¡®Titanic¡¯

El Titanic siempre es noticia y m¨¢s ahora cuando los catalanes nos repartimos a partes iguales entre el iceberg y el barco y o esto lo remedia alguien o, perm¨ªtanme la expresiva catalanada, tomaremos mal. La exposici¨®n Titanic, the reconstruction que se puede ver precisamente estos d¨ªas (hasta el 1 de octubre) en el Museo Mar¨ªtimo de Barcelona incluye un interesante documento donado por un matrimonio norteamericano: un telegrama del presidente de EE UU William Taft preguntando por su muy apreciado ayuda de campo Archibald Butt, uno de los famosos pasajeros del buque.

El mayor Butt fue un hombre complejo que cargaba siete ba¨²les de ropa, viajaba con su compa?ero, el artista Frank Millet, y padec¨ªa estr¨¦s buscando la equidistancia (!) entre Taft y Theodore Roosevelt, tambi¨¦n empleador y amigo suyo. Su verdadero comportamiento aquella infausta noche est¨¢ lejos de haber sido dilucidado, entre otras cosas porque los posibles testigos estaban demasiado ocupados salv¨¢ndose o ahog¨¢ndose. Los relatos tradicionales nos hablan de un personaje heroico que tuvo una actuaci¨®n ejemplar ayudando en la organizaci¨®n de la evacuaci¨®n y que hasta cedi¨® su puesto en un bote a una mujer irlandesa de tercera clase. Tambi¨¦n se le sit¨²a jugando al bridge con otros de aquellos caballeros demasiado anglosajones para excitarse por un simple naufragio. Sin embargo, otras fuentes nos lo describen rev¨®lver en mano cubriendo a los hombres que trataban de subir a la fuerza a los botes pese a la norma de ¡°mujeres y ni?os primero¡±. Asimismo se dijo que se peg¨® un tiro antes del ¨²ltimo chapuz¨®n.

En circunstancias como esas, nunca se sabe en realidad de qu¨¦ manera se va a portar uno. Si el? Titanic sacar¨ªa lo mejor o lo peor de ti. En todo caso, fueran cuales fuesen la naturaleza y el comportamiento de Archie Butt, lo incuestionable es que acab¨® pasto de los peces, en el fondo del mar, que guarda celosamente todos sus secretos.