El diablo a las cinco
Hay que perseguir a los terroristas, pero solo en esta vida, no como Trump
El atentado del jueves, ese diablo a las cinco, con su volc¨¢n de violencia, nos ha devuelto a los barceloneses, que cre¨ªamos vivir un eterno idilio con el mundo, a la cruda realidad. La realidad de que estamos como todos en el bombo de la parca, la segadora que ahora viaja en camioneta y es devota de un califato tan surrealista como mort¨ªfero. El jueves, como muchos otros conciudadanos, pas¨¦ unos minutos de angustia indecible hasta lograr situar a todos mis desperdigados seres queridos en el incierto mapa de la urbe. Un mapa en el que tantos lugares amados, el restaurante Ginart de la Boqueria, la pasteler¨ªa Escrib¨¤, las calles del Raval adyacentes a la Rambla donde se encuentran el teatro Romea y la Filmoteca, hab¨ªan devenido escenario de matanza y p¨¢nico. Ve¨ªa en los v¨ªdeos a los Mossos avanzar armados entre las casetas del mercado como si fueran una escuadra de marines en Ramallah y no pod¨ªa creerlo: ?mi ciudad!
Ya podemos (y es lo correcto) hacer profesi¨®n de coraje y repetir a los asesinos que no doblegar¨¢n nuestro esp¨ªritu ni nuestra convivencia, pero nos va a costar borrarnos esas terribles im¨¢genes de la cabeza: los cuerpos tendidos desmadejados junto a los quioscos, los charcos de sangre, los gritos, el silencio. Y sacudirnos el miedo.
La mayor¨ªa ha reaccionado con admirable entereza y solidaridad, expresando indignaci¨®n y espanto aunque sin dejarse arrastrar por la irracionalidad y el odio. Pero se escuchan tambi¨¦n voces preocupantes. Tambores de venganza. Como suele suceder, lo peor lo ha sintetizado y encarnado el tronante Trump, que, mientras silbaba Dixie, ha sugerido seguir el ejemplo del general Pershing en Filipinas, al que se le atribuye haber desanimado a los insurgentes musulmanes fan¨¢ticos (los Juramentados) haci¨¦ndolos ejecutar con balas ba?adas en sangre de cerdo, lo que les impedir¨ªa entrar en el Para¨ªso. Hay dudas de que Pershing hiciera en realidad eso, aunque en La jungla en armas, de Hathaway, Gary Cooper los enterraba cubiertos de pieles de cerdo con el mismo prop¨®sito..
Esa penalizaci¨®n ultraterrena ya la aplicaba la pragm¨¢tica Gran Breta?a imperial que hac¨ªa fusilar a los revoltosos cipayos indios envueltos en pieles de vaca o cerdo, seg¨²n fueran hind¨²es o musulmanes, para hacerles morir impuros. Tambi¨¦n se los ataba a la boca de un ca?¨®n y lo disparaban (los indios llamaban a este sistema ¡°el viento del diablo¡± y lo tem¨ªan mucho). Esperemos que Trump no se entere.
Hay que perseguir a los malos en esta vida, pero la otra dej¨¦mosela para los que creen en ella.
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