La inquietante dimisi¨®n del libre albedr¨ªo
Desenga?¨¦monos: ni Trump est¨¢ loco ni los republicanos son una reata de mostrencos. Saben perfectamente lo que hacen y por qu¨¦
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Cuando hace m¨¢s de una d¨¦cada, el reconocido ling¨¹ista George Lakoff nos sorprend¨ªa con su librito ¡°No pienses en un elefante¡±, centrado en el lenguaje pol¨ªtico de los conservadores norteamericanos, en general nos lo tomamos a beneficio de inventario, como el ensayo ingenioso que era, un ejercicio intelectual novedoso y atractivo pero claramente alejado de la realidad para los ojos de los progresistas, beat¨ªficamente confiados en que la verdad nos har¨¢ libres, y en la ingenua presunci¨®n de que si contamos a los ciudadanos los hechos sin enga?os, como seres racionales que son, sacar¨¢n las conclusiones acertadas y votar¨¢n en consecuencia.
Hoy ya sabemos que la tesis de Lakoff ten¨ªa poco de boutade y mucho de premonici¨®n. Nos burl¨¢bamos de las excentricidades del tea party, una especie de caricatura de los postulados m¨¢s rancios del republicanismo americano y de la derecha casposa en general, convencidos de que ning¨²n ser pensante ser¨ªa capaz de votar contra sus propios intereses. ?Qui¨¦n con responsabilidades de gobierno bloquear¨ªa los avances en la lucha contra los estragos del cambio clim¨¢tico y la investigaci¨®n de nuevas fuentes energ¨¦ticas? ?Qui¨¦n osar¨ªa dejar sin asistencia sanitaria a m¨¢s de veinte millones de personas sin tener un plan alternativo? ?Qu¨¦ gobernante en su sano juicio de un pa¨ªs inequ¨ªvocamente democr¨¢tico la emprender¨ªa a insultos y descalificaciones de la prensa libre y de calidad? ?Ser¨ªa veros¨ªmil que el electorado de un pa¨ªs civilizado eligiera a un pat¨¢n pendenciero y sin ninguna experiencia pol¨ªtica para desempe?ar la m¨¢s alta magistratura del pa¨ªs l¨ªder del mundo libre?
Nos cuenta Lakoff que los conservadores han invertido billones de d¨®lares desde los a?os setenta en think tanks para financiar investigadores y encuentros dedicados a estudiar la mejor forma de estructurar y comunicar sus ideas y de destruir las posibilidades de sus adversarios ideol¨®gicos, los progresistas. Para ello se valen de la sugestiva teor¨ªa de los marcos mentales que formar¨ªan parte de las estructuras profundas de nuestro cerebro a las que no podemos acceder conscientemente, pero que conocemos por sus consecuencias. Como por ejemplo nuestro modo de razonar y lo que llamamos sentido com¨²n, expresi¨®n tan del gusto de nuestro presidente de Gobierno Mariano Rajoy junto con otras marcas de la casa como ¡°ocuparse de las cosas que realmente preocupan a la gente¡± o esos ubicuos ¡°l¨ªos¡± que entorpecen la labor de gobierno de la ¡°mayor¨ªa natural¡±. Los ¡°valores morales¡± y las emociones por encima de los hechos son la apuesta ganadora de esos ¡°tanques de ideas¡±, entre otras cosas porque para dar sentido a esos hechos necesitamos que encajen con lo que ya fuertemente enraizado en nuestro cerebro. De ah¨ª a los famosos ¡°hechos alternativos¡± solo hab¨ªa un paso¡
Hoy ya sabemos que la tesis de Lakoff ten¨ªa poco de boutade y mucho de premonici¨®n
?Qui¨¦n puede dudar ahora del ¨¦xito de los marcos mentales de los republicanos, llevado al ¨¦xtasis con el advenimiento del trumpismo? Si al principio fue el elefante, la marca del partido, animal tan grandote del que es dif¨ªcil sustraerse, luego pasan al padre severo que castiga a los d¨ªscolos de la familia frente a la blandenguer¨ªa progresista del padre protector, la verdad y la ut¨®pica y nociva igualdad. De ah¨ª pasamos al actual aquelarre de las emociones por encima de la racionalidad, la relativizaci¨®n de la verdad (¡°si no le gusta tengo otra¡±) y la sustituci¨®n del debate pol¨ªtico por la batalla de ¡°valores¡±, en el magma de una pavorosa infantilizaci¨®n de los votantes. Desenga?¨¦monos: ni Trump est¨¢ loco ni los republicanos son una reata de mostrencos. Saben perfectamente lo que hacen y por qu¨¦, es decir, implementar el programa m¨¢s de derechas posible sin tratar de razonarlo ni de darle visos de credibilidad (las dificultades del trumpcare son significativas) y hacerlo incluso con crueldad, sin atisbos de aquel capitalismo compasivo del que hablaba con escaso convencimiento George Bush Jr. Ahora, por fin sin caretas: le?a al moro, al diferente, al gobernante m¨¢s o menos progre, al periodismo de calidad y al sursum corda.
