Indiferencia y perfecci¨®n

El encabezado de esta columna bien podr¨ªa ser el t¨ªtulo de una novela de Jane Austen, aunque no van por ah¨ª los tiros pero, como dijo Jack el destripador, vayamos por partes ¡ªqu¨¦ asco me ha dado siempre esta expresi¨®n. La gente que la dice merece morir, directamente, como los que dicen, m¨¢s a gusto que un arbusto, me piro vampiro, vaya toalla, en fin seraf¨ªn, como mola la gramola, la ca?a de Espa?a, tengo un hambre que da calambre...¡ª.

Se comenta que soy una persona ?muy v¨¢lida? No, lo siguiente. Siempre tengo la palabra exacta y el gesto ideal. La perfecci¨®n de la que hago gala ¡ªen todos los sentidos¡ª asombra a tutti li mundi.

Mi cabeza es un octavo de mi estatura; mis bromas son oro bru?ido; poseo una gran capacidad de s¨ªntesis; si tiro un cacahuete al aire lo recojo con la boca de diez veces diez, y as¨ª 24 horas al d¨ªa.

Todo esto se traduce en una personalidad flem¨¢tica y fr¨ªa en extremo; nada me afecta. Que me despiertan de la siesta una llamada telef¨®nica para ofrecerme un cambio de compa?¨ªa ¡ªtelef¨®nica, no sentimental¡ª: no me altero; que mi mujer se deja m¨¢s de la mitad de las frases sin terminar: no me altero; que me estoy duchando y se estropea la caldera, no me altero.

Con todo esto he convivido sin hacerme preguntas. Pues bien, el otro d¨ªa pas¨® algo.

Al dar mi apoyo virtual a una iniciativa para abolir la cebolla caramelizada, se me pidi¨® desde la p¨¢gina web dos cosas: que reprodujera unos signos que hab¨ªa en un cuadrado y que localizara un gato en una fotograf¨ªa.

Una vez realizadas estas dos tareas se me comunic¨® algo que me dej¨® con el culo torcido: ?ERA UN ROBOT!