Nadie puede dejar de comentar los pantalones de Kim Jong-un
El horror que causa el r¨¦gimen del dictador norcoreano deja a veces espacio para que, en una mirada m¨¢s fr¨ªvola, nos fijemos en su aspecto. Esta es una de esas veces
Kim Jong-un (Pyongyang, 1984) es un brutal dictador, un tirano que dirige uno de los lugares m¨¢s crueles de la Tierra y tambi¨¦n un tipo con un estilo indefinible que fascina en el resto del mundo. Si algo tienen los tiranos es un personal¨ªsimo sentido de la moda que hace que resulten mucho m¨¢s magn¨¦ticos visualmente que los l¨ªderes de occidente y sus tristes trajes azul marino y gris. Recordemos el amor de Muammar Gadafi por los colores chillones en sus trajes, su variedad de gafas de sol y las operaciones de cirug¨ªa est¨¦tica que luc¨ªa su cara. O los indescriptibles estampados del sanguinario Robert Mugabe. Jam¨¢s querr¨ªamos a mandatarios as¨ª en un puesto de poder, pero resultar¨ªan llamativos sentados en la primera fila de una pasarela.
Kim Jong-un no puede competir con los anteriormente mencionados en color: su dictadura es gris, verde botella y caqui de puertas afuera (de puertas adentro, en los palacios de su familia, es color oro y corren todos los lujos occidentales que a la poblaci¨®n se le niegan).?Pero eso no evita que, a su manera, cada aparici¨®n suya filtrada a occidente tenga una segunda lectura fr¨ªvola (tras una primera que incomoda y preocupa) en la que nos fijamos en su atuendo.
Y estos ¨²ltimos d¨ªas le ha tocado a sus pantalones.
Kim Jong-un es un se?or gordo. Una suerte en un pa¨ªs en el que muchos de los de su generaci¨®n murieron en la gran hambruna de los 90 (entre 500.000 y 3.000.000, los c¨¢lculos nunca son exactos en el pa¨ªs m¨¢s impenetrable del mundo) y los supervivientes miden una media de 8 cent¨ªmetros menos?que los surcoreanos debido a las carencias alimentarias. Pero es un se?or gordo que, al contrario que muchos otros, no intenta disimularlo. Si acaso, cubrirla. Sus pantalones, anch¨ªsimos, enormes, no dejan de llamar la atenci¨®n al mundo.
El Mirror?los ha comparado con los baggy trousers (algo parecido a los bombachos) que los raperos pusieron de moda a principios de los noventa, justo cuando la ayuda sovi¨¦tica dejaba de llegar a Corea del Norte y el pa¨ªs se abocaba a una tragedia humanitaria. Y la edici¨®n brit¨¢nica de Esquire se ha sorprendido, m¨¢s all¨¢ de la forma de los pantalones, en c¨®mo es posible que parece que las piernas de Jong-un los llenan. "?Tiene elefantiasis?", se preguntan. Otra posible comparaci¨®n: los phat pants,?los anch¨ªsimos y coloridos pantalones que causaron sensaci¨®n entre la comunidad rave de principios de los noventa. Por favor, que nadie se pierda las im¨¢genes que arroja Google al respecto.?
¡°Es un uniforme que me gusta mucho: chaqueta mao (que, he descubierto, no es la que no tiene solapas, sino la que s¨ª tiene, pero camisera, y esos bolsillos) y pantal¨®n con la raya planchada", afirma Daniel Garc¨ªa, director de moda de ICON. "?Y en raya diplom¨¢tica! La idea es una maravilla, pero la anchura del pantal¨®n es un reto. Se me ocurre que puede ser, sencillamente, que Kim Jong-un quer¨ªa un pantal¨®n recto (o sea, que cae desde la cadera hasta el suelo sin estrecharse ni acampanarse), pero como ¨¦l es ancho, pues la pernera se ha quedado ancha. No quer¨ªa pisarse el bajo, as¨ª que se lo dej¨® corto. Y ah¨ª lo tienes: un pantal¨®n inaudito que podr¨ªa haberlo sacado Balenciaga¡±.
Pese a que desde la llegada de?Jong-un al poder las normas de vestimenta se han vuelto menos r¨ªgidas y nuevos aires han llegado desde china (colores m¨¢s vivos y accesorios llamativos), hay cosas que siguen siendo muy dif¨ªciles de ver en Corea del Norte, como los pantalones vaqueros. Jong-un los prohibi¨® en abril de 2016. Dado que esta sociedad cualquier gesto y estilo del l¨ªder es tomado como ejemplo absoluto para el resto de la poblaci¨®n (su peinado es el que se recomienda, cuando no se obliga, a los hombres del pa¨ªs, y el peinado bob que luce su esposa Ri Sol-ju es el que deben llevar las mujeres), es posible que pronto los anch¨ªsimos pantalones que milagrosamente parecen estar siempre llenos y lisos se conviertan en la norma para todos los ciudadanos.
En el premiado Querido L¨ªder: vida cotidiana en Corea del Norte (Barbara Demick, 2011), tal vez el libro que mejor ha retratado el horror de Corea del Norte, llama la atenci¨®n que el mayor trauma para los desertores que logran escapar a regiones libres como Corea del Sur consiste en enfrentarse, d¨ªa a d¨ªa, a decisiones que en su pa¨ªs de origen les ven¨ªan impuestas, como qu¨¦ comer o qu¨¦ ropa ponerse.
Si este pantal¨®n se impone, la buena noticia para los que tengan intenci¨®n de huir de tal horror es que podr¨ªan meter a dos o tres miembros de su familia en la pernera. Perm¨ªtasenos el chascarrillo que llega, siempre, tras la reacci¨®n inicial de horror.?
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