Los tuits cruzados con Joan Tard¨¤ i Coma

Los periodistas, esta es mi opini¨®n y ser¨ªa, como integrante del oficio, mi aspiraci¨®n, debemos hacer informaci¨®n, y debemos tener mucho cuidado con la opini¨®n. Por eso desde antiguo usamos la primera persona del plural cada vez que nos referimos a lo que hemos sabido para contarlo a los lectores como conocimiento de un colectivo. El ego de los periodistas es grande, como se puede comprobar a diario, ahora que la primera persona del singular circula como espejo de muchos nombres propios. Eso es as¨ª. Otra cosa es lo que tendr¨ªa que ser.

El tuit que hizo rectificar a Tard¨¤

El periodista, por tanto, no debe distinguirse por sus opiniones, ni por sus deseos, ni por su primera persona del singular, sino por lo que hace para que esto forme parte del colectivo del medio al que pertenece. La creciente, e impaciente, e imperiosa, presencia de las redes sociales, nos ha hecho a los periodistas demasiado protagonistas. Y por esa v¨ªa hemos ca¨ªdo en la opini¨®n, en la primera persona, en las cuentas personales, y, en definitiva, nos hemos enredado peligrosamente m¨¢s en lo que suponemos que en lo que sabemos.

Y todos hemos ca¨ªdo como moscas en este panal. Yo tambi¨¦n, naturalmente. Emito opiniones, explico lo que me gusta o me disgusta, cuando en realidad tendr¨ªa que exponer, como periodista, aquello que s¨¦ porque lo he comprobado y guardarme mi opini¨®n, o la opini¨®n, a favor de personas m¨¢s competentes en las distintas materias que abordo. Qu¨¦ les voy a decir: me han vencido los tiempos. Pero hay algo que hago habitualmente en Twitter, que es la red social por la que transito. En Twitter muchas veces pregunto a personas conocidas o populares, sobre todo del ¨¢mbito pol¨ªtico, sobre opiniones contundentes que lanzan, generalmente contra oponentes pol¨ªticos. Casi nunca responden, debo decirlo tambi¨¦n.

Ayer lo ensay¨¦ con Joan Tard¨¤ i Coma, diputado de Esquerra Republicana de Catalunya. ?l hab¨ªa identificado, en un tuit, a Madrid, la ciudad de Madrid, con el Estado y con el Gobierno, y con las intenciones contraindependentistas de ambas entidades supraprovinciales. Y yo le pregunt¨¦ a qu¨¦ parte de Madrid se refer¨ªa con esa generalizaci¨®n, muy habitual, para bien y para mal, que considera a esta capital en la que vive tambi¨¦n mi nieto como el origen de todos los males y de casi ning¨²n bien (como la maternidad de O?Donnell en la que naci¨® mi nieto).

Y el se?or Tard¨¤ se disculp¨® en seguida. He observado en los comentarios que EL PA?S acoge debajo de la rese?a sobre este hecho singular (alguien disculp¨¢ndose en Twitter) que algunos lectores consideran que eso no es noticia. Probablemente. Pero s¨ª que es al menos raro: un pol¨ªtico emite una opini¨®n, alguien le hace ver que quiz¨¢ exagera, y ese pol¨ªtico interpelado pide disculpas. No ser¨¢ noticia, pero es un acontecimiento que merece ser rese?ado.

Debo confesar, por otra parte, que no me extra?¨® que el se?or Tard¨¤ hiciera esa declaraci¨®n de sentido com¨²n (desde mi punto de vista, fue de sentido com¨²n, y de sentido del humor). Porque por otras actitudes parlamentarias o medi¨¢ticas en las que le he visto envuelto siempre me result¨® notable que no se alterara jam¨¢s en medio de las diatribas: es un hombre que escucha atentamente al otro, aunque sea su oponente, y he visto que, al menos tras una reciente intervenci¨®n en el Congreso, lament¨® un exabrupto ingrato.

Yo no le votar¨ªa jam¨¢s, seguramente, pero siempre me detendr¨¦ a escucharle. Por eso le sigo en Twitter, lo tengo entre aquellos tuiteros a los que quiero leer en cuanto emite sus declaraciones y por eso le hice aquellas preguntas simples que a ¨¦l le hicieron pedir disculpas a Madrid por decir su nombre en vano.