La juez El¨®segui: el g¨¦nero en disputa
El problema es la dejaci¨®n del gobierno al preparar la candidatura de los magistrados espa?oles
No saber qu¨¦ papel juega un pa¨ªs en el mundo es sintom¨¢tico de la mala salud que padece, porque el rol que desempe?a un Estado en la esfera global es expresivo de c¨®mo se percibe hacia su interior. Y ah¨ª est¨¢ nuestro drama: Rajoy ni tiene ni ha tenido nunca una idea de pa¨ªs. T¨®mese, por tanto, el sorprendente proceso de nombramiento de Mar¨ªa El¨®segui, representante espa?ola para la defensa de los Derechos Humanos en Estrasburgo, como una muestra m¨¢s de la incompetencia que agrava este penoso vac¨ªo.
La nueva juez El¨®segui, de posiciones abiertamente hom¨®fobas y discriminatorias en materia de igualdad, ser¨¢ la imagen que exportemos de Espa?a. Pero no se lleven a enga?o, el problema no es ella (que tambi¨¦n), sino la dejaci¨®n del gobierno al preparar la candidatura y proceder a un adecuado escrutinio de los aspirantes no id¨®neos. Porque, al parecer, el candidato del gobierno fue finalmente descartado por un elemento tan b¨¢sico como el desconocimiento de idiomas. La consecuencia de esta peque?a sorpresa fue que se colara una persona con una idea un tanto obtusa de lo que es el enfoque de g¨¦nero y su vinculaci¨®n con la protecci¨®n de derechos fundamentales conectados con la ciudadan¨ªa y la democracia.
En salud sexual y reproductiva, su mayor preocupaci¨®n es proteger el derecho a ser madre
A decir de su curriculum, El¨®segui particip¨® en la elaboraci¨®n de la Ley de Igualdad que aprob¨® el Gobierno de Zapatero. Ha faltado tiempo para desmentir este dato, y lo cierto es que poco se puede encontrar en sus textos que recuerde al sentido que entonces se dio a la categor¨ªa de g¨¦nero: unas pol¨ªticas transformadoras que colocaron a Espa?a en la vanguardia internacional para la defensa de los derechos individuales. Por ejemplo, en el caso de la salud sexual y reproductiva, la mayor preocupaci¨®n de la juez se limita a la importancia de proteger el derecho a ser madre antes que la libre elecci¨®n de la maternidad y la garant¨ªa de la autonom¨ªa personal. En este sentido, El¨®segui, alerta de que la mujer tenga ¡°el control absoluto de la reproducci¨®n, incluyendo el aborto a petici¨®n¡±.
A la nueva juez le preocupa sobre todo el aborto, por ello se separa de nuestro ordenamiento y de la regulaci¨®n internacional que sit¨²a la salud sexual y reproductiva como el bien que se quiere proteger a trav¨¦s de ¡°distintos derechos fundamentales¡±. No piensa en clave de igualdad ni en el impacto transformador de las pol¨ªticas p¨²blicas en materia de g¨¦nero; por eso elude cualquier debate que explique c¨®mo las estructuras discriminatorias que atraviesan nuestra sociedad inciden en el n¨²mero de embarazos no deseados, agresiones sexuales o violencia sobre las mujeres.
Y es que para la juez el g¨¦nero es una categor¨ªa sospechosa cargada en sus interpretaciones ¡°m¨¢s radicales¡± de ¡°contenido ideol¨®gico, bajo un ropaje cient¨ªfico¡±. G¨¦nero es, como sostiene la doctrina Ratzinger, ¡°ideolog¨ªa de g¨¦nero¡±: un punto de vista dogm¨¢tico que adem¨¢s de negar las diferencias biol¨®gicas, produce un peligro moral. Cuando El¨®segui se?ala ¡°la persona es inseparable de su cuerpo, y por tanto es un ser sexuado, que siempre desarrolla sus cualidades con matices propios de su sexo¡±, est¨¢ diciendo que si los sexos son binarios en su morfolog¨ªa y constituci¨®n, tambi¨¦n los g¨¦neros son dos y solamente dos. Un aparato te¨®rico para justificar la discriminaci¨®n.
Todos los datos indican que Mar¨ªa El¨®segui no es una candidata id¨®nea
La nueva juez se agarra a la distinci¨®n sexo/g¨¦nero impl¨ªcita en la obra de Simone de Beauvoir seg¨²n la cual ¡°no se nace mujer, se llega a serlo¡±. El feminismo se sirvi¨® de tal declaraci¨®n para afirmar que el sexo es biol¨®gico, mientras el g¨¦nero refiere a una construcci¨®n cultural. Esto es lo que, seg¨²n El¨®segui, nos permite hablar de ¡°corresponsabilidad¡±, pues ¡°mucho del reparto de tareas consideradas en una ¨¦poca u otra propias de la mujer o del hombre es algo absolutamente arbitrario y sin base biol¨®gica¡±. Ahora bien, las manzanas son manzanas y las peras son peras; si una manzana se siente pera o pl¨¢tano entonces, por mucho que tenga cuerpo de manzana, aparecen las patolog¨ªas. Que existan, por ejemplo, hombres masculinos gays o mujeres masculinas, constituye una disfuncionalidad dif¨ªcil de encajar en su pensamiento. La pregunta es, si la persona que llega a ser mujer siempre es femenina sexualmente ?para qu¨¦ sirve la distinci¨®n sexo/g¨¦nero? ?De qu¨¦ carga social nos emancipa? ?Son acaso los cuerpos receptores pasivos de una ley cultural inevitable? Entonces el g¨¦nero es tan estable y fijo como lo era bajo la aserci¨®n de que ¡°la biolog¨ªa es destino¡±.
Tras 30 a?os de la publicaci¨®n de El g¨¦nero en disputa de Judith Butler, sabemos que cuando se asigna un g¨¦nero se impone un conjunto de expectativas en relaci¨®n a este: si eres una ni?a biol¨®gicamente, tendr¨¢s que comportarte como tal. No se puede negar que existan diferencias naturales entre los sexos (el feminismo no lo niega), pero tampoco que muchas personas experimentan problemas con esa asignaci¨®n cuando van creciendo porque el g¨¦nero no da necesariamente la clave de nuestra orientaci¨®n sexual. Por eso corresponde a las instituciones p¨²blicas y sociales apoyar a todas las personas a vivir con dignidad y libertad en sus cuerpos, antes que tratar como patol¨®gica una experiencia profunda de aquello que son o c¨®mo desean ser. Ese es el marco de reconocimiento que se quiso conectar con la defensa de derechos fundamentales para garantizar vidas dignas de ser vividas. ?Una persona que piensa como El¨®segui puede impartir justicia de forma ecu¨¢nime y ser garante de los derechos humanos? No, El¨®segui no es una candidata id¨®nea.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.