Baudelaire en el siglo XXI
Es muy extra?a la pervivencia de la gran poes¨ªa: tiene mayor capacidad de resistencia y de visi¨®n que cualquier otra disciplina. Mantiene el lenguaje en alerta y es siempre uno de los ¨²ltimos refugios del pensamiento
El 31 de agosto de 1867, hace ciento cincuenta a?os, muri¨® en Par¨ªs Charles Baudelaire. Desde que se hab¨ªa ca¨ªdo en la iglesia de Saint-Loup de Namur, en la B¨¦lgica que tanto detest¨®, no hab¨ªa recuperado el habla y tan s¨®lo acertaba a decir ¡°?Non, cr¨¦nom!¡±, una contracci¨®n de ¡°Sacr¨¦ nom de Dieu¡± (¡°sagrado nombre de Dios¡±). No era casual, en quien hab¨ªa vivido su catolicismo con tanta seriedad, que su ¨²ltima vinculaci¨®n con el lenguaje fuera una blasfemia, un residuo de lo sagrado escupido a la muerte como ¨²ltima negaci¨®n. En el hospital religioso de Bruselas donde se le hab¨ªan tratado los primeros s¨ªntomas de afasia y hemiplejia, las monjas agustinas, cuando el poeta por fin se march¨®, exorcizaron la habitaci¨®n que hab¨ªa ocupado, escandalizadas por su comportamiento. Su madre se lo llev¨® entonces a Par¨ªs, donde lo ingres¨® en la cl¨ªnica hidroterap¨¦utica del doctor ?mile Duval. All¨ª le visitaron unos pocos amigos como Sainte-Beuve o el fot¨®grafo Nadar y las esposas del novelista Paul Meurice y del pintor Manet acudieron a tocarle al piano fragmentos de Tannh?user. Cuando muri¨® estaba en brazos de su madre, que cont¨® c¨®mo hab¨ªa sonre¨ªdo a sus caricias. La imagen es una piet¨¤ moderna, casi inveros¨ªmil de tan perfecta.
Otros art¨ªculos del autor
En sus escasos cuarenta y seis a?os de vida, Baudelaire se expuso a todos los males de su tiempo, se dej¨® llevar por el alcohol y las drogas, contrajo la s¨ªfilis, experiment¨® toda la sordidez imaginable en su relaci¨®n con Jeanne Duval ¨Cla actriz mulata y probablemente lesbiana, reverso de la Beatriz de Dante¨C y borde¨® la indigencia, pero a todo ello le opuso siempre una terrible lucidez, tanto en verso como en prosa, observ¨¢ndose a s¨ª mismo, diseccionando cada una de sus emociones y sin dejarse llevar nunca por el desvar¨ªo, hasta que en enero de 1862 anot¨® en su diario que por primera vez hab¨ªa sentido pasar a su lado ¡°el aleteo de la locura¡±. Apenas setenta a?os antes, H?lderlin hab¨ªa podido escribir todav¨ªa que los poetas, con la cabeza descubierta, recib¨ªan el rayo del dios como ni?os, con corazones puros y manos inocentes. El Baudelaire que muri¨® en brazos de su madre era todav¨ªa ese ni?o, pero el rayo que le hab¨ªa fulminado ya no ven¨ªa de lo alto. Como observ¨® Walter Benjamin, el cr¨ªtico que en las primeras d¨¦cadas del siglo XX sac¨® a Baudelaire del pante¨®n de los cl¨¢sicos y lo puso a trabajar para entender las claves de la vanguardia y del mundo contempor¨¢neo, en Las flores del mal el cielo est¨¢ vac¨ªo, apagado por el resplandor de la ciudad.
