reside en una planta acu¨¢tica ¨²nica que crece en las rocas del r¨ªo: la macarenia clav¨ªgera, formada por unos ramilletes de capullos que, mojados y vistos de cerca, parecen algodones de colores: fucsias, rosas, rojos y verdes que, junto a las piedras amarillas del lecho, ofrecen una visi¨®n casi irreal, m¨¢gica. Una peque?a caseta de avituallamiento en el camino entre el r¨ªo Guayabo y Ca?o Cristales, donde ahora viven del turismo, algo imposible hace no mucho. El camino para llegar hasta este paisaje no es sencillo. Solo se puede ver entre junio y octubre, aproximadamente, coincidiendo con lo que all¨ª llaman el invierno, es decir, la ¨¦poca de lluvias. Sin agua, no hay r¨ªo de colores. Walther Ramos, uno de los gu¨ªas que ¡ªobligatoriamente¡ª acompa?an a los turistas por las caminatas que discurren paralelas al cauce del r¨ªo tambi¨¦n conocido como ¡°de los cinco colores¡±. Desde La Macarena es necesario recorrer unos 10 minutos en canoa, 40 en todoterreno para comenzar una caminata hasta los alrededores del r¨ªo que puede variar en funci¨®n del recorrido que se elija. Todo va regido por cupos, que determinan el n¨²mero de visitantes m¨¢ximos por d¨ªa, y estrictas medidas para no da?ar este para¨ªso, que incluyen no usar cremas solares, repelentes de mosquitos o ba?arse en zonas donde la planta est¨¢ presente. El recorrido por el r¨ªo discurre, con frecuencia, bajo la mirada de los militares, que aqu¨ª y all¨¢ se cruzan por el camino y saludan amables a los turistas para que sus uniformes y sus armas autom¨¢ticas no les intimiden ni les generen miedo en lugar de seguridad. No todos llegan a esta cascada. Para llegar aqu¨ª hay que ir por unos caminos especialmente escarpados que solo est¨¢n incluidos en los recorridos m¨¢s largos. Mar¨ªa Mart¨ªnez, de 85 a?os, lleva m¨¢s de 40 viviendo a escasos metros del r¨ªo. Seg¨²n dice, nunca tuvo problemas con el Ej¨¦rcito ni con la guerrilla: ¡°Quien nada debe, nada teme¡±. Los gu¨ªas vigilan celosos que los turistas no anden por donde no deben, arrojen basuras o vayan embadurnados en productos cosm¨¦ticos. Este entorno paradis¨ªaco, donde el Mono Jojoy, uno de los dirigentes hist¨®ricos de las FARC ten¨ªa su base de operaciones y tambi¨¦n, seg¨²n dicen, su ¡®balneario¡¯, se ha convertido en un destino de ecoturismo. Manuel Antonio Prada es uno de los agricultores que dej¨® el resto de los cultivos para plantar coca. Ahora est¨¢ bajo arresto domiciliario desde hace un a?o, investigado por estas relaciones con las FARC. La guerrilla tuvo dominio absoluto de esta zona hasta 2002, cuando se levant¨® el periodo de distensi¨®n. Pero la llegada del Ej¨¦rcito no fue tranquila ni pac¨ªfica. Tuvieron que pasar varios a?os hasta que el Estado tom¨® por completo el control de la zona.