Lo dif¨ªcil y lo necesario
El Gobierno tiene que aceptar lo que es obvio: existe un problema pol¨ªtico
Pensamos distinto y lo vemos distinto. De hecho, debatimos sobre Catalunya mucho m¨¢s de lo que nos gustar¨ªa. Venimos de distintos lugares geogr¨¢ficos y sentimentales. Pero coincidimos en dos temas que, visto lo visto, nos parecen fundamentales y quedan acallados entre el griter¨ªo (m¨¢s o menos elegante) que domina el debate.
En lo primero que coincidimos es en que iniciativas ciudadanas ¡ªsubrayamos, ciu-ta-da-nes¡ª como la manifestaci¨®n Parlem / Hablemos o manifiestos varios que se han escrito por doquier a favor del di¨¢logo, deben ser celebradas. Verdad es que dialogar sin decir sobre qu¨¦ o tratar como sim¨¦trico lo que no lo es, no soluciona el problema. Pero, llamadnos raros, que haya ciudadanos que alcen su voz blanca ante los que llevan a?os sembrando fractura y odio no es que no sea balad¨ª, es que es imprescindible. Pase lo que pase. Manda un mensaje de esperanza a muchos que siguen esperando, como nosotros: no estamos solos y no queremos vivir episodios que s¨®lo hemos le¨ªdo en los libros de historia. Estamos hartos, desde hace a?os, de ver c¨®mo en nuestro pa¨ªs se acumulan los mon¨®logos y los que creen que es posible dirimir los futuros colectivos y necesariamente complejos con simples monos¨ªlabos. Hartos de meros leguleyos que no hacen otra cosa que negar el sentido profundo de la pol¨ªtica. Hartos de inseguros y fr¨ªvolos que se apuntan a ser el bueno de la pel¨ªcula en cada escena y a indignarse cuando nadie entiende el resultante guion.
Las p¨¢ginas m¨¢s negras se escriben en nombre de los nacionalismos
Pero no estamos solos. En un momento en que Catalunya y Espa?a entera est¨¢n inundadas de banderas destinadas a acumular y enfervorecer sentimientos, somos todav¨ªa de los que insistimos en que las p¨¢ginas m¨¢s negras se escriben en nombre de los nacionalismos y las m¨¢s brillantes en nombre de un patriotismo civil e inclusivo. Eso es la bandera blanca. La que est¨¢ dispuesta a sustituir palabras tan nobles como la dignidad o la indignaci¨®n por otras m¨¢s ¨²tiles como la empat¨ªa o el respeto. La que deja de hablar de pueblo y lo hace de ciudadanos. Estamos ensordecidos, pero no queremos quedarnos callados. Que haya iniciativas ciudadanas por toda Espa?a destinadas a decir que no quer¨ªamos llegar donde estamos, que estamos dispuestos a hacer lo imposible para que sea posible cambiar, que preferimos convivir que ganar, que hay un futuro que reescribir juntos, y que estamos dispuestos a esforzarnos por vivir en un pa¨ªs en el que justo por ser diferentes seamos m¨¢s¡ puede parecer banal, pero es elemental. Y es la base para evitar que los versos de Jaime Gil de Biedma no sean nunca m¨¢s conjurados: ¡°De todas las historias de la historia, la m¨¢s triste es sin duda la de Espa?a, porque siempre termina mal¡±.
Quien crea que la prioridad es otra, que no nos espere.
En la segunda cosa que coincidimos, es en que estar¨ªamos negando nuestra propia experiencia como representantes pol¨ªticos que fuimos si nos qued¨¢ramos s¨®lo ah¨ª. Recibir¨ªamos sin duda el aplauso f¨¢cil de los que est¨¢n tan desgarrados y tristes como nosotros. Y el insulto, m¨¢s f¨¢cil todav¨ªa, de los que nunca han entendido que la moderaci¨®n es la virtud de los fuertes. Pero no estar¨ªamos haciendo pol¨ªtica. Y ser¨ªa un acto de cobard¨ªa negarlo. La pol¨ªtica nunca tuvo mucho que ver con usar los atriles para actuar como altavoces de indignaciones ni tan siquiera de aspiraciones. Tampoco para decir lo que la gente quiere o¨ªr. Eso s¨®lo sirve para acumular razones de los que ya estaban convencidos. Menos todav¨ªa para limitarte a desgastar al contrario, como si la pol¨ªtica reactiva y la l¨®gica de enemigos hubiera llevado nunca, en democracia, a alg¨²n sitio mejor. El exceso de t¨¢ctica se acaba pagando. Que en nuestro pa¨ªs todo esto sea com¨²n, no significa que sea pol¨ªtica. O pol¨ªtica ¨²til, en todo caso. La pol¨ªtica, al contrario que la mera gesti¨®n, es convicci¨®n y pasi¨®n, ?y tanto que s¨ª! Pero gobernar los asuntos colectivos significa sentir la responsabilidad de transformar la indignaci¨®n en soluci¨®n y la convicci¨®n en un camino de futuro que puede ser imperfecto, pero debe ser un camino transitable. Y tambi¨¦n es tener la osad¨ªa de dejar de tomar el pelo a los ciudadanos explic¨¢ndoles que se trata de modificar la realidad, con costes, para acercarla hacia tus principios y no de proclamarlos ignorando la realidad.
