Mal
Ni los endemoniados ni los psic¨®patas pueden reformarse. Hay que ponerles para siempre fuera de la circulaci¨®n humana. Son un peligro para la sociedad
M¨¢s all¨¢ de ciertos espasmos l¨ªricos para celebrar alg¨²n momento propio que modestamente tenemos por glorioso, el libre albedr¨ªo suscita rechazo y hasta repugnancia a casi todo el mundo. En especial cuando se trata de acciones viles, detestables. Los anticuados las atribuyen a las asechanzas diab¨®licas, incluso a la posesi¨®n infernal (¡°?no nos dejes caer en el mal!¡±); los modernos, a trastornos mentales, gen¨¦ticos, irremediables. Todo menos considerarnos responsables de lo torpe o lo atroz. El asesino de Diana Quer no puede ser mentalmente normal, debe estar enfermo, como el doctor Mengele o Donald Trump. En la antigua URSS se enviaba a los disidentes al manicomio: un cr¨ªtico del para¨ªso bolchevique no pod¨ªa estar en sus cabales... Hoy se recurre a las neurociencias para despejar la inc¨®gnita de la libertad, igual que para descifrar un vel¨¢zquezpodemos llamar a un qu¨ªmico que nos explique la composici¨®n de los pigmentos usados y las fibras de la tela as¨ª manchada. Hacemos el bien por imitaci¨®n o respuesta evolutiva, el mal por perturbaci¨®n ps¨ªquica y el resto es literatura. ?Uf, menudo alivio!
?Qu¨¦ haremos con los malhechores? Lo mejor es desembarazarse de ellos para siempre, aqu¨ª coinciden los antiguos y los modernos: ni los endemoniados ni los psic¨®patas pueden reformarse. Hay que ponerles para siempre fuera de la circulaci¨®n humana. Son un peligro para la sociedad, tengan veinte a?os o setenta. Sobre todo son un peligro para nosotros, los normales, que sentimos tentaciones diab¨®licas (nos tienta lo que nos atrae pero nos espanta) y vivimos fascinados por los psic¨®patas en novelas o series de televisi¨®n. Para ser sinceros, son ellos los que mandan ¡ªlos demonios y serial killers¡ª porque han decidido por nosotros: al encerrarlos definitivamente guardamos en sus celdas nuestra alma vacilante y traicionera...