La gran revoluci¨®n
La afirmaci¨®n del papel de la mujer, despu¨¦s de siglos de injusticia, trae consigo un cambio radical, hist¨®rico
Soy consciente de que el proceso que vivimos es el comienzo de la mayor revoluci¨®n de la historia en la definici¨®n de roles de los sexos. Est¨¢ claro: las mujeres no son una propiedad. Me alegra ver que, despu¨¦s de tantos siglos en los que la humanidad vivi¨® en el error, se haya comprendido ese principio fundamental. Las mujeres no son una propiedad, repito. Otra cosa muy distinta es el trato, la violencia y el abuso y la imposici¨®n de una definici¨®n de las mujeres durante milenios que las ha convertido en v¨ªctimas de cualquier relaci¨®n sexual con el otro g¨¦nero.
No creo en los sexos, creo en los g¨¦neros. Pero tambi¨¦n he observado que el juego entre madres e hijas en el que se va heredando no solo el comportamiento biol¨®gico, sino tambi¨¦n el rol social, ha sido uno de los principales problemas para descubrir el verdadero papel de las mujeres. A¨²n no hay datos sobre c¨®mo ser¨ªa un mundo en el que solo existieran relaciones homoparentales o en el que ellas renunciasen a la maternidad. Pero lo que ya se puede observar no es la guerra de los sexos ¡ªy en ese sentido, no estoy de acuerdo con el manifiesto de las artistas e intelectuales francesas¡ª, sino el verdadero cambio que trae la afirmaci¨®n del papel de la mujer, despu¨¦s de siglos de injusticia.
Hist¨®ricamente, nunca ha habido equilibrio en una relaci¨®n que no solo debe ser paritaria, sino que adem¨¢s debe percibirse como equitativa con el fin de que los dos seres necesarios para el mantenimiento de la especie humana puedan vivir y coexistir en este planeta. Est¨¢ cambiando nuestra forma de mirarnos, de percibirnos y hasta de desearnos. Y las mujeres asisten a varias explosiones de s¨ª mismas y de su libertad que las muestran en el escenario internacional como seres humanos renovados, tras la ruptura del statu quo en el que fueron educadas, concebidas y generacionalmente asistidas, con la firme intenci¨®n de redefinirse. Primero, en la capacidad de estar solas, de ser y vivir como individuos, algo que, seg¨²n diferentes estad¨ªsticas, resulta mucho m¨¢s dif¨ªcil para los hombres. Segundo, porque gran parte del juego convenido ¡ªinjusto, pero convenido¡ª respecto a los roles y actividades propios de unos y otras ha desaparecido. Tercero, porque ha sido muy dif¨ªcil convivir en ese ambiente, no solo por la cantidad de obst¨¢culos, sino porque cada una ha tenido que lidiar con m¨¢s de un cerdo en su vida.
No pretendo exculpar el comportamiento individual dentro de la norma de la cultura colectiva, pero s¨ª quiero destacar que esta revoluci¨®n tan profunda tendr¨¢ unas consecuencias que exigir¨¢n consolidar un nuevo pacto que tambi¨¦n considere la protecci¨®n de los hombres que, aunque muchos sean cerdos, no han quedado exentos del acoso u hostigamiento en lo que al parecer ya es una granja, como la describi¨® Orwell, en la que todos vivimos y en la que en alg¨²n momento tambi¨¦n hemos tenido, tanto hombres como mujeres, un comportamiento animal.
La palabra deseo y la palabra atracci¨®n ser¨¢n palabras muy peligrosas
A partir de este momento, ser¨¢ necesario saber cu¨¢les ser¨¢n los nuevos c¨®digos de convivencia, qu¨¦ ser¨¢ correcto no solo en la manera de mirar, sino hasta en la forma de desear en ese ejercicio criminalizado por definici¨®n llamado atracci¨®n. ?C¨®mo se va a manifestar? ?C¨®mo ser¨¢ el convenio de las miradas? ?Cu¨¢l ser¨¢ el c¨®digo de comportamiento m¨¢s adecuado? Estamos construyendo un mundo que efectivamente es nuevo, pero que pol¨ªtica y socialmente a¨²n no est¨¢ claro, ya que las cifras siguen mostrando que en muchos pa¨ªses contin¨²a la desigualdad de g¨¦nero en la representaci¨®n pol¨ªtica, en los salarios y en los cargos a los que ellas acceden. No basta con que tengan la oportunidad de luchar por el poder, tambi¨¦n es necesario saber c¨®mo se sienten y por qu¨¦ hay una desafortunada realidad en la que la falta de sororidad se origin¨® desde el propio sentir femenino.
Ahora el mundo no solo tiene por delante el doloroso problema de los feminicidios y la obligaci¨®n de impedir que haya una muerta m¨¢s, sino que tambi¨¦n debe encontrar nuevos c¨®digos de entendimiento que permitan una mejor convivencia entre ambos sexos. La palabra deseo, la palabra atracci¨®n y todas las que est¨¦n relacionadas con las tendencias naturales del ser humano, sin importar el g¨¦nero, ser¨¢n palabras muy peligrosas. Porque sin ese nuevo c¨®digo de entendimiento, sin esa liberaci¨®n femenina, sin esa definici¨®n del nuevo papel de los hombres, sin ese acuerdo de lo que es o no socialmente tolerable, ser¨¢ muy dif¨ªcil garantizar la continuidad de la convivencia. Pero, adem¨¢s hay otro problema, al no tener los hombres el beneficio de la duda en los ¨²ltimos tiempos seg¨²n las campa?as de #Balancetonporc (Denuncia a tu cerdo, equivalente franc¨¦s del #Metoo o de #MyHarveyWeinstein) ¡ªy no voy a preguntar cu¨¢ntas cerdas hay en el mundo¡ª, lo que s¨ª es evidente es que cualquier conflicto en una sociedad que hoy no tiene garantizada la m¨ªnima norma de convivencia elemental entre hombres y mujeres influye en la constituci¨®n del mundo y representa un desaf¨ªo para el que habr¨¢ que identificar si hubo alg¨²n momento de la historia en el que los g¨¦neros fueron compatibles.
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