Cien a?os despu¨¦s
En el a?o reci¨¦n terminado han pasado casi inadvertidos los centenarios de la toma del Palacio de Invierno y la presentaci¨®n del urinario 'Fuente'. Dos tentativas de subversi¨®n en una misma atm¨®sfera: el fin del mundo moderno
Ay, qu¨¦ pesado, qu¨¦ pesado
Siempre pensando en el pasado
Se nos ha ido un a?o tan lleno de convulsiones, contusiones y sainetes que la palpitante y siempre tir¨¢nica actualidad ha hecho que nos pasaran casi inadvertidos, entre muchos otros, dos centenarios que en otras circunstancias habr¨ªan dado bastante que hablar. Uno, el que a primera vista parece m¨¢s serio, es el de la toma del Palacio de Invierno de San Petersburgo por el Ej¨¦rcito Rojo, que dio pie al establecimiento de la URSS. Este hecho extrae ante todo su seriedad, como todas las revoluciones pol¨ªticas, del elevado n¨²mero de cad¨¢veres con los que abona el campo de batalla (y que a medida que crece hace m¨¢s dif¨ªcil admitir que los que murieron lo hicieron ¡°para nada¡±), pero le a?ade a esta gravedad hist¨®rica una seriedad moral: la de haber supuesto, para much¨ªsimas personas y durante much¨ªsimo tiempo, un foco de esperanza pol¨ªtica que se?alaba a la humanidad el camino de su futuro.
?El que hayamos pasado como de puntillas sobre este centenario se debe solamente a que ya no existe la Uni¨®n Sovi¨¦tica y, por lo tanto, el foco ha desaparecido, llev¨¢ndose con ¨¦l el prometido final feliz de la historia universal? No creo que este sea el principal motivo, sobre todo porque el final del ¡°socialismo real¡± ha coincidido con una cierta revitalizaci¨®n del comunismo, al menos como vocablo, que intenta por todos los medios desprenderse de su funesto pasado hist¨®rico y engancharse a las nuevas circunstancias. Pienso m¨¢s bien que la causa fundamental de la ausencia de conmemoraci¨®n de la revoluci¨®n de octubre es la infinita verg¨¹enza que produce, sobre todo en el ¨¢mbito intelectual y de la opini¨®n en general, el haber permanecido ciegos durante d¨¦cadas y d¨¦cadas ante la evidencia hoy irrefutable de lo que fue aquel ¡°socialismo real¡±, que hoy a¨²n reconocemos en los Estados comunistas residuales como China, Cuba o Corea del Norte y sus adl¨¢teres, en los que lejos de ver un estadio ¡°degradado¡± del proyecto comunista podemos experimentar en vivo la cruda realidad de lo que fue desde el principio aquel ¡°socialismo¡± en el que ya en 1920, en su visita a Lenin, Fernando de los R¨ªos vio ¡°las tenebrosidades de un mundo polic¨ªaco¡±. Incluso podr¨ªa suceder que el alboroto con el que hoy nos escandalizamos ante las ¡°posverdades¡± que fabrican los gabinetes de prensa especializados en producir ¡°hechos alternativos¡± para justificar ciertas pol¨ªticas nos oculte, m¨¢s o menos interesadamente, la facilidad con la cual durante tanto tiempo las ¨¦lites culturales y los l¨ªderes de opini¨®n occidentales contribuyeron, amparados en una racionalidad moral superior, a negar una siniestra realidad que conoc¨ªan bien, convirti¨¦ndose en aliados objetivos de los aparatos de propaganda de esos reg¨ªmenes polic¨ªacos.
Las dos revoluciones fracasaron porque el mundo post-moderno no lleg¨® a existir
El otro centenario ha sido el de la presentaci¨®n, por parte de Marcel Duchamp, de un urinario firmado con el seud¨®nimo de Richard Mutt y bautizado como Fuente a una exposici¨®n de artistas independientes en una galer¨ªa de arte de Nueva York. Comparado con la revoluci¨®n de octubre, este ¡°atentado simb¨®lico¡± puede parecer solamente una broma (aunque una broma pesada), como sin duda se lo pareci¨® a muchos de sus contempor¨¢neos, qui¨¦n sabe si tambi¨¦n a su propio autor. Pero el caso es que, andando el tiempo, y mucho despu¨¦s de su desaparici¨®n material, ha llegado a ser considerado como la obra de arte m¨¢s influyente del siglo XX, seg¨²n dictamen de 500 expertos internacionales en el a?o 2004. Y ello no s¨®lo porque representa el gesto fundador del arte conceptual, sino porque acaso resume mejor que otras piezas la intenci¨®n profunda de las vanguardias hist¨®ricas, convertidas hoy en una suerte de clasicismo del arte contempor¨¢neo. Se dir¨ªa que no existe entre estos dos hechos revolucionarios m¨¢s relaci¨®n que la de que el azar los ha reunido en el mismo a?o.
