Piqu¨¦ selecci¨®n, Piqu¨¦ selecci¨®n

Se reprodujeron en la noche del viernes en el Rico P¨¦rez los abucheos a Piqu¨¦, reclam¨¢ndose plebiscitariamente su expulsi¨®n del equipo nacional. Tendr¨ªa sentido el exorcismo si no fuera porque el profesionalismo, el mestizaje y la irrupci¨®n de los atletas mercenarios han desdibujado las obligaciones patri¨®ticas de anta?o. No hace falta ¡°sentir¡± La Roja como la piel de un miura para defenderla honestamente en un campo de f¨²tbol. Ni se le puede constre?ir a los jugadores a un voto de silencio o a un compromiso identitario. La selecci¨®n no es un cuerpo militar ni sacerdotal, m¨¢s all¨¢ de las alegor¨ªas metaf¨ªsicas o castrenses que puedan esgrimirse en su genuina proyecci¨®n metadeportiva.

Piqu¨¦ ser¨ªa un traidor, un futbolista infiltrado. Es la sinraz¨®n por la que se le abuchea hasta en los entrenamientos, haci¨¦ndosele expiar sus posiciones pol¨ªticas ¡ªtemerarias en su propio buenismo lacrimal¡ª, pero sobre todo exagerando la batalla iconoclasta de los sentimientos primarios y de sus correspondientes estandartes. Bien lo sabe el Bar?a ¡ªeso s¨ª es grave¡ª articulando un viejo eslogan de Salazar: Dios, patria y f¨²tbol.

Nos preguntamos sobre la idoneidad de Piqu¨¦ cuando el delantero centro de la selecci¨®n ha sido tantas veces brasile?o ¡ªCosta decidi¨® renunciar a la canarinha¡ª y cuando nuestro feliz equipo de baloncesto recurre a una estrella montenegrina, Mirotic, o aloja en el banquillo a un entrenador italiano. Ser¨ªa impropio que reclam¨¢ramos a Scariolo emocionarse con nuestro himno. Hemos recurrido a ¨¦l en cuanto profesional. Tan profesional que nos ha hecho tricampeones de Europa alineando entre sus filas a un p¨ªvot de Congo llamado Serge Ibaka.

Todav¨ªa sobrevive en la memoria de algunos el trance de su pintoresca naturalizaci¨®n porque se ocup¨® de anunciarla el ministro Blanco como quien convierte a un musulm¨¢n. Lo hizo cometiendo un divertido desliz: ¡°Me enorgullece anunciar que hemos nacionalizado a Ikea¡±. Resultaba llamativo que un Gobierno socialista hubiera asimilado el imperio sueco del mueble, pero la aclaraci¨®n inmediata de Blanco deshizo el malentendido. Y nos parecieron muy bien los rebotes de Ibaka, como nos entusiasmaron las proezas de Johann M¨¹hlegg hasta que el esc¨¢ndalo del dopaje le despoj¨® del seud¨®nimo de Juanito.

Unos y otros antecedentes, multiplicados con la porosidad fronteriza del deporte ¡ªla selecci¨®n catar¨ª de balonmano la forman jugadores balc¨¢nicos¡ª, deber¨ªan relativizar la aversi¨®n hacia los catalanes que anteponen una sublime experiencia deportiva ¡ªun Mundial, una Eurocopa¡ª a unos deberes sentimentales con la patria. ?Tiene sentido reclamarle a Guardiola la medalla de oro de Barcelona 92 y su contribuci¨®n neuronal al tiki-taka?

Cuentan que Michael Robinson ¡ªpuede que la an¨¦cdota sea ap¨®crifa¡ª se mof¨® del himno de Irlanda pensando que era el de Polonia. Siendo ¨¦l ingl¨¦s, le hab¨ªan encontrado en ?ire un remoto antepasado que justificaba su alineaci¨®n con los irlandeses, pero no le dio tiempo ni a conocer el himno. ¡°No te r¨ªas, que es el nuestro¡±, le observ¨® un ¡°compatriota¡±.