No al refer¨¦ndum
Rajoy no puede seguir ignorando la quiebra del Estado causada por la falta de lealtad institucional del gobierno auton¨®mico catal¨¢n. Su pasividad genera m¨¢s incertidumbre y concede la iniciativa a los secesionistas
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La idea y las formas de la independencia siguen su curso en Catalu?a ante la mirada indiferente del Estado. Muchos han cre¨ªdo que la prudencia del gobierno de la naci¨®n era la estrategia adecuada para no exacerbar los ¨¢nimos secesionistas y que, bajo la curiosa doctrina de que nada es sancionable hasta que no surta efectos legales, lo que hubiera que frenar ser¨ªa frenado en el momento oportuno. Pero quiz¨¢s sea pertinente preguntarnos si al abrigo de esta prudencia no se est¨¢ fomentando entre las filas independentistas la convicci¨®n de que la secesi¨®n es posible, a la vez que entre los contrarios a la independencia crecen dudas fundadas acerca del mantenimiento de la unidad de Espa?a.
En la mente de muchos catalanes siguen revoloteando tres im¨¢genes que ilustran el abandono o, por lo menos, la falta de presencia del Estado en Catalu?a. La primera son las largas colas que el 9 de noviembre de 2014 se formaron ante los puntos de votaci¨®n de la llamada consulta sobre la independencia. La segunda es la imagen de autoridad y poder que, desde el palacio de la Generalitat, Puigdemont y Junqueras, acompa?ados por la presidenta del Parlamento catal¨¢n y los diputados de las formaciones secesionistas, dieron el 9 de junio pasado cuando anunciaron la celebraci¨®n del refer¨¦ndum de secesi¨®n del pr¨®ximo 1 de octubre. La tercera es la imagen de las banderas independentistas que, enarboladas en s¨®lidos y prominentes m¨¢stiles, ondean desde hace ya varios a?os en muchos municipios catalanes, y que ahora se ven complementadas con monumentales urnas y no menos visibles papeletas con un rotundo S?.
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Es pura forma, dir¨¢n algunos, no hay sustancia que deba ocupar nuestra atenci¨®n. Pero son im¨¢genes que hubieran sido imposibles en cualquier democracia asentada. Im¨¢genes que inevitablemente llevan a muchos ciudadanos a pensar si el pacto entre ellos y el Estado no se estar¨¢ rompiendo, si no estar¨¢ desapareciendo la protecci¨®n que la ley les otorga ?C¨®mo si no entender el anuncio del refer¨¦ndum del 1 de octubre, en el que una parte del Estado desafiaba a otra parte del mismo Estado, dici¨¦ndole que no iba a respetar la legalidad establecida; incumpliendo de hecho y en ese mismo momento la ley?
Que sean cuestiones formales no quita que puedan influir de forma decisiva en la posici¨®n de la gente ante la independencia. Particularmente cuando a la imagen ofrecida por las declaraciones m¨¢s desafiantes y rebeldes de los secesionistas sigue la imagen del silencio del gobierno de la naci¨®n, cuando no la del saludo cort¨¦s con ocasi¨®n de los numerosos actos p¨²blicos que ambas partes comparten. Una concatenaci¨®n de im¨¢genes contradictorias que a los que no entienden la doctrina de que para actuar haya que esperar a que aparezcan efectos legales, confunde y desmoraliza por su absurdidad; pero que a otros conforta por lo que tiene de confirmaci¨®n de su expectativa de una independencia posible: si Puigdemont puede anunciar el refer¨¦ndum del 1 de octubre y todo sigue igual, Puigdemont podr¨¢ sin duda tambi¨¦n organizar y celebrar este refer¨¦ndum.
