Mi reino por un armario
'Juego de Tronos' es esa serie televisiva que hace saltar los prejuicios por la borda
Lo confieso: no dorm¨ª la madrugada del 17 de julio por culpa del primer cap¨ªtulo de la s¨¦ptima temporada de Juego de tronos. Lo vi sola porque aunque comparto vicio con media humanidad, cargo con ¨¦l en solitario. Es otra peculiaridad que distancia las series del cine: las series invitan al aislamiento y al secreto, en mi caso quiz¨¢ para que nadie compruebe la cara de idiota que se me queda cada vez que se abre la puerta de un mundo de fantas¨ªa que he acabado creyendo real. Soy adicta al que considero uno de los mejores programas televisivos de la historia y mi adicci¨®n llega a tales l¨ªmites que he visto la serie completa tres veces y bastante m¨¢s de tres algunos cap¨ªtulos, como los dos ¨²ltimos de la sexta temporada, cuya solemnidad grandilocuente parece la t¨®nica de los episodios por llegar, anunciados en un tr¨¢iler que se cierra con una frase bomb¨¢stica (¡°Cuando cae la nieve y sopla el viento blanco, el lobo solitario muere, pero la manada sobrevive¡±) diseccionada hasta el hast¨ªo por los seguidores de la serie.
?Fantas¨ªa medieval? ?Batallas? ??Zombis!? Puaf. Todos mis prejuicios por la borda. Lloro de emoci¨®n cada vez que los dragones cruzan el umbral de mi pantalla, y de rabia cuando muere uno de los lobos salvajes de los maltrechos hermanos Stark. Puse a Dios por testigo de que si Jon Snow desaparec¨ªa jam¨¢s volver¨ªa a ver ni esta ni ninguna otra serie y la simple idea del encuentro entre el nuevo rey del norte y la madre de los dragones me pone los pelos de punta.
Lloro de emoci¨®n cada vez que los dragones cruzan el umbral de mi pantalla, y de rabia cuando muere uno de los lobos de los Stark
Como me ocurre con tantas otras cosas (las series no son una excepci¨®n) llegu¨¦ tarde a la cita. Empec¨¦ a ver Juego de tronos cuando llevaba varios a?os en antena y era imposible sentarse en una mesa sin escuchar la maldita palabra: spoiler. Abrac¨¦ con pasi¨®n la adaptaci¨®n de la saga de George R.R. Martin: he pasado noches en vela con el ordenador metido bajo el edred¨®n o, literal, encerrada dentro de un armario para estar a oscuras y sin que nadie me moleste. Padezco una fatal esquizofrenia. Frente a estos episodios adictivos la raz¨®n me dice que, adem¨¢s de mi salud, algo m¨¢s hace aguas. ?Por qu¨¦ es tan dif¨ªcil comulgar con la legi¨®n de admiradores/aduladores que infestan las redes sociales con comentarios y art¨ªculos que conjuran con una erudici¨®n cansina las mismas c¨¢balas una y otra vez? Toneladas de paja que b¨¢sicamente le hacen el juego al brutal despliegue de marketing que se organiza alrededor de este millonario espect¨¢culo. Por cada miligramo de informaci¨®n, perfectamente dosificado por una marca que juega astutamente con el cuentagotas, se genera tal aluvi¨®n en las redes que solo cabe pensar que Juego de tronos es una p¨®cima tan alienante como la Coca-Cola.
Frente al sentimiento de culpa, qu¨¦ quieren que les diga, existen pocas cosas comparables a un atrac¨®n de los Siete Reinos. ?Es Juego de tronos una serie sobre los malabarismo del poder? Supongo que cada uno ve lo que quiere. Para m¨ª es la historia de tres desechos de ese poder sobre el que tanta tinta ha corrido. Una mujer, un bastardo y un enano que desde el principio destacaban por encima de los dem¨¢s personajes. Una mujer poderosa que no necesita corona, un bastardo tocado por la pureza de un santo y un enano de inteligencia gigante. Tres personajes ninguneados por los suyos sobre los que sin embargo recae todo el futuro. Tres personajes capaces de invocar por s¨ª solos dragones y lobos en la oscuridad de un armario.
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