Donald Trump en el Far West
El presidente viola la regla de oro de la democracia: la separaci¨®n de poderes
Por primera vez en d¨¦cadas, el presidente de la potencia m¨¢s importante del planeta, que tiene en sus manos el mando de un arsenal terror¨ªfico de destrucci¨®n masiva, aparece, tanto en el conflicto con Corea del Norte como frente al terrorismo, determinado a usarlo para hacer gala del poder de su pa¨ªs. Incluso durante la Guerra Fr¨ªa, ning¨²n responsable pol¨ªtico norteamericano se atrevi¨® expresamente a pronunciar las amenazas que Donald Trump vierte hoy en d¨ªa a trav¨¦s de sus tuits. El atentado del 31 de octubre en Manhattan ha sido esta vez la ocasi¨®n para hacer subir a un nivel extremo la verborrea reactiva de Trump. Declara, en uno de sus ¨²ltimos tuits, que el terrorista uzbeko Sayfullo Saipov ¡°deber¨ªa ser condenado a muerte¡±. En su boca, esta frase no es un grito de rabia, es todo un programa pol¨ªtico que demuestra, por lo menos, tres caracter¨ªsticas principales.
Primero, una concepci¨®n variable de la seguridad, pues no se considera un problema pol¨ªtico dejar libre la venta de armas, una tradici¨®n cuyas consecuencias se visibilizan, por ejemplo, a trav¨¦s de los 58 muertos de finales de septiembre en Las Vegas; tampoco representan un peligro pol¨ªtico las milicias privadas que, en la frontera con M¨¦xico, disparan y matan a quemarropa a los inmigrantes latino-americanos indocumentados; y, menos a¨²n, cuando, en 2003, EE UU destruye Irak de forma contraria a la legalidad internacional, provocando, como reacci¨®n, el auge del islamismo terrorista de hoy: en todos estos ataques, EE UU no tiene, por supuesto, ninguna responsabilidad¡ Solo es un insoportable problema pol¨ªtico de seguridad cuando unos locos, vinculados a la inmigraci¨®n, cometen atentados en EE UU. Entonces ?hay que combatirlos con la pistola!, grita el vaquero de Washington. Aplicamos el derecho a nuestro antojo¡
Los atentados terroristas son, por supuesto, una lacra humana y, entre otras razones, resultan de la pol¨ªtica mundial iniciada por EE UU hace 30 a?os, basada en la exportaci¨®n del caos en Oriente Pr¨®ximo. Se requiere, para combatir este terrorismo, una estrategia mundial que debe cortarle las ra¨ªces, es decir, favorecer el desarrollo econ¨®mico y social, apoyar a las fuerzas democr¨¢ticas que buscan construir Estados de derecho en esta regi¨®n, condenar a reg¨ªmenes feudales ¨¢rabes financiadores del terrorismo y emisores de un integrismo religioso culturalmente criminal (Arabia Saud¨ª); hacer de la justicia el paradigma de las relaciones internacionales. En cambio, Trump echa le?a sobre el fuego.
En segundo lugar, el presidente toma claramente posici¨®n a favor de la pena de muerte, tal vez, como tratamiento punitivo est¨¢ndar para esta clase de cr¨ªmenes. Cabr¨ªa comprobar, en este caso, si se va a convertir en posici¨®n oficial del pa¨ªs, porque, con este mandatario, lo peor es siempre posible¡
Y tercero, Trump viola la regla de oro de la democracia: la separaci¨®n de poderes. Es funci¨®n de los tribunales de justicia decidir la pena a imponer, y no la del presidente del poder ejecutivo. La democracia no es el Far West.
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