?Proclamaci¨®n de independencia por Twitter?
La red social puede reverdecer laureles con la pol¨ªtica hecha en 140 caracteres
Twitter ha tenido una evoluci¨®n interesante. Lo que se anunci¨® como una red social completamente abierta e instant¨¢nea que serv¨ªa para ¡°democratizar¡± la opini¨®n en Internet deriv¨® en una especie de bar del Far West donde uno sabe que siempre va a haber pelea. Un para¨ªso del anonimato donde individuos o grupos organizados, de personas o robots, han podido acosar con total impunidad a ciudadanos particulares o empresas.
A alg¨²n gur¨² de la cosa se le ocurri¨® que la mejor respuesta era poner la otra mejilla. Debe de ser fant¨¢stico aconsejar con aire de superioridad, y encima cobrar por ello, que las bofetadas caigan siempre en las caras de otros. Si un ciudadano era vejado o amenazado lo mejor era no contestar. Si una empresa era calumniada hab¨ªa que responder con una sonrisa. ¡°No alimentes al troll¡±, dec¨ªan con una palmadita en la espalda. La versi¨®n cibern¨¦tica de la ¡°media horita corta¡± que quienes no han parido les dicen a las embarazadas que, justificadamente, temen los dolores del parto.
Algunas empresas se vieron bajo el fuego de acusaciones, fundadas o no, lanzadas desde seud¨®nimos pretendidamente inteligentes. Da igual si era un individuo enojado o alguien de la competencia. Hay que aguantar el chaparr¨®n. Twitter, que act¨²a como el pianista del bar y sigue tocando como si aquello no fuera con la compa?¨ªa cuando en realidad es la due?a del local, ha generado as¨ª situaciones muy curiosas. Por ejemplo, que durante a?os se pudiera hacer apolog¨ªa del terrorismo hasta que la empresa se dio cuenta de que eso no estaba bien ¡ªen los ¨²ltimos meses ha cerrado, por fin, unos 380.000 perfiles¡ª o que quienes proclaman su lucha contra el corrupto sistema capitalista pasen horas en esa red generando con su actividad ingresos a una de las mayores compa?¨ªas estadounidenses del mundo.
No resulta, pues, extra?o que la gente comenzara hace unos a?os a evitar ese local. Los due?os del negocio vieron con preocupaci¨®n que los parroquianos habituales espantaban a los dem¨¢s con la consiguiente p¨¦rdida de ingresos. Porque de eso se trata; no de libertad de expresi¨®n, ni de democracia, sino de dinero. Pero hete aqu¨ª que al local han llegado unos nuevos clientes inesperados que auguran ponerlo de moda: los pol¨ªticos. Hacer pol¨ªtica a trav¨¦s de Twitter nos anuncia un mundo lleno de sorpresas. Ah¨ª tenemos a Donald Trump que en sus noches de soledad proclama ¡ªy probablemente adopta¡ª medidas que igual afectan a un obrero de Detroit que a un campesino de Corea del Norte. Se acabaron los telegramas. A golpe de tuit se expresan igual felicitaciones que mensajes de condolencia por una cat¨¢strofe. Ya sabemos que las v¨ªctimas lo primero que hacen es mirar Twitter. Y el s¨¢bado Carles Puigdemont se despach¨® contra el Bolet¨ªn Oficial del Estado con seis tuits. A los due?os de Twitter, Espa?a, Catalu?a o el Val de Aran les importan bien poco. Pero seguro que se frotan las manos pensando en la primera proclamaci¨®n de independencia de la historia en 140 caracteres.
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