Delirio
Tras la euforia que acompa?a a cualquier declaraci¨®n de independencia, la primera decepci¨®n aparece a la ma?ana siguiente
Sin duda fue un d¨ªa hist¨®rico aquel en que este ciudadano an¨®nimo decidi¨® declararse independiente por su cuenta y riesgo sin esperar a que se cumpliera el programa pol¨ªtico de su partido. No reconoc¨ªa otra naci¨®n que su propia persona cuyas fronteras las constituyan el suelo que pisaban sus zapatos, el horizonte hasta donde alcanzaban sus ojos y el cielo que brillaba sobre su atormentada cabeza. Este ciudadano cre¨ªa, como Unamuno, que ¡°el nacionalismo es la chifladura de exaltados echados a perder por indigestiones de mala historia¡±, pero que bastaba con desearlo con toda la fuerza del esp¨ªritu y de repente uno se convert¨ªa en un ser libre e independiente como una aventura individual irrebatible. Pasado el momento de euforia que acompa?a a cualquier declaraci¨®n de independencia, la primera decepci¨®n la tuvo a la ma?ana siguiente, cuando despu¨¦s de una noche en que fue visitado por algunos sue?os de gloria, al mirarse en el espejo del ba?o descubri¨® que segu¨ªa siendo el mismo individuo de siempre sin m¨¢s atributos, ni m¨¢s alto ni m¨¢s guapo. Nada hab¨ªa cambiado. Sus pantalones estaban confeccionados en China, el caf¨¦ del desayuno era colombiano, la mantequilla era francesa, el coche que conduc¨ªa era alem¨¢n, la f¨¢brica donde trabajaba era japonesa y el jefe que le mandaba era dan¨¦s. En general todo lo que com¨ªa y beb¨ªa cada d¨ªa este ciudadano independiente, las series de televisi¨®n que ve¨ªa, la m¨²sica que o¨ªa o bailaba, los medicamentos que tomaba, el m¨®vil que lo un¨ªa al mundo ten¨ªan origen fuera de pa¨ªs que habitaba. Tanto su cuerpo como su alma, que eran su ¨²nica naci¨®n, estaban atrapados en poder de otros, pero ¨¦l sigui¨® en su delirio, pese a que solo eran suyos, absolutamente suyos, los cuatro metros cuadrados de su amada tierra que necesitaba para llevarse consigo a la fosa sus sue?os de gloria.
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