El peligro de los experimentos pol¨ªticos en Europa
En casi toda la UE, el equilibrio pol¨ªtico est¨¢ sometido a presi¨®n
Europa est¨¢ viviendo la magia del comienzo, el principio de espectaculares experimentos pol¨ªticos. Pasada la fantas¨ªa apocal¨ªptica del a?o del Brexit, en el continente crece la esperanza de un renacimiento impulsado por nuevos l¨ªderes y nuevas ideas.
En Francia, un hombre ha barrido el sistema que, a lo largo de varias d¨¦cadas, creci¨® y se marchit¨®. La imagen del reci¨¦n elegido Macron entrando en el patio iluminado del Louvre se ha convertido en el emblema de los nuevos tiempos, y sus ideas, en un manifiesto de confianza para un continente abatido.
Con una acrobacia pol¨ªtica igualmente espectacular, Sebastian Kurz ha logrado revolucionar la situaci¨®n en Austria. La joven estrella de este pa¨ªs tan importante estrat¨¦gicamente, situado en el umbral de Europa del Este, es el segundo portador de esperanza de la nueva era.
Mientras tanto, Alemania experimenta con una nueva y moderna variante del poder. La excitante incertidumbre de los precursores sigue envolviendo tambi¨¦n a la coalici¨®n Jamaica. Emmanuel Macron, Sebastian Kurz y Angela Merkel, en la cima de una colaci¨®n in¨¦dita, son el tr¨ªo que decidir¨¢ conjuntamente c¨®mo ser¨¢ la realidad europea a partir de 2018, despu¨¦s de la conmoci¨®n de 2016 y la esperanza de 2017.
Pero la magia del principio suele ofuscar la mente. Un examen sobrio de la nueva situaci¨®n muestra que las opciones creativas para llegar al poder o conservarlo son, ante todo, un signo de debilidad. Todas ellas hunden sus ra¨ªces en las dos crisis m¨¢s importantes del continente: la del euro y la de los refugiados. Ambas han sido la causa del persistente desplazamiento del voto a lo largo de una d¨¦cada.
Pol¨ªtica y econ¨®micamente, Alemania es m¨¢s estable que la mayor¨ªa de los pa¨ªses de la UE, y deber¨ªa poder resistir un experimento pol¨ªtico
Los populistas han conquistado los votos de la izquierda y de la derecha que ahora faltan en el centro para formar mayor¨ªas tradicionales. As¨ª, en Francia, el Frente Nacional de Marine Le Pen fue impulsado de la noche a la ma?ana a las puertas del poder. Los partidos pol¨ªticos cl¨¢sicos estuvieron al borde de la derrota hasta que un accidente hist¨®rico llamado Macron alej¨® al Frente Nacional del Gobierno.
En Austria, las encuestas apuntaban desde hac¨ªa tiempo a una clara victoria de la derecha nacionalista del Partido de la Libertad. A las antiguas grandes formaciones les faltaba fuerza para impedirlo. El ¨²nico que lo logr¨® fue Sebastian Kurz, que se apoder¨® de una de ellas y la reform¨®, convirti¨¦ndola en una m¨¢quina electoral personal.
Alternativa para Alemania nunca ha llegado al 30% de la derecha nacionalista francesa o austriaca, pero la coalici¨®n tambi¨¦n surgi¨® del distanciamiento de los electores de los partidos de masas. El Partido Socialdem¨®crata ha perdido casi 20 puntos desde la serie de reformas sociales de la Agenda 2010; la Uni¨®n ha perdido 10 desde la crisis de los refugiados.
De este 30%, alrededor del 25% fue a parar a Die Linke [La Izquierda] y a Alternativa para Alemania, lo cual hizo imposible formar las coaliciones bipartidistas habituales en el pa¨ªs. Por lo tanto, tampoco aqu¨ª queda m¨¢s salida que la huida hacia lo desconocido.
Pol¨ªtica y econ¨®micamente, Alemania es m¨¢s estable que la mayor¨ªa de los pa¨ªses de la Uni¨®n Europea, y deber¨ªa poder resistir un experimento pol¨ªtico. Pero Europa no tiene tiempo. En Francia, m¨¢s all¨¢ de Macron todo es imponderable. Los socialistas luchan por su vida. Los conservadores se despedazan con sus reproches. El populista de izquierdas Jean-Luc M¨¦lenchon rebosa de energ¨ªa y, a pesar de las encarnizadas luchas intestinas, el Frente Nacional sigue siendo un poderoso factor pol¨ªtico.
