El primer indulto de Trump, un canto al racismo
El perd¨®n concedido al 'sheriff' Joe Arpaio es un desaf¨ªo a quienes cuestionan la pol¨ªtica migratoria

Hay gobernantes prudentes que utilizan la prerrogativa de gracia que les concede la ley para reparar rigores excesivos de la justicia, premiar arrepentimientos o reforzar la finalidad de inserci¨®n y rehabilitaci¨®n del sistema penal. Pero los hay tambi¨¦n que convierten la capacidad de indultar en un instrumento al servicio de su ideolog¨ªa o de los amigos pol¨ªticos que han transgredido la ley. Que el primer indulto que concede Donald Trump haya sido para su amigo Joe Arpaio, sheriff durante 23 a?os del condado de Maricopa (Arizona), es un desaf¨ªo a todos aquellos, incluidos los jueces, que se atreven a poner trabas a sus pol¨¦micas pol¨ªticas contra la inmigraci¨®n. Y es tambi¨¦n un insulto a toda la comunidad latina, a la que el sheriff Arpaio ha perseguido de forma implacable durante m¨¢s de dos d¨¦cadas, hasta que en noviembre del a?o pasado la movilizaci¨®n del voto hispano le ape¨® del cargo.
En realidad, Arpaio y Trump son almas gemelas. Comparten un car¨¢cter prepotente y narcisista, un gran af¨¢n de protagonismo y una especial habilidad histri¨®nica para atraer los focos medi¨¢ticos. En los ¨²ltimos a?os han hecho gala de una perfecta sinton¨ªa personal y pol¨ªtica. La motivaci¨®n racista de su modo de proceder qued¨® ostentosamente patente cuando ambos emprendieron una campa?a para demostrar que Barack Obama no era norteamericano. Para Trump, las pol¨ªticas de acoso a los indocumentados que Arpaio aplicaba en su condado eran un modelo a seguir en todo el pa¨ªs.
Arpaio fue condenado en julio pasado por desacato. Una juez federal le hab¨ªa ordenado que dejara de aplicar m¨¦todos de persecuci¨®n de inmigrantes que vulneraban los derechos civiles, pero las patrullas a su mando siguieron sus campa?as de acoso con detenciones e identificaciones basadas exclusivamente en los rasgos raciales. El sheriff se mofaba del rosario de demandas que la polic¨ªa recib¨ªa cada a?o. Y presum¨ªa de haber encontrado la f¨®rmula para lograr que los presos de Phoenix cumplieran las penas en toda su integridad y con tanta penalidad que no les quedaban ganas de volver a delinquir. ?l no ten¨ªa problemas de plazas penitenciarias. Se invent¨® una c¨¢rcel tan el¨¢stica que pod¨ªa crecer tanto como el celo de sus patrullas quisiera: un mar de tiendas de campa?a en medio del desierto. Pod¨ªa plantar tantas como hicieran falta. Y no se conformaba con que las condiciones de la prisi¨®n, en la que f¨¢cilmente se soportaban temperaturas de 45 grados cent¨ªgrados, fueran de una dureza desmedida, sino que impon¨ªa a los internos humillantes medidas disciplinarias, incluidos grilletes y trajes de rayas.
Esto es lo que ocurre en los Estados Unidos del siglo XXI y ese es el personaje a quien Trump acaba de indultar alegando que es un patriota y que su ¡°admirable servicio a la naci¨®n¡± merece el perd¨®n presidencial. Resulta descorazonador que personajes como Arpaio hayan tenido durante tanto tiempo el apoyo electoral necesario para ejercer su racismo. Y, m¨¢s a¨²n, que las circunstancias que lo explican sean las mismas que han llevado a que otro personaje como Trump pueda ahora indultarle.
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