Seg¨²n Eliot, fue el primero en cartografiar po¨¦ticamente esa nueva naturaleza que es la ciudad
Es muy extra?a la pervivencia de la gran poes¨ªa. A casi nadie parece importarle y casi nunca produce actualidad literaria, pero en cambio tiene mayor capacidad de resistencia y de visi¨®n que cualquier otra disciplina. Mantiene el lenguaje en alerta y es siempre, sobre todo en tiempos de penuria, uno de los ¨²ltimos refugios del pensamiento. Baudelaire es ya un t¨®pico de la cultura europea y, como tal, ha vivido cientos de vidas, desde su consagraci¨®n p¨®stuma hasta su metamorfosis en distintas lenguas a lo largo del siglo pasado. T. S. Eliot dijo que la inmensa deuda que hab¨ªa contra¨ªdo con ¨¦l pod¨ªa resumirse en dos versos: ¡°fourmillante cit¨¦, cit¨¦ pleine de r¨ºves / Ou le spectre en plein jour raccroche le passant¡± (¡°hormigueante ciudad, ciudad llena de sue?os / donde a pleno d¨ªa el espectro agarra al transe¨²nte¡±), con lo que ven¨ªa a decir que Baudelaire hab¨ªa sido el primero en cartografiar po¨¦ticamente esa nueva naturaleza que es la ciudad. Toda la literatura urbana es inevitablemente baudeleriana, hasta tal punto que nuestra lectura de muchos poemas de Las flores del mal est¨¢ distorsionada por el influjo que ejercieron, convirtiendo en copia al original. Pero volver a su obra, ahora que ya estamos en el siglo XXI y podemos vislumbrar cu¨¢l va a ser nuestro horror, es un ejercicio de preparaci¨®n imprescindible. Del mismo modo que Shakespeare desapareci¨® tras su muerte para volver en el siglo XVIII y entrenarnos para la crisis del romanticismo, Baudelaire, cerrado el par¨¦ntesis ilusorio que se abri¨® tras la segunda guerra mundial, regresa para abrirnos los ojos al abismo de nuestro tiempo.
Todo lo que vio constituye para nosotros un origen, puesto que desde su muerte no ha dejado de crecer y extenderse. Internet ha transformado a todo el orbe en una urbe, en un inmenso pasaje, unos grandes almacenes cuyo fl?neur ¨Cconvertido, como profetiz¨® Benjamin, en hombre anuncio¨C es hoy el internauta, mercanc¨ªa de s¨ª mismo en los mares de la publicidad. Las ciudades son ahora nuestras verdaderas naciones y la multitud que describi¨® Baudelaire es el precedente de las masas que fluyen entre ellas para ser vendidas o masacradas. Cuando ensalz¨® a un pintor menor como Constantin Guys ¨Cen detrimento de Manet¨C estaba en realidad detectando la nueva velocidad de la calle, presagio de la actual met¨¢stasis de la imagen y de la progresiva ceguera que conlleva. Aun m¨¢s que en sus versos, en la prosa desnuda de El Spleen de Par¨ªs puso en tela de juicio los nuevos mitos surgidos de la revoluci¨®n de 1789, como la igualdad, modelo de la dictadura de lo pol¨ªticamente correcto. Y seguramente fue uno de los primeros en darse cuenta de que la ley moderna s¨®lo puede ser apariencia de ley y por tanto inevitablemente arbitraria y l¨¢bil.
La multitud que describi¨® es el precedente de las masas que fluyen entre ellas para ser vendidas
Como poeta, Baudelaire se atrevi¨® a violar la melod¨ªa del alejandrino franc¨¦s con todo el ruido del Par¨ªs del Segundo Imperio, preparando a la poes¨ªa para su destierro ag¨®nico en el ¨¢mbito de la prostituci¨®n, la publicidad y el periodismo. En uno de sus mejores poemas en prosa, identific¨® a un viejo saltimbanqui, solo a las puertas de su barraca, contemplando con mirada profunda e inolvidable a la multitud que a su alrededor se divierte, con ¡°el viejo poeta sin amigos, sin familia, sin hijos, degradado por la miseria y por la ingratitud p¨²blica¡±. Y en un p¨¢rrafo estremecedor de sus diarios se pregunt¨®: ¡°?Qu¨¦ tiene que hacer el mundo de aqu¨ª en adelante bajo el cielo? La mec¨¢nica nos habr¨¢ americanizado de tal modo, el progreso habr¨¢ atrofiado tanto en nosotros toda la parte espiritual, que nada, entre las fantas¨ªas sanguinarias, sacr¨ªlegas o antinaturales de los utopistas, podr¨¢ compararse a sus resultados positivos". Un siglo y medio despu¨¦s de su muerte ya sabemos cu¨¢les fueron esos resultados, algo que de ning¨²n modo debe impedirnos mantener viva la petici¨®n que hizo a continuaci¨®n: ¡°pido a todo hombre que piensa que me muestre lo que subsiste de la vida¡±. Ese sigue siendo, hoy incluso m¨¢s que ayer, el cometido de la literatura arriesgada.
Andreu Jaume es editor y cr¨ªtico literario.
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