Esperemos al siglo XXV para entender la Guerra Civil
Escuchemos a quien vivi¨® la contienda antes de que sea tarde y nos quedemos solos con nuestros prejuicios
Si lo pensamos bien, en nuestro sistema solar hay dos planetas habitados. Uno, el nuestro, es un estallido de vida biol¨®gica ¡ªperd¨®n por la evidente, aunque necesaria, redundancia¡ª y el otro es Marte, que tambi¨¦n tiene vida pero de otra clase: est¨¢ habitado por robots. Es cierto que son pocos y solo se dedican a sacar fotos, dar paseos en solitario, medir datos del clima y escarbar en la arena, lo cual les clasifica, por ahora, m¨¢s como turistas que como nativos. Pero todo se andar¨¢.
Supongamos que por dem¨¦ritos propios, o alguna causa natural, volvemos al Neol¨ªtico ¡ªEinstein sol¨ªa decir ¡°la III?Guerra Mundial no s¨¦ c¨®mo ser¨¢, pero la cuarta ser¨¢ con palos y piedras¡±¡ª y que transcurridos unos cuantos miles de a?os el recuperado g¨¦nero humano vuelve a viajar fuera de la atm¨®sfera. Y al llegar a Marte ?qu¨¦ se encuentra? ?Unos robots! Polvorientos y con las bater¨ªas agotadas, como cualquiera tras unas vacaciones en familia. Y comenzar¨¢n unas interminables discusiones sobre qui¨¦n los hizo, por qu¨¦ y qu¨¦ pas¨® con los fabricantes. Quienes participen en esos encendidos debates no podr¨¢n escuchar a 7.000 millones de personas que les gritar¨¢n desde el siglo XXI: ?Idiotas, fuimos nosotros!
Esto ya ha pasado antes. Se discute sobre c¨®mo se hicieron las pir¨¢mides ¡ªy no falta, claro, quien le a?ade el qui¨¦n las hizo¡ª o sobre si la explosi¨®n de Santorini origin¨® un cataclismo en el Mediterr¨¢neo oriental y dio lugar al mito de la Atl¨¢ntida. Las cenizas que sepultaron Pompeya todav¨ªa no se hab¨ªan enfriado cuando la historia se convirti¨® en leyenda y la leyenda en mito, que dir¨ªan en la pel¨ªcula de El se?or de los anillos. Tampoco sabemos qui¨¦n era Mona Lisa ni d¨®nde fue a parar la C¨¢mara de ?mbar robada por los nazis.
Pero en Espa?a, y con un tema en concreto, se ha dado una vertiginosa combinaci¨®n de este olvido natural, de un querer olvidar tal vez forzado y de un extendido desinter¨¦s por el pasado en general. Un asunto del que todos pensamos que sabemos algo y del que incluso a veces aseguramos que est¨¢ demasiado trillado: la Guerra Civil. Desde este peri¨®dico se animaba el pasado domingo a un estudio serio y sereno sobre el que probablemente sea el ¨²nico hecho que se mencione en la historia de Espa?a del siglo XX, pongamos, en el siglo XXV. Pero parece que habr¨¢ que esperar hasta entonces para una aproximaci¨®n calmada a algo que sigue siendo un arma arrojadiza y que demuestra que, guste o no, las cicatrices est¨¢n demasiado tiernas.
El olvido natural ha sido sencillamente imperdonable, pero a¨²n estamos a tiempo. Tal vez todav¨ªa sean mayor¨ªa los espa?oles que tienen en la familia alguien que, de una manera u otra, vivi¨® aquella contienda. Personas curiosamente mucho m¨¢s ecu¨¢nimes y justas a la hora de juzgar los hechos que quienes jam¨¢s vivieron esos a?os. Se les acaba el tiempo y con el suyo el nuestro de entender de primera mano lo sucedido. Ellos, a su modo, nos est¨¢n gritando: ?Idiotas, fuimos nosotros!
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