¡®Emilia P¨¦rez¡¯ o la redenci¨®n del clich¨¦
El ¨¦xito de la temporada es una de las pel¨ªculas m¨¢s burdas y tramposas del siglo XXI, aunque las brillantes actuaciones de Zoe Salda?a y Karla Sof¨ªa Gasc¨®n permiten disfrazar un guion sin la menor autenticidad
Manitas del Monte, un sanguinario narco mexicano, soborna a una abogada joven e idealista para que lo ayude en su ansiada transici¨®n de g¨¦nero. Una vez que asume su identidad femenina, consagra su inmensa fortuna a localizar a las decenas de miles de desaparecidos que se acumulan en su pa¨ªs, al tiempo que cuida amorosamente de sus hijos ¡ªy de paso de su exesposa¡ª e inicia un bello romance con una de las mujeres buscadoras a las que ha ayudado en el proceso. Todo ello envuelto en las l¨¢nguidas canciones ¡ªcasi recitativos oper¨ªsticos¡ª y las lucidoras coreograf¨ªas propias de la comedia musical. De entrada, el proyecto suena tan inveros¨ªmil ¡ªtan arriesgado, seg¨²n sus corifeos¡ª que no pod¨ªa sino convertirse en una obra maestra, como consignan los m¨²ltiples premios y nominaciones que recibe a mansalva. Despejada la cortina de humo, Emilia P¨¦rez (2024) es justo lo que anunciaba su retorcido planteamiento: una de las pel¨ªculas m¨¢s burdas y tramposas del siglo XXI.
No ser¨¦ yo quien la descalifique con el pretexto de la apropiaci¨®n cultural ¡ªsiempre he cre¨ªdo en el derecho de cualquier artista a tratar cualquier tema¡ª porque su director es franc¨¦s o porque la mayor parte de sus protagonistas no sean mexicanas, si bien la pol¨¦mica en torno al acento gringo de Selena Gomez ¡ªquien ya comparti¨® el premio a mejor actriz en Cannes y est¨¢ nominada a un Globo de Oro: doble disparate¡ª no es menor. Semejante desd¨¦n hacia una lengua ser¨ªa impensable si un director mexicano, I?¨¢rritu, Cuar¨®n o Del Toro, por ejemplo, hubieran filmado una pel¨ªcula sobre los chalecos amarillos, el caos pol¨ªtico desatado por Macron o la vida de Marine Le Pen y hubiera elegido a una actriz latina, con un obvio acento colombiano o argentino, para encarnar a una joven de Par¨ªs. No vayamos m¨¢s lejos: en el terreno de la ¨®pera, de donde proviene el musical, los cantantes pasan largas horas con coaches que les ayudan a pronunciar correctamente el italiano, el alem¨¢n o el ruso en aras del rigor art¨ªstico.
Tal vez sea as¨ª, invirtiendo el ejercicio en un juego de espejos, como mejor se revele la interminable serie de clich¨¦s que acumula Emilia P¨¦rez: el hipot¨¦tico proyecto de I?¨¢rritu, Cuar¨®n o Del Toro, atiborrado de actores y actrices hollywoodenses, grabado en un estudio en M¨¦xico donde, para no ensuciarse con la realidad, se reproduce la banlieu parisina ¡ªcon un pu?ado de tomas a¨¦reas de la Torre Eiffel¡ª y que se presenta como un aut¨¦ntico ¡ªy muy arriesgado, no lo olvidemos¡ª retrato de los graves problemas que aquejan a los franceses, no habr¨ªa pasado de ser una boutade recibida con carcajadas por los ejecutivos de cualquier estudio. La ocurrencia de Jacques Audiard, en cambio, ya le ha proporcionado el elogio un¨¢nime de la cr¨ªtica europea y estadounidense, as¨ª como premios en Cannes y un palmar¨¦s que de seguro se incrementar¨¢ en las alfombras rojas de Los ?ngeles. ?Qu¨¦ hace que una de las pel¨ªculas m¨¢s insensatas de nuestra ¨¦poca provoque tal entusiasmo? Me temo que otro clich¨¦, en sentido inverso: si un enfant terrible del cine de arte franc¨¦s se atreve a embarcarse en este colosal dislate latinoamericano ¡ªcuyas fallas se camuflan, como ha ocurrido tantas veces en la historia de la ¨®pera, bajo el fulgor de la m¨²sica¡ª, el resultado tiene que ser por fuerza tan epatante como genial.
