La inocencia perdida
Cre¨ªamos que el 11-M era una fecha sin derecho a prolongarse en el martirologio
Nos cre¨ªamos invulnerables al rebrote terrorista. M¨¢s por superstici¨®n que por raciocinio. Y porque pens¨¢bamos acaso que el tributo de sangre etarra y la matanza de Atocha hab¨ªan saciado la hip¨®tesis atroz de un nuevo escarmiento de amputaciones.
Nos confortaba el trabajo de nuestra inteligencia, de nuestras polic¨ªas. Y lo hac¨ªa el inventario de atentados evitados, de c¨¦lulas neutraliazadas. Ten¨ªa que servir de ayuda haber estado tantos a?os expuestos a la barbarie del terrorismo, nos dec¨ªamos. Y contribu¨ªa a la idea de la inmunidad la prudencia, la inexistencia, de nuestra pol¨ªtica exterior. Ni fuimos protagonistas en Siria ni aceptamos adquirir riesgos en las emergencias subsaharianas de la yihad. Cada uno tiene su guerra -qu¨¦ gran error- y nos parec¨ªa que Francia deb¨ªa responder a sus atentados. Y Reino Unido a los suyos. Y Alemania deb¨ªa hacer lo mismo, como B¨¦lgica, como Suecia.
Se retrataba as¨ª la ausencia y la tragedia de una verdadera pol¨ªtica com¨²n. La UE no combate unida al terrorismo. No comparte suficiente informaci¨®n. Se malogra la respuesta entre la burocracia y la especulaci¨®n. Y nos cre¨ªamos invulnerables en Espa?a, ajenos a la arbitrariedad del terrorismo atmosf¨¦rico, ubicuo, absoluto.
Conviene familiarizarse con la ferocidad e impunidad del yihadismo. Y no es cuesti¨®n de resignarse a ¨¦l, sino de asimilar las complicaciones que reviste plantar cara a un enemigo abstracto. Ni siquiera hace falta armamento. Un coche, un cuchillo, representan un camino hacia el martirio tan elemental como pavoroso.
Estaba claro que el Estado Isl¨¢mico iba a atribuirse la masacre de Barcelona. No quiere decir que estuviera implicado en la concepci¨®n y en la log¨ªstica de la matanza, pero Al Baghdadi ha logrado patentar el terrorismo imitativo, ambiental. Ha conseguido la autor¨ªa intelectual, editorial, propagand¨ªstica de cualquier acci¨®n que redunde en el mensaje de la guerra a Occidente. Especialmente, cuando los cr¨ªmenes ocurren en ciudades de "perdici¨®n" y en aglomeraciones. Turistas que se divierten. Infieles que se ba?an sin apenas ropa. Y que peregrinan por La Rambla como pervertidos.
Cre¨ªamos que el 11-M era una fecha sin derecho a prolongarse en el martirologio. Y que hab¨ªamos escapado a la fatalidad, no est¨¢ claro por cu¨¢les razones. Supercher¨ªas. Sangre derramada. Y una cierta ingenuidad respecto a las masacres que suced¨ªan tan cerca de nosotros. Hac¨ªamos el esfuerzo de considerarlas un problema ajeno. Y no por cinismo ni frivolidad, sino porque los dioses del miedo, del fanatismo, de la supremac¨ªa ¨¦tnica, del pasamonta?as, del turbante, ya nos hab¨ªan vampirizado hasta dejarnos exang¨¹es. Y no es as¨ª. El 17-A -ya tenemos otra fecha de la que temblar- nos ha secuestrado la inocencia. La hemos perdido en Barcelona, como la pod¨ªamos haber perdido en Madrid o en Granada. Y el duelo nos har¨¢ recordar que somos m¨¢s espa?oles de cuanto pensamos. Que compartimos tantas cosas. Y que es temeraria la involuci¨®n soberanista precisamente cuando la distancia de Madrid y de Barcelona, y de Barcelona y de Bruselas, han de ser m¨¢s cortas que nunca.
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