Muchos ciudadanos piensan si disfrutan a¨²n de la protecci¨®n que la ley les otorga
El gobierno de la naci¨®n ignora los peligros que su cautela genera. En primer lugar, ignora que la pol¨ªtica de pasividad, a la vez que disminuye el poder del Estado aumenta la fuerza del movimiento independentista. Frente a la soberbia cada vez m¨¢s aparente del movimiento secesionista, cada cesi¨®n, cada muestra de laxitud en el descargo de las obligaciones del gobernante debilita su poder y refuerza el de su opositor. En segundo lugar, la pasividad concede la iniciativa a los secesionistas. Estamos en una lucha de poder en la que, para los secesionistas, todo vale. Si el gobierno de la naci¨®n ha mostrado ya sus cartas al reconocer que no actuar¨¢ hasta que las acciones comporten efectos legales ?para qu¨¦ legislar antes de tiempo? En el extremo, la ley del refer¨¦ndum puede aprobarse en el ¨²ltimo momento, con las urnas y la log¨ªstica del refer¨¦ndum totalmente a punto, y con las colas de ciudadanos ya formadas para votar. Por ¨²ltimo, es posible que un mayor activismo estatal genere m¨¢s independentistas, pero la pasividad de la pol¨ªtica actual cercena el apoyo de quienes, aun no deseando la independencia, ven con ansiedad que se tolere el protagonismo de quienes claramente quieren separar Catalu?a de Espa?a.
La falta de garant¨ªas del refer¨¦ndum facilita su presentaci¨®n al ciudadano como la ¨²ltima oportunidad para ser contado como buen catal¨¢n. Una intimaci¨®n que ya han sufrido los jueces y funcionarios catalanes, y que acabar¨¢ haci¨¦ndose a todo el mundo. En este contexto, la ansiedad de los ciudadanos contrarios a la independencia y el debilitamiento de su apoyo a un gobierno que no parece concernido, puede causar un aumento en la participaci¨®n del refer¨¦ndum. Cuanto m¨¢s cerca del 1 de octubre estemos, mayor ser¨¢ la inestabilidad de la situaci¨®n y el desconcierto de los ciudadanos, y en la volatilidad del momento lo inesperado puede ocurrir. Si el refer¨¦ndum se celebra y acaba acredit¨¢ndose que ha contando con una participaci¨®n razonable, Espa?a tendr¨¢ un problema.
Si la consulta se celebra y logra una participaci¨®n razonable, Espa?a tendr¨¢ un problema
Alguien puede creer que lanzar esta predicci¨®n, sujeta a tantos condicionantes, es un ejercicio de puro alarmismo. Pero los ciudadanos no son h¨¦roes ni tienen la obligaci¨®n de serlo. Son personas de carne y hueso que quieren vivir en paz y aborrecen la incertidumbre. Son individuos que pueden, en una situaci¨®n tan inestable como la presente, con la mejor de las voluntades y en salvaguarda de su inter¨¦s tal como ellos lo perciben, hacer del sue?o secesionista una realidad.
Por prudencia, este es el supuesto del que Rajoy deber¨ªa partir para decidir sus pr¨®ximos pasos. El riesgo de avivar la llama independentista palidece frente al peligro de llegar a las puertas de un posible refer¨¦ndum con la duda instalada en la mente de los ciudadanos. Antes, mucho antes del 1 de octubre, y con independencia del curso que tomen las iniciativas legislativas del Parlamento catal¨¢n, Rajoy debe convencer a la sociedad espa?ola de que este refer¨¦ndum no se celebrar¨¢. Simplemente decirlo, como ha hecho hasta ahora, y a la vez no hacer nada para cambiar las condiciones objetivas de la pol¨ªtica catalana, no despeja la incertidumbre. Rajoy no puede seguir ignorando la quiebra del Estado causada por la falta de lealtad institucional del gobierno auton¨®mico catal¨¢n. Si esta quiebra no se repara, nada que contemple una descentralizaci¨®n pol¨ªtica y econ¨®mica como la que Espa?a ha disfrutado en los ¨²ltimos cuarenta a?os es posible. Rajoy tiene ante s¨ª un problema muy dif¨ªcil y su obligaci¨®n como presidente del Gobierno es resolverlo.
Antoni Zabalza es economista y fue secretario de Estado de Hacienda.
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