Ganar a los independentistas
Una soluci¨®n pol¨ªtica debe incluir que votemos, primero juntos, una reforma de la Constituci¨®n y que luego los catalanes voten un nuevo Estatuto. Deber¨ªamos defender que se vote s¨ª o no a un nuevo pacto de convivencia entre espa?oles
En el debate del estado de la naci¨®n de 2013 dije que exist¨ªa una crisis de convivencia entre Catalu?a y el resto de Espa?a, un desencuentro que exig¨ªa nuestra atenci¨®n. Rajoy no me hizo caso. Ni ¨¦l, ni muchos de los que hoy pueblan las p¨¢ginas de peri¨®dicos y las tertulias hablando de imprevisi¨®n. Es un tema que ya aburre; a la audiencia no le interesa, dec¨ªan. El tiempo, por desgracia, me ha venido a dar la raz¨®n, pero de nada sirve llorar sobre la leche derramada. Es preciso abordar este futuro incierto ante el que nos ha situado tanta irresponsabilidad y tanta ceguera.
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Estoy convencido de que debemos ir m¨¢s all¨¢ de los bienintencionados, y gen¨¦ricos, llamamientos al di¨¢logo que est¨¢n en boca de muchos. Porque, sin duda, hace falta di¨¢logo, y m¨¢s pol¨ªtica como tambi¨¦n se reclama. Pero, ante todo, hace falta plantear un proyecto pol¨ªtico.
Sucede que, ante la propuesta de independencia de Catalu?a ¡ªque es lo que, ya sin tapujos, defiende el soberanismo catal¨¢n, y que en estos momentos tiene un atractivo innegable para mucha gente¡ª, no bastan las clases de Derecho Pol¨ªtico que con frecuencia oigo a muchos dirigentes pol¨ªticos. Es evidente que el cumplimiento de la ley es esencial en una democracia, y, por tanto, que hay que denunciar, ante la opini¨®n p¨²blica y ante los tribunales, los atropellos y las mentiras de un Gobierno, el catal¨¢n, que se cree por encima de las reglas democr¨¢ticas, incluso de las votadas por ellos mismos.
Hay quienes dir¨¢n que es demasiado tarde; pero nunca lo es para evitar una cat¨¢strofe
Pero con ello no basta para contrarrestar un proyecto pol¨ªtico, el independentista, que, nos guste o no ¡ªy a m¨ª no me gusta nada¡ª, ofrece una respuesta, tan universal como falaz, a casi todas las inquietudes que se han instalado entre una buena parte de los catalanes: la desafecci¨®n ante el Estado tras el fiasco de la reforma del Estatut; los efectos del tramposo, pero eficaz, ¡°Espa?a nos roba¡±; la corrupci¨®n de la derecha nacionalista catalana, a la que sus l¨ªderes tratan de dar carpetazo refugi¨¢ndose en un repentino ataque de fervor independentista. Y tambi¨¦n el malestar de los j¨®venes en paro o con empleos precarios, de la gente de izquierdas cansada del Gobierno del PP, de sus continuas faltas de respeto hacia su cultura y su identidad. Y, por supuesto, las aspiraciones de los independentistas y los republicanos de toda la vida. A todos ellos puede dar cobijo el manto de la estelada, de un proyecto nacional te?ido de un innegable atractivo populista.
Y a ese proyecto nuevo, sin estrenar, que tiene una ¨¦pica poderosa, una est¨¦tica llamativa y su particular ¨¦tica, no basta con oponerle argumentos hist¨®ricos, sociales, econ¨®micos o europeos, que los hay, y muy buen fundamentados. Hay que enfrentarle un proyecto pol¨ªtico atractivo, tambi¨¦n nuevo, un pacto de convivencia que renueve aquel que hicimos hace casi ya cuarenta a?os. Tenemos que sustituir el mensaje de ¡°queremos vivir juntos¡± por el de ¡°tal es nuestra voluntad de seguir juntos, que estamos dispuestos a cambiar nuestras normas de convivencia, el pacto territorial contenido en la Constituci¨®n, para poder hacerlo¡±. Y para eso, dialogar y pactar, y luego votar juntos para seguir juntos. Porque votar habr¨¢ que votar. Lo que debemos dirimir no es el derecho a votar, sino el contenido de lo que se vota y qui¨¦nes votan. Que se debe adecuar a nuestra Constituci¨®n, pero que tambi¨¦n debe dar una respuesta a muchos catalanes que quieren seguir en Espa?a aunque, eso s¨ª, cambiando las cosas. Y reformar nuestra Carta Magna, completando su car¨¢cter federal. Para incorporar a nuestro texto constitucional los preceptos que aseguren el respeto a la identidad de las distintas comunidades, a su lengua, a su historia, clarificar nuestro intrincado reparto competencial actual, convertir el Senado en una verdadera c¨¢mara territorial, perfilar mejor el sistema de financiaci¨®n y garantizar la cooperaci¨®n y la lealtad institucional. Y, por supuesto, para asegurar la igualdad de todos los espa?oles en el ejercicio de sus derechos sociales b¨¢sicos. En suma, para incorporar rasgos que, con sus respectivas especificidades, pa¨ªses federales como Alemania o Austria recogen en sus Constituciones.
