Fin de la frivolidad
Hay una frivolidad irresponsable y en buena parte culpable en las organizaciones pol¨ªticas que han emprendido estas campa?as de agitaci¨®n de tintes xen¨®fobos
La mano negra ha zanjado. La historia irrumpe con violencia cuando menos se la espera y no en las fechas fijas de los buenos deseos y de las agendas voluntaristas. Las urden y preparan los cerebros del terror, cuando escogen sus objetivos en funci¨®n de las citas electorales o de los debates que polarizan nuestras sociedades, como se ha visto ya en numerosas ocasiones, desde los atentados de Madrid en 2004, en v¨ªsperas de las elecciones generales, hasta el del pasado abril en Par¨ªs en mitad de la campa?a electoral.
Es posible que en lo alto haya alg¨²n lector literalista del Cor¨¢n, alguien que quiera espantar incluso a los millares de turistas musulmanes que suelen pasearse por la Rambla de Barcelona, con velo incluido, para que no vuelvan a acercarse nunca m¨¢s a una ciudad que identifican con todas las prohibiciones de su rigorismo isl¨¢mico. Pero quien ha tomado esta decisi¨®n criminal lee los peri¨®dicos, sigue los informativos televisivos y act¨²a en las redes sociales, es decir, sabe cu¨¢les son las preocupaciones de las sociedades europeas, la espa?ola y la catalana incluidas. Su vocaci¨®n es interferir a trav¨¦s de una violencia inusitada e incomprensible en la imagen extraordinaria que se ha fraguado Barcelona, hasta el punto de convertirse en una de las ciudades de mayor atractivo tur¨ªstico del mundo.
Por m¨¢s que se quiera mirar hacia otro lado, la cita con el terror afecta a dos de los debates que m¨¢s han polarizado a la sociedad espa?ola en los ¨²ltimos meses, como son las funciones de la polic¨ªa auton¨®mica y el modelo tur¨ªstico que conviene a Barcelona. De una parte, el atentado de ayer viene a recordarnos la trascendencia de una buena coordinaci¨®n policial y la absurda pol¨¦mica sobre los deberes constitucionales de todas las polic¨ªas. Cualquier cosa que pueda sembrar la discordia entre polic¨ªas o establecer dudas sobre a qu¨¦ autoridades deben obediencia es un mal servicio a los ciudadanos y una fisura en la seguridad de todos, que a buen seguro querr¨¢n aprovechar los terroristas. Est¨¢ claro que los Mossos de Esquadra, como polic¨ªa integral de Catalu?a, necesita contar con todos los medios de coordinaci¨®n internacional para combatir esta plaga, pero es dudoso que esta coordinaci¨®n sea posible si sus mandos extienden constantemente sombras de duda sobre el comportamiento constitucional de sus comandados.
De la otra parte, el atropello masivo y mortal demuestra que no caben las met¨¢foras ni las licencias literarias a la hora de las culpabilizaciones pol¨ªticas y sociales. Las expresiones y pintadas que designan a los turistas como terroristas han encontrado un eco siniestro en el atentado de ayer. Seguro que sus descerebrados autores no llegaron tan lejos en su imaginaci¨®n, como tampoco es l¨ªcito pensar que las mentes dirigentes del terror hayan atendido espec¨ªficamente a estos llamamientos de connotaciones criminales. Pero el efecto sangriento est¨¢ ah¨ª, a pocos d¨ªas de las apelaciones contra los extranjeros. Lo m¨¢s suave que puede decirse es que hay una frivolidad irresponsable y en buena parte culpable en las organizaciones pol¨ªticas que han emprendido estas campa?as de agitaci¨®n de tintes xen¨®fobos y, l¨®gicamente, tambi¨¦n en quienes se asocian con ellos o requieren sus votos parlamentarios.
El terrorismo de masas, dirigido a erosionar los valores y la convivencia, se est¨¢ convirtiendo en rutina en las sociedades europeas. La ¨¦poca de la frivolidad ha terminado. Ahora s¨ª que nos mira el mundo entero, para saber qu¨¦ haremos de esa Barcelona dolorida por ese ataque salvaje, que quiere empobrecerla y destruirla como ciudad solidaria, abierta y libre. ?Dejaremos que los terroristas interfieran y condicionen el debate sobre Barcelona, sobre su seguridad y su turismo?
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