Y sin embargo se trata de dos tentativas de subversi¨®n inmersas en una misma atm¨®sfera: la que anunciaba, con el tel¨®n de fondo de la guerra mundial, el final del mundo moderno (de lo que entonces se llamaba ¡°la sociedad burguesa¡±) y su sustituci¨®n por otro diferente y mejor. En segundo lugar, as¨ª como la revoluci¨®n de octubre no pretend¨ªa ser una revoluci¨®n pol¨ªtica entre otras, sino la que pondr¨ªa fin a la pol¨ªtica en cuanto tal (ya que culminar¨ªa con la desaparici¨®n del Estado, que es el marco que en la modernidad confiere sentido al t¨¦rmino ¡°pol¨ªtica¡±), tampoco la revoluci¨®n vanguardista quer¨ªa ser una revoluci¨®n art¨ªstica m¨¢s (como lo habr¨ªan sido el barroco o el neoclasicismo), sino que aspiraba a terminar con el arte como instituci¨®n y como esfera diferenciada para diluirlo en la vida com¨²n, del mismo modo que el comunismo promet¨ªa, en palabras de Lenin, abolir la diferencia entre una cocinera y un jefe de Estado. Por ¨²ltimo, el estadio hist¨®rico-cultural que ambas revoluciones quer¨ªan superar es en los dos casos lo que hemos dado en llamar la representaci¨®n; y aunque no se puedan identificar de forma simple la representaci¨®n est¨¦tica y la representaci¨®n pol¨ªtica, ambas aluden a todo un entramado de mediaciones (el parlamento y la separaci¨®n de poderes en un caso, la autonom¨ªa de los valores est¨¦ticos y la cr¨ªtica de arte en el otro) que ese nuevo mundo post-burgu¨¦s vendr¨ªa a invalidar mediante el paradigma de la inmediatez. Y a todo ello ha de a?adirse que, durante la primera mitad del siglo pasado, las complicidades, connivencias, alianzas y dobles militancias entre los miembros de los ismos pol¨ªticos y los de los art¨ªsticos fueron moneda corriente y hasta casi obligatoria en algunos per¨ªodos concretos.
Las representaciones est¨¦tica y pol¨ªtica aluden a todo un entramado de mediaciones
Pero, ?no se podr¨ªa objetar que, pese a todo, la revoluci¨®n de octubre fracas¨®, mientras que la revoluci¨®n de Duchamp ha tenido ¨¦xito? No es tan seguro. Las dos revoluciones fracasaron en la medida en que el mundo post-moderno del que se consideraban la avanzadilla no lleg¨® a existir o, lo que es peor, s¨®lo pudo hacerlo con los tintes infernales del totalitarismo. Pero ambas nos han dejado como herencia el s¨ªndrome de ¡°despreciar al burgu¨¦s¡± (hoy convertido en ¡°despreciar al ciudadano¡±, que despu¨¦s de todo es lo que significaba ¡°burgu¨¦s¡±), junto con una desconfianza frente a la representaci¨®n p¨²blica y art¨ªstica y una nostalgia de la inmediatez est¨¦tica y pol¨ªtica que ha dado lugar a un linaje de artistas inc¨®modos en su propia condici¨®n, de la que les gustar¨ªa liberarse, y a otro de pol¨ªticos que habitan las instituciones representativas al mismo tiempo que las ponen en entredicho. Y a lo mejor la discreci¨®n con la que hemos atravesado estos dos centenarios tiene que ver con un cierto y comprensible af¨¢n de cubrir nuestras verg¨¹enzas que, sin embargo, podr¨ªa conllevar una desagradable falta de reflexi¨®n sobre nuestro pasado y, en definitiva, un d¨¦ficit de explicaci¨®n con nosotros mismos y con el porvenir de las sociedades de nuestro tiempo.
Jos¨¦ Luis Pardo es fil¨®sofo.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.