Nunca deber¨ªa ser tarde para hacer pol¨ªtica

En uno de sus art¨ªculos Rafael S¨¢nchez Ferlosio hablaba del papel que juega el esc¨¢ndalo en la actividad pol¨ªtica. Se refer¨ªa a ese ¡°can¨®nigo repertorio de los no me digas, los est¨¢s bromeando, los incre¨ªble, inaudito, monstruoso¡± y toda su ¡°corte de gesticulaciones¡± con los que, con demasiada frecuencia, los pol¨ªticos reaccionan ante determinadas cuestiones. Y a?ad¨ªa que, en esas circunstancias, andan como locos para ¡°cargarse de raz¨®n¡±.

Conviene hacer alg¨²n matiz. Una parte esencial del trabajo de los pol¨ªticos es la de sostener con argumentos su discurso y buscar razones que respalden sus decisiones, sus posiciones, sus propuestas. Pero eso no tiene nada que ver con el gesto de rasgarse las vestiduras poco rato despu¨¦s de haberse tomado la molestia de cargarse de raz¨®n.

En otro art¨ªculo, Ferlosio apuntaba que ¡°el esc¨¢ndalo es una droga que anestesia el sentimiento de nulidad pol¨ªtica¡±. O lo que es lo mismo: si un pol¨ªtico se ocupa todo el rato de esconderse tras la retah¨ªla habitual de los incre¨ªble, inaudito, monstruoso es que no sirve para nada, pero est¨¢ tan enfrascado en su encomiable capacidad de esc¨¢ndalo que est¨¢ convencido de estar cumpliendo con su tarea. Pues no. Toda esa ¡°corte de gesticulaciones¡± no vale nada.

En pol¨ªtica no sirve, no deber¨ªa servir, el esc¨¢ndalo, el simple y mero cargarse de raz¨®n. Sirven, deber¨ªan servir, las razones. Pero las razones son solo una parte de la pol¨ªtica. En ese guiso intervienen tambi¨¦n otros ingredientes que tienen (quiz¨¢ por desgracia) tanta o igual importancia: las emociones, los intereses ¡ªentre los que suelen existir algunos francamente turbios¡ª, la historia de cada cual y la memoria que conserven los otros de sus aciertos y desmanes, las viejas complicidades (o enemistades) entre estos y aquellos y, sobre todo, la voluntad de poder. El querer tomar las riendas, imponer un rumbo, conquistar unas metas.

Hacen bien, en estos momentos, cuantos buscan todos los argumentos para defender la democracia frente al desaf¨ªo de los independentistas catalanes de saltarse las leyes. Pero es imprescindible que no caigan en la tentaci¨®n de cargarse de raz¨®n. Los pol¨ªticos tienen la obligaci¨®n de trabajar, y eso significa no tanto escandalizarse como empezar a construir un marco desde el que se puedan proponer soluciones para resolver cualquier complicaci¨®n. En el enquistamiento del problema catal¨¢n igual todos han terminado por colaborar de alguna manera (el que est¨¦ libre de culpa que tire la primera piedra). Como el problema es complejo, los pol¨ªticos deber¨ªan arremangarse ya y empezar a meter las manos en el lodo.

Una ¨²ltima referencia a un tercer art¨ªculo de Ferlosio. Avisaba en ¨¦l del riesgo que existe si se reduce la actividad pol¨ªtica a ¡°la huera y redundante contienda entre sujetos¡±. En ese caso, dice, ¡°su genuino objeto, el trato con las cosas, quedar¨ªa abandonado a la incompetencia y al azar¡±. Nos jugamos mucho. Y no es una batalla entre sujetos: los pol¨ªticos tienen que ocuparse de las cosas.