La trampa de la mediaci¨®n
Nadie que realmente cuente dentro de la comunidad internacional apoya la independencia de Catalu?a
Los que hemos tenido que tratar con situaciones pol¨ªticas parecidas a la que actualmente se produce en Catalu?a conocemos bien los peligros de todo tipo que acechan. De los tres casos en los que estuve trabajando, uno acab¨® en guerra civil y los otros dos en la discriminaci¨®n (cuando no persecuci¨®n) de los no nacionalistas, adem¨¢s de un empobrecimiento general en t¨¦rminos econ¨®micos. Es por ello, aunque no solamente, por lo que estoy vacunado contra los nacionalismos y soy un fervoroso defensor del concepto de ciudadan¨ªa y de los derechos civiles.
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Analizando la situaci¨®n catalana desde que Artur Mas decidi¨® apostar por el ¡°clamor de un pueblo en busca de decidir su propio futuro¡± all¨¢ por 2012, todo apuntaba a que el nacionalismo (en sus diferentes versiones PDeCAT, ERC y CUP) iba ganando la batalla, en particular la batalla de la propaganda. En parte por la inacci¨®n del Gobierno espa?ol en ofrecer alternativas y soluciones pol¨ªticas, en parte por determinados posicionamientos de los partidos estatales dirigidos a la obtenci¨®n de r¨¦ditos electorales, el nacionalismo en Catalu?a fue imponiendo su marco de referencia tanto a la propia poblaci¨®n catalana como en el debate pol¨ªtico: su propio lenguaje (conflicto, violencia del Estado, derecho a decidir, democracia es votar, legislaci¨®n versus legitimidad democr¨¢tica); ventajas de la independencia (aun cuando la gran mayor¨ªa no son ciertas) tales como la permanencia en la UE, ¡°dividendo fiscal¡± de 16.000 millones de euros, mejores pensiones, menor paro, doble nacionalidad, etc¨¦tera; presentarse como el que quiere dialogar y negociar frente a la cerraz¨®n del Estado espa?ol; alzarse como ¨²nico representante de todo el pueblo de Catalu?a (y los que no lo aceptan son tildados de traidores o malos catalanes); en resumen, luchando contra un enemigo exterior de donde provienen todos los males (Espa?a).
Sin embargo, despu¨¦s del s¨ª pero no de la declaraci¨®n unilateral de independencia y de la aplicaci¨®n del art¨ªculo 155 de la Constituci¨®n, el nacionalismo se ha visto confrontado a una realidad irremediable: nadie que realmente cuente dentro de la comunidad internacional para legitimarla (reconocimiento) les apoya. Una soledad casi absoluta, con la excepci¨®n de compa?eros de viaje a evitar (Maduro, Liga Norte, parte del nacionalismo flamenco,...). Y es que, aparte de la cuesti¨®n fundamental de la ruptura del Estado de Derecho y, por tanto, la contravenci¨®n de uno de sus m¨¢s sagrados principios, la UE no la puede aceptar por el impacto que podr¨ªa tener como ejemplo a seguir en otras regiones europeas y las consecuencias que se derivar¨ªan, a largo plazo, en t¨¦rminos de gobernabilidad tanto de la misma Europa como de dichas regiones y, a corto y medio plazo, en t¨¦rminos econ¨®micos y de seguridad frente a los retos globales (luchas contra la delincuencia y el terrorismo, cambio clim¨¢tico, etc.).
Por otro lado, al haber llegado tan lejos en su reto al Estado de derecho y, por lo tanto, con unas perspectivas personales nada prometedoras una vez han fracasado en su empe?o (lo que supondr¨¢ con toda probabilidad su enjuiciamiento y condena por delitos contra el orden constitucional), los principales dirigentes del nacionalismo se ven compelidos a buscar soluciones alternativas.
Los nacionalistas luchan por una causa antigua, a destiempo de los tiempos modernos
Es en este contexto en el que hay que comprender la petici¨®n inicial de mediaci¨®n por parte del presidente Puigdemont y su actual actitud de reproche hacia la UE y la comunidad internacional en general por no intervenir en ¡°su presunto conflicto¡± entre Catalu?a y Espa?a. En realidad, un signo de debilidad en s¨ª mismo, ya que cuando solicitas una mediaci¨®n expones claramente tu situaci¨®n de inferioridad o incapacidad para imponer ¡°tu propuesta¡±. Si ves que puedes ganar con tus propios medios, no pides mediaci¨®n.
En un principio, una mediaci¨®n puede parecer procedente e, incluso, necesaria para allanar el camino hacia una soluci¨®n en situaciones en el que las partes enfrentadas y en permanente empate sean incapaces de negociar una salida. Sin embargo, en el caso actual, las consecuencias de la mediaci¨®n, sobre todo internacional, supondr¨ªan: primero, conseguir un estatus de igual a igual al adversario, con lo que se diluir¨ªa la legitimidad democr¨¢tica de la ley espa?ola preexistente frente a las leyes aprobadas por el Parlamento catal¨¢n (y anuladas por el TC); segundo, lo m¨¢s probable, hacer tabla rasa del pasado y, por lo tanto, condonar todas las acciones ¡°delictivas¡± cometidas contra la legislaci¨®n originaria espa?ola (sobre todo cuando no se han producido delitos de sangre); y, tercero (en cuanto al fondo), en el peor de los casos, obtener un punto intermedio entre las dos posiciones, es decir, como m¨ªnimo un refer¨¦ndum con todas las garant¨ªas legales. Un ¨¦xito para el nacionalismo en toda regla.
En cualquier caso, si bien el nacionalismo parece, incluso a d¨ªa de hoy, haber ganado la batalla de la propaganda ante una parte importante de la poblaci¨®n catalana, tiene perdida de antemano la batalla de la historia: una integraci¨®n europea sin fronteras donde los ciudadanos son iguales ante la ley. En el fondo, luchan por una causa antigua, a destiempo de los tiempos modernos. Y olvidan que obtener la independencia contra el Estado (democr¨¢tico) del que formas parte si no tienes, al menos, una mayor¨ªa aplastante (70%) es poco menos que imposible. Si no es as¨ª, lo m¨¢s probable es el conflicto civil, el mayor fracaso colectivo al que puede verse abocada una sociedad.
V¨ªctor Andr¨¦s-Maldonado es licenciado y MBA por ESADE. Fue funcionario de las instituciones de la UE de 1986 a 2012.
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