El federalismo de la reconciliaci¨®n
El Gobierno de Canad¨¢ no solo se opuso a la secesi¨®n de Quebec, sino que ofreci¨® integraci¨®n
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Este a?o se est¨¢ celebrando por todo Canad¨¢ el sesquicentenario de la British North America Act que cre¨® la Confederaci¨®n de Canad¨¢, un pa¨ªs que lleva a?os apareciendo en los primeros puestos del ¨ªndice de Desarrollo Humano de la ONU y en los otros ¨ªndices similares para medir el bienestar social m¨¢s all¨¢ de la renta per c¨¢pita, que tambi¨¦n la tiene alt¨ªsima. Con una poblaci¨®n que apenas sobrepasa los 36 millones (el menos poblado del G-7), Canad¨¢ es uno de los grandes actores internacionales, con un enorme prestigio por sus tradicionales posiciones progresistas, aunque algunos enemigos del libre comercio piensen que el Gobierno liberal de Trudeau defiende el CETA para destrozar las condiciones laborales de los trabajadores.
Sin embargo, la historia de este pa¨ªs tan exitoso no est¨¢ falta de problemas pol¨ªticos, casi siempre originados por conflictos entre el centro y las provincias, presentes ya desde su misma fundaci¨®n, porque el pacto por el que naci¨® fue rechazado casi por la mitad de los representantes de la provincia de Quebec y porque, en septiembre de 1867, Nueva Escocia intent¨® abandonar la Confederaci¨®n. Como es muy sabido en Espa?a, el Gobierno nacionalista de Quebec organiz¨® en 1980 y en 1995 sendos refer¨¦ndums con el objetivo de lograr un Estado propio, que son utilizados frecuentemente por los independentistas catalanes como referentes para su causa, pero que tambi¨¦n pueden revelarnos algunas ideas ¨²tiles para defender la unidad de Espa?a.
Empecemos recordando que los dos refer¨¦ndums fueron iniciativa del Gobierno de Quebec; para oponerse a ellos, el Gobierno canadiense no us¨® ning¨²n mecanismo legal, circunscribi¨¦ndose el debate al ¨¢mbito pol¨ªtico. Sin embargo, despu¨¦s del segundo refer¨¦ndum, y a la vista de que los nacionalistas se preparaban para un tercero, Ottawa cambi¨® completamente de estrategia: el asunto no solo era un asunto pol¨ªtico, sino tambi¨¦n jur¨ªdico, de respeto a la Constituci¨®n. Por eso, elev¨® una consulta al Tribunal Supremo, el cual elabor¨® su famos¨ªsimo Dictamen de 20 de agosto de 1998, contrario a la independencia unilateral de Quebec y en el que fijaba ciertos requisitos para su separaci¨®n (y no me resisto a se?alar que yo tuve la fortuna de traducirlo y comentarlo con la malograda Carmen Chac¨®n). A la vista de ese dictamen, el Parlamento canadiense aprob¨® la Ley de la Claridad en el 2000. As¨ª que aqu¨ª tenemos una primera idea para Espa?a: el Gobierno acierta al oponerse a la independencia de Catalu?a con los instrumentos legales que le ofrece el Estado de Derecho, sin atender los cantos de sirena que quieren resolver el conflicto solo en el campo pol¨ªtico, incluso despu¨¦s de la aprobaci¨®n de dos leyes tan inconstitucionales como la Ley del refer¨¦ndum y la Ley de la transitoriedad.
Trudeau viene abogando por una colaboraci¨®n sincera con las provincias que parta del respeto a su autogobierno
Pero el Gobierno canadiense y las fuerzas unionistas no solo se han opuesto al independentismo quebequ¨¦s con medios jur¨ªdicos, sino que tambi¨¦n lo vienen haciendo proponiendo medidas pol¨ªticas de integraci¨®n; tanto en el plano electoral, de ofrecer a la sociedad quebequesa un programa atractivo de vida en com¨²n -lo que ha llevado al federalista Partido Liberal a ganar varias veces las elecciones provinciales- como en el plano de la reforma del federalismo, incluida una declaraci¨®n del Parlamento de Canad¨¢ reconociendo en 2006 que los quebequeses forman ¡°una naci¨®n dentro de un Canad¨¢ unido¡±. Segunda idea para Espa?a: no se puede ignorar que el sentimiento de autogobierno en Catalu?a es m¨¢s fuerte que en la mayor¨ªa de las dem¨¢s Comunidades y eso exige un tratamiento espec¨ªfico dentro del Estado auton¨®mico, sin por ello desembocar en un r¨¦gimen de privilegio. Claro que ese objetivo no es nada f¨¢cil de lograr en la pr¨¢ctica, pero el primer paso es formularlo.
Precisamente, desde que gan¨® las elecciones generales en noviembre de 2015, Justin Trudeau viene abogando por una colaboraci¨®n sincera con las provincias y los pueblos aut¨®ctonos que parta del respeto a su autogobierno, huyendo de la rigidez en las relaciones intergubernamentales que estableci¨® el anterior Gobierno conservador. El profesor Guy Laforest ha calificado esa visi¨®n de ¡°federalismo de la reconciliaci¨®n¡±. Por su parte, el Gobierno liberal de Quebec present¨® en junio pasado un informe de casi doscientas p¨¢ginas para fijar su pol¨ªtica de relaci¨®n con Canad¨¢, cuyo t¨ªtulo no deja muchas dudas sobre su voluntad federal: "Quebequeses, nuestra forma de ser canadienses". Su propuesta es la de un f¨¦d¨¦ralisme multinational, que pretende reformar la Constituci¨®n para que refleje el ¡°car¨¢cter nacional de Quebec¡± y reconozca un federalismo asim¨¦trico a su favor. Trudeau ha alabado la fuerte vinculaci¨®n que establece el documento entre Quebec y Canad¨¢, pero ha negado que las ¡°futuras negociaciones¡± sobre el federalismo canadiense tengan que tomar la forma de negociaciones para cambiar la Constituci¨®n de 1982. Por tanto, el di¨¢logo no ser¨¢ f¨¢cil, pero ambas partes se aprestan a tenerlo. Y no es dif¨ªcil extraer de ah¨ª una conclusi¨®n sobre lo que deber¨ªa hacerse en Espa?a a partir del 2 de octubre.
Agust¨ªn Ruiz Robledo es catedr¨¢tico de Derecho Constitucional.
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