La reconstrucci¨®n
Es necesario que en Catalu?a haya respeto a las leyes, que todos tengan voz y que se materialice el valor para defender ideas que han sido estigmatizadas. No debe volver a suceder que desde fuera de la ley se imponga un modelo a todos
La mayor¨ªa de nosotros estamos viviendo la situaci¨®n de Catalu?a como una pesadilla de la que queremos despertar. Tras el refer¨¦ndum ilegal y fraudulento del 1 de octubre, se avecina una declaraci¨®n de independencia. Conf¨ªo en la acci¨®n del Estado y en la fortaleza de la democracia espa?ola. La pesadilla terminar¨¢ alg¨²n d¨ªa y sus responsables rendir¨¢n cuentas. Entonces podremos ponernos en marcha con la reconstrucci¨®n.
Hay muchas propuestas y buenos deseos. Se invoca el federalismo, se proponen reformas constitucionales, se proyectan leyes de claridad a la canadiense. Todo esto me parece un poco ingenuo y precipitado. Para empezar, no sabemos ni cu¨¢l ser¨¢ el panorama pol¨ªtico. Cuando el golpe fracase y se apliquen las medidas penales a los responsables, el equilibrio de partidos cambiar¨¢ en Catalu?a. Pueden ocurrir tantas cosas que no vale la pena ni enumerarlas: tardamos menos en esperar y ver.
Casi todas las propuestas que se plantean para el 2 de octubre tienen un grave problema: ignoran el ambiente que ha hecho posible la situaci¨®n que ahora vivimos. A d¨ªa de hoy, en Catalu?a, la verdad y la mentira se confunden como en el Reino Unido previo al refer¨¦ndum del Brexit o como en Estados Unidos antes de la victoria de Donald Trump. Igual que en estos dos pa¨ªses, la xenofobia se pasea orgullosa por el espacio p¨²blico, con menos oposici¨®n aqu¨ª que en los pa¨ªses anglosajones. La democracia ha dejado de ser un r¨¦gimen de convivencia de los diferentes: ahora sirve para justificar que unos pocos se apropien de los derechos de todos ignorando por completo las leyes. Todo esto se ha acelerado en relativamente poco tiempo, pero no ha salido de la nada.
El realismo es esencial en pol¨ªtica. Tengo mis ideas sobre el nacionalismo y sobre la organizaci¨®n territorial del Estado, las defiendo y las defender¨¦, pero no tengo problema en aceptar algo de frustraci¨®n: en una sociedad plural hay que saber renunciar a parte de tus principios por el bien de la convivencia. ?C¨®mo no voy a creer en el di¨¢logo si soy eurodiputada? En Bruselas se habla con todos y acerca de todo. Lo que ocurre es que Catalu?a no es Bruselas. Algunas ideas y posiciones han sido marginadas, estigmatizadas y hasta perseguidas. No han desaparecido, pero han quedado silenciadas, recluidas, mientras otras, las de los nacionalistas, se ense?orean.
Antes o despu¨¦s habr¨¢ que empezar a construir un espacio com¨²n que refleje el pluralismo
Antes o despu¨¦s habr¨¢ que empezar a construir un espacio com¨²n en Catalu?a que refleje el pluralismo de la sociedad, que visibilice todas las ideas, todas las posiciones, que permita a los ciudadanos escuchar los argumentos de todos, y no s¨®lo los de los mismos de siempre. Un espacio as¨ª no evitar¨ªa que se dijeran mentiras, pero s¨ª har¨ªa m¨¢s dif¨ªcil que prosperaran. En un espacio as¨ª, la negociaci¨®n y el di¨¢logo ser¨ªan justos y equilibrados. De hecho, cuando no se dan estas condiciones no hay negociaci¨®n: hay chantaje.
En Catalu?a se ha dicho que un refer¨¦ndum que excluye a la inmensa mayor¨ªa de los espa?oles es democr¨¢tico. En Catalu?a siguen siendo p¨²blicos los estatutos de la Asociaci¨®n de Municipios por la Independencia, un repugnante texto supremacista. En Catalu?a se ha dicho que tras la independencia unilateral, la UE la recibir¨¢ con los brazos abiertos. Y el problema no es que se diga, sino que la respuesta apenas se escuche, que se normalice la xenofobia, que la verdad no se diferencie de la mentira.
Por eso me parece positiva la publicaci¨®n de manifiestos y posicionamientos de intelectuales de izquierdas contra el refer¨¦ndum. La izquierda ha olvidado durante demasiado tiempo la importancia de ese espacio com¨²n y, convencida de que lo progresista es subirse al carro identitario, parec¨ªa m¨¢s preocupada por obtener el sello de catalanidad que otorgan los nacionalistas que por defender la igualdad de todos los ciudadanos. L¨¢stima que hayamos tenido que llegar hasta aqu¨ª para que algunos espabilen, pero, sea como sea, veo una oportunidad para que el constitucionalismo recupere su espacio en Catalu?a.
La reconstrucci¨®n no es cosa s¨®lo de los partidos pol¨ªticos. Medios de comunicaci¨®n, agentes sociales, asociaciones de todo tipo¡ toda la sociedad catalana debe reflexionar sobre lo ocurrido y contribuir en la tarea. Y no s¨®lo la catalana: es hora de revisar nuestra relaci¨®n con el nacionalismo, que es tanto como decir los valores de nuestra democracia. El imperio de la ley no es un fetiche, sino la ¨²nica garant¨ªa de la libertad y de la igualdad: fuera de ¨¦l s¨®lo hay tiran¨ªa. ?C¨®mo es posible que al explicar esto te puedan llamar fascista? Creo que se debe, en parte, a cierta dejadez; y, en parte, a que se ha silenciado, al menos en Catalu?a, al que lo ha sostenido.
El espacio p¨²blico del que hablo es el lugar en el que se produce el debate de ideas. Est¨¢ hecho pedazos, y a la hora de recomponerlo ser¨¢ imprescindible asegurarnos de que no es posible manipular a los medios de comunicaci¨®n como han hecho los nacionalistas hasta la fecha. Har¨¢n falta voluntad pol¨ªtica y recursos para evitar el monopolio informativo del que han dispuesto. Tambi¨¦n ser¨¢ necesario cierto examen de conciencia: qu¨¦ papel ha tenido cada uno en la exclusi¨®n de ciertas ideas o incluso en resultar simp¨¢tico a los se?oritos de la finca.
Respeto a las leyes, voz para todos y valor para defender ideas que han sido estigmatizadas: esto es para m¨ª la reconstrucci¨®n. Sentadas estas bases, podremos hablar de competencias, de reformas, de acuerdos. Insisto, yo tengo mis posiciones y no creo que todas valgan lo mismo, pero todos tendremos que estar dispuestos a ceder en algo. Lo que no puede volver a ocurrir es que unos gobernantes y partidos fuera de la ley traten de imponerse al conjunto de los catalanes y de los espa?oles. Es decir, que se pretenda que algunos cedamos en todo y otros en nada.
Beatriz Becerra es vicepresidenta de la subcomisi¨®n de Derechos Humanos en el Parlamento Europeo y eurodiputada del Grupo de la Alianza de Liberales y Dem¨®cratas por Europa (ALDE).
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