Y al llegar a este punto de reconocimiento del ¨¦xito del republicanismo extremo en Norteam¨¦rica (nada de lo que ocurra en USA puede sernos ajeno), hay que preguntarse si en esta OPNI (Objeto Pol¨ªtico No Identificado) que es Europa, al decir del antiguo presidente de la Comisi¨®n Jacques Delors, estamos vacunados contra esa pol¨ªtica aparentemente ¡°sencilla, sin l¨ªos, para la gente normal¡± y cuya prioridad es que las cuentas cuadren, y que no se pongan trabas a la gran marcha de los triunfadores hacia la felicidad global, o bien si estamos sucumbiendo insidiosamente a las verdaderas intenciones de la derecha c¨®smica: Estado peque?o o m¨ªnimo, impuestos bajos e irrestricta libertad de movimientos para el capital y los empresarios ¡°salvadores¡±.
Si en Europa el t¨¦rmino ¡°liberal¡± se dedica por lo general a partidos centristas de diferente signo, y en Estados Unidos se utiliza desde?osamente para referirse a la izquierda, en Espa?a, lo han adoptado los partidarios de ese Estado peque?o e impuestos bajos y discurso eminentemente economicista, es decir, los correligionarios de Donald Trump que, aunque critican (con tiento y mesura) las peligrosas astracanadas del empresario neoyorquino, no dejan de complacerse con su ¡°ideolog¨ªa¡± aunque est¨¦ a a?os luz de su praxis. Porque ya me dir¨¢n qu¨¦ tiene de ¡°liberal¡± (en el sentido espa?ol del t¨¦rmino) la debilidad trumpiana por las tarifas aduaneras, sus impedimentos a que las empresas se ubiquen donde les parezca o su aversi¨®n a los tratados internacionales de libre comercio (?), por no hablar de sus proverbiales resistencias -tan poco liberales- a reconocer la diversidad racial, sexual o religiosa.
?Es verdaderamente libre nuestra voluntad? ?Son irracionales nuestras ideolog¨ªas?
Todo ello nos lleva de nuevo a los marcos mentales o estructuras neuronales profundas que condicionan nuestras ideolog¨ªas mucho m¨¢s que la racionalidad o en algunos casos incluso la propia conveniencia, lo cual no es exclusivo de la derecha sino de lo que sabe bastante la izquierda asilvestrada (que se lo pregunten a los venezolanos y sus corifeos). Parece como si los humanos nos empe?¨¢ramos en corroborar las modernas teor¨ªas que cuestionan el libre albedr¨ªo en base a hallazgos modernos de la investigaci¨®n del cerebro que sugieren que hasta las decisiones que tomamos conscientemente y luego determinan nuestras acciones han sido ya preelaboradas inconscientemente¡
?Es verdaderamente libre nuestra voluntad? ?Son irracionales nuestras ideolog¨ªas? ?Votamos racionalmente o estamos obedeciendo a nuestros profundos marcos mentales? ?Lo hacemos en base a compartir unas propuestas o por tocarles las g¨®nadas a los otros sean los ¡°progres¡± o los ¡°liberales¡±? ?Es racional este art¨ªculo o est¨¢ urdido en las zonas m¨¢s primarias de mi cerebro, intoxicadas presuntamente por d¨¦cadas de persuasiones subliminales? ?Existe realmente el libre albedr¨ªo o somos simplemente la suma de unas decisiones¡predeterminadas por tecno algoritmos? Arduas cuestiones¡ ?Apor¨ªas?
Pedro J. Bosch es m¨¦dico-oftalm¨®logo y periodista.
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