La verdad
La comunicaci¨®n en un producto de entretenimiento y consumo masivo merced a la globalizaci¨®n. De esta manera, se ha creado un nuevo estilo de informar que es a la vez opini¨®n y noticia y se dirige principalmente a las emociones
Comunicar o recibir libremente informaci¨®n veraz por cualquier medio de difusi¨®n¡± (art¨ªculo 20.1.d de la Constituci¨®n Espa?ola) no solo asegura nuestro derecho a conocer y explicar lo que acontece, tambi¨¦n es una garant¨ªa esencial para la configuraci¨®n de la opini¨®n p¨²blica, ese sentir mayoritario que resulta imprescindible para construir una sociedad libre, plural y democr¨¢tica. Por eso, informar e informarse es un derecho fundamental independiente y preferente, y el periodista es el encargado de facilitarlo como el profesor lo es de ense?arlo.
Pero escuchar la vida es m¨¢s complicado que vivirla. Al igual que informar es m¨¢s dif¨ªcil, m¨¢s sacrificado, m¨¢s caro que comunicar. Dos g¨¦neros, dos formas de expresi¨®n con naturaleza, alcance y protecci¨®n diferentes. Opinar no es lo mismo que informar aunque tampoco se den en estado puro.
La academia nos dice que la verdad es lo que distingue la informaci¨®n de la opini¨®n, que una noticia falsa nunca puede constituir el ejercicio leg¨ªtimo del derecho a informar. Pero menuda palabra escogi¨® la Constituci¨®n para defendernos de los rumores, enga?os y falsedades. La verdad es tan grande, tiene tanta amplitud, significa tantas cosas que sirve de poco. Quiz¨¢s se refiera a la correspondencia entre lo que se cree y lo que se dice, porque la verdad tambi¨¦n hay que cre¨¦rsela. Sin duda es una palabra muy recurrente pero tambi¨¦n enga?osa, y desde luego insuficiente para enjuiciar el fraude y la manipulaci¨®n de las noticias. Adem¨¢s, para informar, no es necesario ser tan ambiciosos, podemos funcionar con t¨¦rminos m¨¢s blandos y relativos como validez, evidencia, realidad, acontecimiento. Cuando hablamos de informaci¨®n nos basta con que esta sea probable, neutral o, mejor, cierta. Reconozc¨¢moslo, la verdad es una expresi¨®n muy nuestra, incluso demasiado nuestra, caprichosa, siempre interesada y muy c¨®moda porque no compromete a nada y obliga a muy poco y si no preguntadlo a los poderosos que ayudan a que un determinado bulo, enredo o falsedad corra en la direcci¨®n correcta y triunfe.
A mi modo de ver, no es la verdad sino la t¨¦cnica lo que diferencia la comunicaci¨®n de la informaci¨®n, la opini¨®n de la noticia. El Tribunal lo califica como un deber de diligencia profesional, como una exigencia y responsabilidad del sujeto m¨¢s que del objeto. Sin duda, editar una informaci¨®n consiste en trabajar con adiestramiento previo para dotar de significado a los hechos y a las cosas que ocurren y apagar los rumores o acontecimientos inventados o desfigurados. El periodismo es una actividad t¨¦cnica, profesional, de comprobaci¨®n de lo que acontece de forma suficiente, lo m¨¢s cercana posible y con medios y tiempo para que las noticias maduren.
Se ha impuesto esta manera de comunicaci¨®n para que nuestro coraz¨®n palpite a ritmo diferente
Pero la realidad es oscura, no es lo que parece y hay que buscarla con excavadoras. De manera que la t¨¦cnica, este trabajo profesional de edici¨®n, tambi¨¦n requiere una maquinaria para manifestarse. As¨ª es, para dotar de sentido a los acontecimientos, para situarlos en su contexto se necesita una estructura informativa independiente, s¨®lida, capaz de convertir la verdad y con ella la posverdad en un concepto ret¨®rico, incluso folcl¨®rico y casi exclusivamente religioso o pol¨ªtico al demostrar que un acontecimiento no necesita ser verdadero cuando se descubre evidente.
