Trump para rato
Un a?o despu¨¦s de su llegada a la Casa Blanca, lo incre¨ªble es la nueva normalidad

Un a?o ya desde que lo inconcebible se hiciera real. La llegada a la Casa Blanca de Donald Trump, un extravagante millonario, un charlat¨¢n inepto, que asalt¨® el poder con un discurso nacionalista populista, reflejo de un sentimiento extendido en las democracias gripadas tras la Gran Recesi¨®n: que reviente el sistema establecido. El 45? presidente de Estados Unidos disparata, promete castigos b¨ªblicos a los enemigos del pa¨ªs, ri?e a los aliados. Pero, afortunadamente, sus actos no se compadecen con su enfebrecida ret¨®rica.
El mundo no ha sufrido el apocalipsis, incluso nuclear, con el que ha amenazado a Corea del Norte; no ha construido un infranqueable muro para cerrar la frontera con M¨¦xico; no ha expulsado a millones de inmigrantes sin papeles. Aceptamos hoy lo incre¨ªble de que la ¨²nica superpotencia realmente existente est¨¦ en manos de Trump, como algo casi corriente. La pesadilla se ha convertido en la nueva normalidad. Cometemos un error, porque la presidencia de Trump no es un reality show televisivo, ni la Casa Blanca una guarder¨ªa para adultos. La caricatura es la realidad. Su presidencia ya est¨¢ siendo da?ina y ha dejado sin punto de referencia al orden internacional. EE UU se ha devaluado, al tiempo que Trump declara su admiraci¨®n por el nuevo zar Putin o por el emperador Xi. No nos saldr¨¢ gratis que la Casa Blanca, a la que ha degradado, la ocupe un botarate: ¡°Persona con poco juicio que act¨²a de manera insensata y alocada¡±.
Nos fijamos demasiado en sus alocados tuits; m¨¢s de 36.000, con 41,7 millones de seguidores, son el dedo que tapa la luna ?Para qu¨¦ preocuparse por los editoriales de The New York Times? Su base electoral, en la Am¨¦rica profunda, todav¨ªa le respalda, porque entendi¨® muy bien el miedo cultural, demogr¨¢fico, econ¨®mico, al extranjero, al terrorismo, de los blancos con pocos estudios a los que prometi¨® recuperar Am¨¦rica, un pa¨ªs imaginario abrumadoramente blanco, anglosaj¨®n, que ya solo existe como nostalgia. Trump no atiende consejos y funciona por intuici¨®n. No sabe que no sabe y la presidencia no le ha cambiado. Sorprende su amor por los militares que constituyen su guardia de corps. Tres generales, desde el Pent¨¢gono, el Consejo de Seguridad Nacional y la jefatura de su gabinete, tratan de poner orden en una Casa Blanca disfuncional, y de contener los impulsos imprevisibles del comandante en jefe.
Trump ha logrado borrar la frontera entre la verdad y la mentira. Pero la econom¨ªa crece a un 3%, el paro es m¨ªnimo, un 4,1%; se crean 270.000 nuevos empleos de media al mes; la Bolsa est¨¢ en m¨¢ximos hist¨®ricos. A qui¨¦n le importa que haya convertido la Casa Blanca en una empresa familiar, que el presidente estimule a la extrema derecha o desbarate el sistema regulatorio. O el abandono por EE UU de la responsabilidad global, ser el ¨²nico pa¨ªs del mundo que rompe con el acuerdo clim¨¢tico de Par¨ªs. Sus electores pasan. Tenemos Trump para rato. fgbasterra@gmail.com
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