Sombra, ceniza y sangre
El lema contra el terrorismo no es ¡°todos somos Barcelona¡± sino ¡°todos somos infieles¡±
Mira por d¨®nde la muerte se comport¨® hace pocos d¨ªas tan antidemocr¨¢ticamente como el Tribunal Constitucional y se empecin¨® en impedir la consulta. Tal vez la culpa de que el consellerde Interior del Govern no dispusiera de poderes para resucitar a los muertos la tenga tambi¨¦n Madrid y Espa?a y el Rey y el Gobierno y Antonio Machado. Pues hubiera sido necesario preguntar a las v¨ªctimas del atentado de Barcelona, antes de que la eternidad las engullera para siempre, si quer¨ªan ser recordadas como ciudadanos catalanes o espa?oles.
Morir en un atentado terrorista es la peor de las muertes. Porque es como si te matara la Historia. Y eso es tanto como no saber qui¨¦n te mata. No te mata un c¨¢ncer o la vejez o un rayo en mitad del monte. Te mata una forma nauseabunda de la alienaci¨®n pol¨ªtica, te matan siglos de religiones tenebrosas, te mata la falta de coordinaci¨®n policial de las Administraciones del Estado, te mata el ser un ciudadano corriente que no tiene escolta, te matan esperp¨¦nticos iluminados que proh¨ªben que pasees por una calle y disfrutes de la brisa y de la luz del sol. Te matan jefes de Gobierno que negocian con pa¨ªses que apoyan la yihad pero que tienen petr¨®leo, te matan inconfesables intereses de corporaciones, de multinacionales. Te mata tambi¨¦n el ser hijo de la Ilustraci¨®n y de la libertad de expresi¨®n. Te mata lo que tambi¨¦n te da la vida: vivir en un pa¨ªs donde la libertad se ejerce.
Conviene recordar entonces, y hacerlo en p¨²blico, que muy probablemente ni Al¨¢ ni Mahoma existen. Como tampoco existen la Virgen del Roc¨ªo ni la Virgen de Montserrat. Porque somos laicos, dem¨®cratas y cultos. Porque amamos el progreso, la ciencia y la raz¨®n. Porque nos gusta la verdad. Porque hay que tener una fe necia para creer que los asesinos de La Rambla eran esos cr¨ªos que salen en los telediarios (uno ten¨ªa solo 17 a?os), que no eran m¨¢s que v¨ªctimas tambi¨¦n. Los asesinos de verdad, no los ejecutores, son otros. Podemos llenar nuestras ciudades de millones de polic¨ªas, o convertirnos todos en polic¨ªas, y seguir¨¢n existiendo el terror y las tinieblas. Con el fanatismo del catolicismo acabamos en el siglo XVIII con dos armas pac¨ªficas: la cultura y la ciencia. Debemos recordar a todos los musulmanes, y especialmente a los moderados, que, cuando menos, cabe considerar la hip¨®tesis de que Al¨¢ no exista ni haya existido jam¨¢s.
El lema contra el terrorismo no es ¡°todos somos Barcelona¡± sino ¡°todos somos infieles¡±. Ese es el lema que nos acabar¨¢ salvando en el futuro, cuando esta nueva y cutre Edad Media que nos humilla se hunda y se convierta en sombra, ceniza y sangre triste.
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