Todo es forma
La explosi¨®n combinatoria de part¨ªculas elementales y ¨¢tomos nos convierte en unos objetos estrictamente impredecibles
Poco a poco vamos acostumbr¨¢ndonos a la belleza hipn¨®tica que los grandes telescopios extraen de las zonas del cosmos m¨¢s alejadas en el espacio y en el tiempo, como los residuos del estallido de las supernovas y el detalle intrincado de las nebulosas planetarias, obras de arte sin m¨¢s autor que las leyes poderosas de la naturaleza. Pero tambi¨¦n el mundo microsc¨®pico est¨¢ pre?ado de hermosura, y en este caso solo estamos empezando a atisbarla. De hecho, la l¨®gica profunda de la biolog¨ªa est¨¢ hecha por entero de formas, de geometr¨ªas ocultas, de simetr¨ªas elegantes. El Premio Nobel de Qu¨ªmica concedido ayer reconoce al equivalente del telescopio espacial Hubble en el mundo enigm¨¢tico de lo peque?o, donde moran las nanom¨¢quinas que conforman nuestro cuerpo y nuestra mente. El microscopio Hubble.
Si hay un truco para construir un universo, es seguramente el de la complejidad emergente. Con solo un pu?ado de part¨ªculas elementales, la naturaleza genera la notable variedad de ¨¢tomos que puebla la tabla peri¨®dica de los elementos, y de la combinaci¨®n de estos elementos surge el marasmo de mol¨¦culas que constituyen el mundo. Esta complejidad es ¡°emergente¡± porque no somos capaces de predecirla de la mera lista de componentes b¨¢sicos que subyacen a ella. Por expresarlo con un haiku zen, ni el nitr¨®geno (N) ni el hidr¨®geno (H) huelen a amoniaco (NH3).
La vida es seguramente el fen¨®meno emergente por antonomasia. Los seres vivos estamos hechos de las mismas part¨ªculas elementales y los mismos ¨¢tomos que el suelo que pisamos o el aire que respiramos, pero la explosi¨®n combinatoria de esos ladrillos b¨¢sicos nos convierte en unos objetos estrictamente impredecibles. Los humanos somos un producto de la historia, de una evoluci¨®n y una adaptaci¨®n al entorno local que habr¨¢n sido distintos en cualquier otro planeta, y que por tanto no esperamos hallar en otro barrio de la galaxia inmensa que nos acoge. Es seguro que, si encontramos vida en otro lugar del cosmos, estar¨¢ hecha de las mismas part¨ªculas y ¨¢tomos, pero igual de seguro es que no habr¨¢ producido nada similar a un ser humano. Este es el error m¨¢s cl¨¢sico, y m¨¢s gordo, de la ciencia ficci¨®n convencional. Para caracterizar un marciano, se coge un humano, se le ponen las orejas de punta y hasta luego, George Lucas.
El hilo de Ariadna para orientarse en ese laberinto evolutivo es la forma: la forma de las mol¨¦culas, del ADN, de las prote¨ªnas y de los complejos de prote¨ªnas que forman esas geometr¨ªas hechiceras y eficaces.
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