Si el M¨¦xico de Emilia P¨¦rez no es sino un decorado ex¨®tico ¡ªen la vena la de la Sevilla de Bizet o del melifluo Le chanteur de Mexico, protagonizada por Luis Mariano (1956)¡ª, la propia Emilia P¨¦rez encarna los m¨¢s torpes prejuicios en torno la transici¨®n de g¨¦nero, apenas salvados por el ¡ªaqu¨ª s¨ª¡ª minucioso trabajo actoral de Karla Sof¨ªa Gasc¨®n. Pero no basta con valerse de una potente actriz trans para desempe?ar el papel de una mujer trans para construir un personaje cre¨ªble y profundo si el guion est¨¢ plagado de clich¨¦s. El primero y m¨¢s lamentable: antes de su transici¨®n, Manitas del Monte era un criminal violento y cruel; despu¨¦s, una mujer que solo se preocupa por su familia y, en un repentino af¨¢n de redenci¨®n, dedica la fortuna que ha conseguido con el tr¨¢fico de drogas a ayudar a las madres, esposas e hijas de sus v¨ªctimas. ?Por qu¨¦? Solo porque Audiard se lo dicta: siendo mujer, tiene que ser por fuerza maternal, rom¨¢ntica y buena.
Nos hallamos, otra vez, m¨¢s cerca del travestismo que caracteriz¨® la historia de la ¨®pera ¡ªplagada de personajes que, para conseguir sus objetivos, se disfrazan astutamente de hombres o mujeres¡ª que de una mirada seria a las identidades trans: asumir que, al llevar a cabo su transici¨®n, el macho salvaje y cruel que ha ordenado cientos de asesinatos se transforma de pronto en una mujer emp¨¢tica y comprometida con los m¨¢s d¨¦biles supone un malabarismo narrativo imperdonable. A la postre, la redenci¨®n de Emilia P¨¦rez resulta tan falsa ¡ªy tan irrespetuosa para el espectador¡ª como el acento de Selena Gomez o el falso empe?o de Audiard por abordar, sin el menor conocimiento o empat¨ªa, el doloroso tema de los desaparecidos en M¨¦xico.
La ¨²ltima parte de la pel¨ªcula es, acaso, la peor. En un decorado de cart¨®n piedra ¡ªla glamorosa aliada de las madres buscadoras despacha en un oxidado galer¨®n¡ª, la trama rinde homenaje, sin demasiada conciencia, a las m¨¢s rid¨ªculas telenovelas mexicanas de los setenta. Con su nueva identidad ¡ªa partir de aqu¨ª, esp¨®iler¡ª, Emilia finge ser la t¨ªa de sus hijos y regresa a vivir a M¨¦xico con ellos y su ex mientras vive su propia historia de purificaci¨®n y amor verdadero. Cuando Jessi del Monte (s¨ª: Selena Gomez) se enamora de otro narco y quiere llevarse a sus hijos con ella, Emilia no lo tolera, recupera sus aires criminales y melodram¨¢ticos y terminar¨¢ encajuelada ¡ªotro inevitable clich¨¦ mexicano¡ª y devorada por las fuerzas que ella misma ha desatado.
Nada funciona en Emilia P¨¦rez, aunque las brillantes actuaciones de Zoe Salda?a ¡ªquien al menos afirma ser dominicana para justificar su acento¡ª y Karla Sof¨ªa Gasc¨®n, as¨ª como los esmerados n¨²meros musicales, permiten dar gato por liebre: un guion desprovisto de la menor autenticidad ¡ªde la menor verosimilitud, lo ¨²nico que no se perdona en un buen relato¡ª en donde la f¨®rmula de llevar el clich¨¦ al paroxismo permite simular una intencionalidad pol¨ªtica que esconde un puro oportunismo, una originalidad que parte de un impulso vano y superficial, una mirada de g¨¦nero que esconde un sesgo machista y un riesgo est¨¦tico que no es sino un yermo art¨ªstico tan banal y hueco que solo podr¨ªa sino triunfar en una era, dominada por la falsa autenticidad de Donald Trump, que a diario confunde la ficci¨®n con la mentira.
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