Votar, primero juntos, una reforma de la Constituci¨®n, y luego los catalanes un nuevo Estatuto, para reforzar su autogobierno, desarrollar sus singularidades, que las tiene, por cierto, algunas reconocidas en los art¨ªculos del denostado Estatuto del a?o 2006, como el 5, que recoge los derechos hist¨®ricos de Catalu?a y que habr¨ªa que constitucionalizar. Frente a los que quieren que se vote s¨ª o no a la independencia, lo que deber¨ªamos defender es que se vote s¨ª o no a un nuevo pacto de convivencia entre espa?oles.
Es necesario reformar nuestra Carta Magna, completando su car¨¢cter federal
Una reforma como la que defiendo no solo podr¨ªa encauzar la conflictividad con Catalu?a, sino que adem¨¢s ayudar¨ªa a resolver muchos de los problemas de nuestro sistema auton¨®mico. En otras palabras: todas las comunidades aut¨®nomas se beneficiar¨ªan de ella, tambi¨¦n el Estado, es decir, el conjunto de los espa?oles. Y, por eso, me parece preferible a otras alternativas que reducen el contenido de las posibles reformas a los temas referidos estrictamente a Catalu?a.
Soy perfectamente consciente de las dificultades que entra?a un planteamiento como el que acabo de defender. Restablecer el di¨¢logo en y con Catalu?a es tan f¨¢cil de formular como dif¨ªcil de conseguir. Para empezar, hay que hacer frente a la dram¨¢tica situaci¨®n que se vive en los momentos actuales en los que el Govern, una vez tomadas las instituciones, se ha decidido a ocupar la calle. Esto es lo urgente, sin duda. Pero creo que esta vez la actuaci¨®n del Estado no debe limitarse a exigir, como es su obligaci¨®n, el cumplimiento de la ley, sino que debe dejar claro que no es ese su ¨²nico proyecto para resolver este conflicto. Que existe la voluntad pol¨ªtica de emprender las reformas precisas en nuestras normas b¨¢sicas de convivencia para hacer frente a un problema que, reconozc¨¢moslo, se est¨¢ yendo de las manos.
Hay quienes dir¨¢n, en Catalu?a, que ya es demasiado tarde. A estos les responder¨ªa que nunca es tarde para evitar una cat¨¢strofe. Y les pedir¨ªa, por ejemplo, que reflexionaran sobre el Brexit, que nadie sabe aplicar y del que muchos se han arrepentido ya. Y en el caso brit¨¢nico se trata de romper solo con 30 a?os de vida parcialmente en com¨²n. ?Se imaginan lo que ser¨ªa acabar con siglos de historia compartida? Desde ¡°el otro lado¡± se argumentar¨¢ que una reforma como la que planteo no contenta a los independentistas. Pero es que yo no quiero contentarles; quiero ganarles democr¨¢ticamente. Hay, por ¨²ltimo, problemas muy serios para poner de acuerdo a aquellos que dicen querer el mantenimiento de la unidad de Espa?a. Actores viejos y nuevos que seguro que comparten mi angustia. A los unos, los viejos, les sugerir¨ªa que echaran la vista hacia atr¨¢s, con un poco, solo un poco de visi¨®n autocr¨ªtica, y seguro que concluyen que no es bueno repetir los errores ya cometidos. Y a los nuevos les dir¨ªa que cuando en un edificio aparecen grietas, tan insensato es olvidarse de ellas como volar hasta los cimientos para hacer un edificio nuevo.
Alfredo P¨¦rez Rubalcaba fue secretario general del PSOE.
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