?Saben aquel que dice que va un presidente...?
Trump insiste en contar chistes aunque nadie se r¨ªa de ellos y es que el humor mal empleado nunca tiene gracia
En 1929 Otfrid F?rster, un neurocirujano alem¨¢n, se encontraba operando de un tumor a un paciente cuando ¨¦ste ¡ªcosas de la poca anestesia de la ¨¦poca¡ª reaccion¨® comenzando a contar chistes malos sin parar. Desde entonces hay documentados casos del mismo proceder por la ciencia m¨¦dica. Tantos, que existe una dolencia denominada s¨ªndrome de Witzelsucht, tambi¨¦n conocida como la enfermedad del chiste.Quien la padece no puede evitar decir constantemente cosas pretendidamente graciosas y en numerosas ocasiones les a?ade un contenido sexual que hace que las personas que est¨¢n alrededor no sepan d¨®nde meterse.
Obviamente no hace falta padecer el s¨ªndrome de Witzelsucht para que a uno le sucedan cosas parecidas. Quienes a menudo hablan en p¨²blico saben que lo peor que pueden hacer es comenzar a soltar palabras antes de pensarlas, sin saber ad¨®nde les lleva su discurso. Que se lo digan a un experto en meteduras de pata: el ex primer ministro australiano Tony Abbott. Por ejemplo, el a?o pasado trat¨® de rendir homenaje en el Parlamento a un compa?ero que se retiraba y alab¨® su ¡°ingenio mordaz y divertido¡±. Para ilustrarlo cont¨® una broma que hizo durante una reuni¨®n sobre ¡°sue?os h¨²medos¡±. En la C¨¢mara nadie ri¨®. Y pas¨® algo todav¨ªa peor: Abbott se carcaje¨® ¨¦l solo.
Esta semana Donald Trump recib¨ªa a un grupo de indios navajos entre los que se encontraban tres veteranos de la Segunda Guerra Mundial cuyo papel result¨® crucial en las comunicaciones de la lucha en el Pac¨ªfico contra los japoneses. En aquel entonces, Estados Unidos buscaba desesperadamente un sistema de comunicaciones que los japoneses no pudieran descifrar. Lo encontraron en la lengua que habla esta tribu ¡ªque debe su nombre actual a los conquistadores espa?oles¡ª, la cual garantiz¨® que las ¨®rdenes emitidas fueran incomprensibles para el enemigo. Preparando un poco la intervenci¨®n ¡ªy le bastaba al presidente con ver Windtalkers?con Nicolas Cage¡ª, el mandatario podr¨ªa haberse lucido.
Y efectivamente, Trump se luci¨®. Como si sufriera la enfermedad del chiste fue incapaz de resistirse a hacer una asociaci¨®n del tipo ?t¨² eres ruso? Me gustan mucho la ensaladilla rusa y los polvorones de La Estepa. Ya que estaba hablando con un grupo de indios cit¨® a Pocahontas y aprovech¨® para meterse con la senadora dem¨®crata Elizabeth Warren diciendo que as¨ª la llaman. En realidad es Trump el ¨²nico que la llama as¨ª. Los navajos pusieron cara de japoneses escuchando hablar navajo. Al final el ¨²nico al que le hizo gracia el chiste fue a quien lo pronunci¨®.
Dice el humorista y editor de Cracked, Chris Bucholz, que cuando el p¨²blico no r¨ªe un chiste puede ser por cuatro razones: lo ha escuchado antes; no tiene la informaci¨®n suficiente para entenderlo; no es el p¨²blico adecuado; o simplemente es algo sobre lo que nadie se reir¨¢ nunca. El actual presidente de EE?UU parece haberse especializado en esta ¨²ltima categor¨ªa de bromas. Tal vez al final aprender¨¢ que las risas no se arrancan. Se regalan.
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