Aporofobia
Ahora que tenemos palabra solo nos falta coraje
Llevaba a?os d¨¢ndole vueltas, pero necesitaba tantas explicaciones que la gente se me escapaba sin entender el meollo de la cuesti¨®n.
¡°Si llegaran en yate desde Siria o Marruecos con las bodegas cargadas de glamour, no les pondr¨ªamos ni una pega¡±, argumentaba. ¡°No s¨¦ por d¨®nde vas¡±, soltaba el respond¨®n.
¡°Pues que cuando un hortera cierra un garito para inundarlo de champagne del bueno, se nos escapa la admiraci¨®n aunque sea un ga?¨¢n y el ep¨ªtome de descerebrado¡±, insist¨ªa. ¡°No te capto¡±, repet¨ªa el ciego de entendederas.
¡°Que no nos gustan ni negros, ni moros, ni gitanos, ni refugiados, ni sin papeles, ni ancianos, ni parados, ni sin techo, ni homosexuales, ni tatuados, ni los que peinan rastas, ni perroflautas..., pero solo si andan flojos de cartera¡±, dec¨ªa caldeando el ambiente. ¡°Qu¨¦ cosas dices. Nosotros no somos as¨ª, pero no se puede abrir la puerta a todo el mundo¡±, sentenciaba otro acompa?ado por la aprobaci¨®n de muchos.
Y en estas llega la Fundaci¨®n del Espa?ol Urgente y dictamina que el palabro del a?o es aporofobia. ?Menudo alivio! Al menos existe un nuevo y solitario vocablo para definir un sentimiento tan antiguo como atenazante: nos dan miedo los pobres. No se trata de su color, tendencia, procedencia o creencias, lo que tenemos es terror al contagio. Volcados m¨¢s en el tener que en el ser, ver en otros la miseria, asusta tanto que el rechazo resulta salvador. Ahora que tenemos palabra solo nos falta coraje. Si no nos aterrara escucharlos, podr¨ªan contarnos que no es imposible que ma?ana seamos nosotros quienes necesitemos la mano tendida de un valiente.
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