Pero a la informaci¨®n le ha salido un competidor. La globalizaci¨®n ha convertido la comunicaci¨®n en un producto de entretenimiento y consumo masivo y ha creado un nuevo g¨¦nero, un nuevo estilo de informar que es a la vez opini¨®n y noticia y que reina por encima de la verdad y de la realidad. Un nuevo g¨¦nero informativo que hacemos y consumimos nosotros incluso cuando estamos en el retrete, por eso lo sentimos como algo muy nuestro y lo defendemos sin decirlo.
Aquel que construya su opini¨®n solo con tuits o con lo que digan otros tiene un problema
En los cinco continentes se ha impuesto esta manera de comunicaci¨®n de masas con titulares dirigidos a la zona del cerebro que regula las emociones para que nuestro coraz¨®n palpite a ritmo diferente. Una zona situada debajo de la corteza cerebral, que dirige nuestras sensaciones m¨¢s primitivas, como el miedo, la ira o el placer.
Este es el objetivo de la posverdad, nuestro ¡°cerebro reptil¡± que se encarga de los instintos m¨¢s b¨¢sicos y nos somete inconscientemente a las m¨¢s fuertes ataduras. Una nueva forma de informaci¨®n que nos convierte en consumidores compulsivos de noticias muy verdes y adulteradas. Cuantos m¨¢s clics hacemos m¨¢s los necesitamos y el negocio aumenta.
En fin, un estilo de informaci¨®n r¨¢pida y sin esfuerzo, lleno de titulares, gritos, gestos y flashes dirigidos directamente al coraz¨®n ?me gusta! Un g¨¦nero barato, global, sin l¨ªmites, que a base de tuits intenta dirigir nuestros gustos. No importa que el mensaje sea mentira y provoque dolor, todo es cuesti¨®n de preferencias sin ninguna implicaci¨®n ni responsabilidad y con mucho anonimato. Las apariencias no enga?an: en el nuevo g¨¦nero informativo el que miente, triunfa. Esta es la realidad.
Adem¨¢s, la posverdad, esta informaci¨®n espect¨¢culo difundida por las gigantescas plataformas de comunicaci¨®n lo est¨¢ enredando todo y no es f¨¢cil decirlo pero puede llegar a confundir y distorsionar la opini¨®n p¨²blica, afectando al funcionamiento democr¨¢tico de nuestros estados cuyas estructuras estorban a los mercados globales.
As¨ª, pues, navegar por Internet es muy divertido, emocionante porque te pierdes y te encuentras y aunque la tentaci¨®n de limitar este vagabundeo es grande, por suerte es muy dif¨ªcil. El control de la Red no puede hacerse exclusivamente desde fuera. Cada vez resulta m¨¢s complicado saber a qui¨¦n tenemos que dirigirnos para que nos ayude, de manera que no tenemos m¨¢s remedio que aprender a cuidarnos nosotros mismos. Nos han puesto en el centro del nuevo mundo y tenemos que ser m¨¢s desconfiados y no creer en lo que dicen sin mirar qui¨¦n lo dice.
No hay que caer en la tentaci¨®n. Los tuits nos conectan y entretienen pero no podemos tomarlos muy en serio ni hacerles mucho caso. Aquel que construya su opini¨®n solo con tuits o siga a rajatabla todo lo que le diga la revista de moda o el vecino, tiene un problema.
Lo m¨¢s delicado es que mientras la comunicaci¨®n y sus plataformas se han globalizado el periodismo no lo est¨¢ haciendo a la misma velocidad. Los medios profesionales de informaci¨®n, por su propia naturaleza, son m¨¢s caros y lentos, pero tambi¨¦n son demasiado peque?os, locales y poco atractivos para recibir anuncios y sobrevivir. Claro que necesitamos Internet y mucho entretenimiento, pero para tener conocimiento, para vivir libre-mente necesitamos, m¨¢s que nunca un periodismo t¨¦cnico, independiente, responsable, plural y con su correspondiente y eficiente maquinaria en la Red. De lo contrario ya sab¨¦is, a r¨ªo revuelto¡
Antonio Rovira es catedr¨¢tico de Derecho Constitucional y director del M¨¢ster en Gobernanza y Derechos Humanos (C¨¢tedra J. Polanco. UAM/Fundaci¨®n Santillana).
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