Si tenemos todo esto en cuenta respecto a la situaci¨®n espa?ola, nos parece necesario puntualizar algunas cosas a sabiendas de lo que aprendimos, a menudo con pesar, mientras fuimos: que muchas veces se debe elegir entre lo malo y lo peor.
Aventuramos un plan para que sea posible lo ¨²nico que nos parece imprescindible: volver a la pol¨ªtica.
1. Seamos conscientes de que en la estrategia ¡ªest¨¦tica y ret¨®rica aparte¡ª no existen los incentivos para desviarse. En este sentido, la dilaci¨®n que ahora piden algunos es todav¨ªa peor si es para llegar a una declaraci¨®n unilateral de independencia (DUI) y a un 155 en seis meses.
2. Que el Govern opt¨® por la v¨ªa unilateral en el pleno del 6 y 7 de septiembre sin la correlaci¨®n de fuerzas necesarias. La v¨ªa menos dram¨¢tica para volver a la necesaria legalidad que ¡ªmenos Farage¡ª pide toda Europa, es aceptar la resoluci¨®n del Tribunal Constitucional y restituir el Estatut, ni que sea para proponer cambiarlo. La ley no es un capricho, es la garant¨ªa democr¨¢tica contra la arbitrariedad de mayor¨ªas insuficientes.
3. Que el Gobierno tiene que aceptar lo que es obvio: que existe un problema pol¨ªtico que no se soluciona neg¨¢ndolo ni acall¨¢ndolo.
Estamos hartos de ver c¨®mo en nuestro pa¨ªs se acumulan los mon¨®logos
4. Y entonces s¨ª, despu¨¦s de eso, se hace posible que haya un compromiso de mesa de negociaci¨®n parlamentaria donde existan s¨®lo dos condiciones, a saber, que el cauce sea por las v¨ªas establecidas y que el fin se deba validar en las urnas. De todo lo dem¨¢s que es lo que importa, que es el contenido, que es lo que afecta a los ciudadanos, parlem.
5. Parlem de si preferimos una disposici¨®n adicional constitucional bilateral, un nuevo Estatut, una reforma general de la Constituci¨®n, un pacto que repercuta en distintas leyes org¨¢nicas¡, propongamos, argumentemos, pactemos. Hay mucha gente, mucha, que tiene buenas ideas. Que escuchen y pidan ayuda, porque los que nos mandan llevan cinco a?os diciendo lo mismo y empeor¨¢ndolo todo.
6. Que se abstengan, durante un tiempo al menos, los pir¨®manos y fan¨¢ticos al uso. Llevan a?os acaparando escena sin llevarnos a ning¨²n lado.
7. Y puestos a desear, que la senyera presida esta nueva fase. De todas, es la bandera que m¨¢s nos falta, y la que m¨¢s nos gusta. La que habla del derecho a la diferencia sin diferencia de derechos. La que evita para¨ªsos o infiernos y habla de la ¨¦pica gris de lo transitable. La ¨¦pica en peque?o que, parad¨®jicamente, ha logrado escribir las mejores p¨¢ginas de nuestra historia y que lo puede volver a hacer.
Som conscients de les ferides. Tan conscients com conven?uts que la prioritat ¨¦s no engrandir-les. Tinguem la generositat de deixar apart les nostres raons, i les nostres emocions per trobar raons noves i emocions diferents que puguin ser compartides per m¨¦s ciutadans. Qui digui que aix¨° no ¨¦s posible, desconeix la nostra hist¨°ria: nom¨¦s quan hem decidit entendre¡¯ns, quan hem lluitat pels nostres drets, per¨° hem estat tamb¨¦ conscients de les nostres obligacions, hem fet cam¨ª. Evitar el fatalismo, resignado para unos e ilusionante para otros, es a d¨ªa de hoy lo que nos puede permitir levantar la mirada y empezar a andar.
Eduardo Madina es exdiputado del PSOE y Roc¨ªo Mart¨ªnez-Sampere es exdiputada del PSC en el Parlament.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.