En casi toda Europa, el equilibrio pol¨ªtico est¨¢ sometido a presi¨®n. Tambi¨¦n en Espa?a, en Holanda y en Escandinavia, por no hablar del este del continente. Pr¨¢cticamente en todos los pa¨ªses, a las fuerzas moderadas proeuropeas les cuesta m¨¢s encontrar mayor¨ªas. Por eso, al final se salvan mediante las innovaciones pol¨ªticas.
Los partidos proeuropeos tienen el deber de devolver la fe a la gente. De devolv¨¦rsela con hechos
En Italia se pueden observar las posibles repercusiones en caso de que una de estas innovaciones fracase. El ex primer ministro Matteo Renzi fue el primer Macron de Europa. Al igual que ¨¦l, representaba un rumbo pragm¨¢tico m¨¢s all¨¢ de los bandos tradicionales y de los nacionalistas. Igual que el presidente franc¨¦s, accedi¨® al cargo con 39 a?os, anunci¨® una bater¨ªa de reformas, y cumpli¨® su palabra. Pero los destructores fueron m¨¢s fuertes que los constructores. Una gran coalici¨®n de viejas glorias de los partidos y nuevos demagogos lo derrib¨® en una campa?a llena de difamaciones y tergiversaciones.
Transcurrido un a?o desde la ca¨ªda del ex primer ministro, en Italia se abre un precipicio pol¨ªtico. En primavera habr¨¢ elecciones. Renzi volver¨¢ a presentarse, aunque parece que, sin la ventaja que le daba ser una joven estrella, no tendr¨¢ demasiadas posibilidades. Seguramente la primera fuerza ser¨¢ Cinco Estrellas, el ideol¨®gicamente difuso movimiento contrario a los partidos de las ¨¦lites. Sin embargo, dado que le falta un compa?ero de coalici¨®n, la fragmentada derecha nacionalista, con Silvio Berlusconi como lumbrera, tiene bastantes posibilidades de llegar al gobierno. La tercera econom¨ªa de la UE se podr¨ªa perder como socio estable para el renacimiento de la Uni¨®n.
Italia ense?a lo que est¨¢ en juego. Las fuerzas proeuropeas tienen que aprovechar su ¨²ltima oportunidad de construir un futuro. Si no lo hacen, el panorama pol¨ªtico del continente amenaza con convertirse en impredecible. Sin embargo, esto no quiere decir que la defensa de Europa deba ser un fin en s¨ª mismo. Los partidos tienen que convencer a los electores de que ofrecen una alternativa mejor que el nacionalismo.
Porque, desde que la Uni¨®n Europea se desliz¨® en sus crisis para, a continuaci¨®n, dedicarse a predicar palabras vac¨ªas en lugar de a equipar al continente econ¨®micamente y en materia de seguridad, mucha gente lo duda. Con la crisis de la deuda, los ciudadanos dejaron de creer en las promesas de bienestar de la Uni¨®n; con la de los refugiados, en las de seguridad, ley y orden.
Los partidos proeuropeos tienen el deber de devolver la fe a la gente. De devolv¨¦rsela con hechos. Tienen que construir una Uni¨®n Europea que est¨¦ por encima de los Estados nacionales, y tienen que hacerlo enfrent¨¢ndose a rivales que a menudo no juegan limpio. Los nacionalistas de izquierdas y de derechas obvian los puntos fuertes de la Uni¨®n Europea y cargan las tintas en los d¨¦biles, pero al menos as¨ª obligan a los proeuropeos a transmitir conceptos claros en vez de palabras vagas.
Como hacen Macron y Kurz. Abordan los problemas europeos y proponen soluciones. Macron hace hincapi¨¦ en la crisis econ¨®mica, mientras que Kurz pone el acento en la de los refugiados. Pero para poner en pr¨¢ctica sus promesas necesitan a Alemania. Por eso, la coalici¨®n Jamaica es algo m¨¢s que una simp¨¢tica novedad en un bonito envoltorio tricolor. Es uno de los fen¨®menos que tal vez pasen a la historia como un elemento del renacimiento de Europa.
O como una nueva etapa de su descomposici¨®n.
Klaus Geiger es redactor jefe de Internacional de Die Welt.
Traducci¨®n de News Clips.
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