Perdurar

Celebramos los 90 a?os de Ferlosio junto a sus apoderados, alguna figura pol¨ªtica y una nube de aficionados, como si fuera un torero. Mantiene la gallard¨ªa del matador, pero el tiempo me lo ha menguado de cuerpo. Sentado entre Claudio L¨®pez y Miguel Aguilar, que son dos torres, parec¨ªa un gorri¨®n cobijado entre monta?as. No era una despedida, nada de eso. J¨¹nger, que tiene la categor¨ªa literaria de Ferlosio en Alemania, dur¨® hasta los 100. Nos quedan 10 a?os de celebraciones. La ancianidad es una ¨¦poca muy adecuada para hacer fiestas.

Claro, s¨®lo a quien las merece. Ferlosio las merece. Ha dedicado su vida a limpiar de hoja muerta, ponerle aceite, apretar un tornillo, darle brillo con la gamuza a la lengua espa?ola. Una vida afinando el instrumento, como quien dice, con mucho gusto. Y eso es de agradecer, sobre todo en unos tiempos, es bien sabido, en los que el instrumento a todo el mundo le importa un pito, perd¨®n por el chiste.

A todo el mundo no. A millones de personas no. En los diccionarios de la Real Academia colgados en Internet se dieron el mes pasado 70 millones de consultas. Es la cifra usual. Alg¨²n mes puede llegar a los 80 millones. Da pena que al Gobierno se la sude, porque es el instrumento m¨¢s importante de ese pa¨ªs a¨²n llamado Espa?a, no se sabe por cu¨¢nto tiempo.

Y Ferlosio ha sido un apasionado, un entregado, un abnegado de la lengua y del lenguaje. En la presentaci¨®n se daba un juicio un¨¢nime: es el m¨¢ximo escritor espa?ol de la posguerra. Sin duda no es tan popular como Antonio Gala, pero es porque nunca ha escrito para complacer al p¨²blico, sino al lenguaje. Para celebrarlo se han editado unas P¨¢ginas escogidas (Random House) que puede leer absolutamente todo el mundo. Ya no hay excusa.