Reforma electoral de parte
Las reglas de los sistemas pol¨ªticos necesitan acuerdos interpartidistas para ser eficaces y estables. Unidos Podemos y Ciudadanos no pretenden reducir los sesgos mayoritarios sino solo mejorar su representaci¨®n en el Congreso de los Diputados
Las reformas electorales son excepcionales. Los partidos que tienen el poder para llevarlas a cabo, los grandes, suelen rechazarlas puesto que se benefician de las reglas existentes. Y los partidos que quieren las reformas, los peque?os, carecen de apoyos para lograr su aprobaci¨®n. Cuando se inician procesos de reforma electoral, es necesario que los partidos compartan un modelo de representaci¨®n democr¨¢tica, un cierto acuerdo sobre el problema que debe ser modificado y una relativa certidumbre sobre los efectos de las medidas que proponen. Adem¨¢s, es importante recordar que las nuevas reglas de juego deben de aspirar a ser estables y, por tanto, tienen que ser aprobadas por consenso.
Unidos Podemos y Ciudadanos han propuesto la modificaci¨®n de distintas reglas para las elecciones al Congreso de los Diputados. Entre ellas hay algunas que pertenecen al ¨¢mbito del Derecho electoral y que como tales tienen una naturaleza no redistributiva (es decir, no benefician ni perjudican a ning¨²n partido). As¨ª ocurre con la propuesta de reducci¨®n del gasto en las campa?as electorales a trav¨¦s del env¨ªo conjunto de la publicidad electoral. Tambi¨¦n se busca reforzar los resultados de las llamadas listas cremallera para evitar la representaci¨®n sesgada de los candidatos masculinos. Se pretende asimismo revisar la instituci¨®n del voto rogado que deben efectuar los espa?oles residentes en el exterior. Finalmente, la propuesta m¨¢s llamativa plantea la reducci¨®n de la edad de votar de los 18 a los 16 a?os. Austria es uno de los pocos pa¨ªses europeos que ha incorporado esta medida desde 2007: al tratarse de un pa¨ªs poco abstencionista, la evidencia disponible muestra que no hay apenas diferencias entre el voto de j¨®venes y mayores. Quiz¨¢s ser¨ªa recomendable que en Espa?a se incorporase de forma experimental y paulatina, como lo han hecho en elecciones locales alg¨²n cant¨®n suizo, algunos Estados federados alemanes o algunas ciudades noruegas.
El sistema Sainte-Lagu? de conversi¨®n de votos en esca?os es el m¨¢s proporcional
Las propuestas de Pablo Iglesias y de Albert Rivera incluyen tambi¨¦n, dentro del campo del sistema electoral, una medida claramente redistributiva (esto es, con la que algunos partidos ganan a costa de otros): la sustituci¨®n de la f¨®rmula D?Hondt de conversi¨®n de votos en esca?os por la Sainte-Lagu?, la m¨¢s proporcional de las f¨®rmulas electorales. Si estamos en una circunscripci¨®n en la que se eligen tres esca?os, la f¨®rmula D?Hondt consiste en dividir el n¨²mero de votos de cada partido entre 1, 2 y 3 y atribuir los esca?os a los tres mayores cocientes; la f¨®rmula Sainte-Lagu? hace la misma operaci¨®n, pero divide entre n¨²mero impares (1, 3 y 5 en este ejemplo).
La regla es que, cuanto mayor sea la distancia entre los divisores, los cocientes resultantes son m¨¢s bajos, por lo que los partidos peque?os tienen m¨¢s posibilidades de obtener un esca?o frente a los grandes. (Existe una f¨®rmula intermedia, la Sainte-Lagu? modificada, en la que la divisi¨®n se hace por 1,4, 3 y 5). De acuerdo con alguna de las simulaciones realizadas para las elecciones de 2016, la Sainte-Lagu? adjudicar¨ªa 15 esca?os menos al PP y uno menos el PSOE, pero seis m¨¢s a Podemos y 12 m¨¢s a Ciudadanos. La f¨®rmula Sainte-Lagu? es mucho menos popular que la D'Hondt. Se utiliza solo en Letonia y en Bosnia-Herzegovina, as¨ª como en Dinamarca para los esca?os suplementarios y en Alemania y Nueva Zelanda para la parte proporcional de sus sistemas mixtos; la Sainte-Lagu? modificada, en Noruega y en Suecia.
Se trata, como se ha dicho, de una reforma puntual del sistema electoral, pero nada trivial. Sus efectos retributivos son evidentes, y podr¨ªan aumentar hasta cierto punto la proporcionalidad del sistema espa?ol. En el otro lado de la balanza se acumulan algunas dudas. Por ejemplo, muy poco se ha comentado sobre que la mayor desproporcionalidad venga acompa?ada de una mayor fragmentaci¨®n partidista. El silencio resulta llamativo cuando el nuevo sistema de partidos surgido tras las elecciones de 2015 y 2016 sigue sin resolver la cuesti¨®n decisiva de la formaci¨®n de gobiernos estables.
La estrategia de los partidos puede contrarrestar los efectos de una nueva f¨®rmula
Es tambi¨¦n notable que la propuesta deje al margen otros elementos b¨¢sicos del sistema electoral. Unidos Podemos y Ciudadanos no pretenden reducir los sesgos mayoritarios y conservadores del sistema electoral, sino solo mejorar su representaci¨®n en el Congreso. Es naturalmente un objetivo leg¨ªtimo, pero casa poco y mal con sus ambiciosas propuestas para nada menos que regenerar el sistema pol¨ªtico a trav¨¦s del cambio del sistema electoral. La gran heterogeneidad existente en el n¨²mero de esca?os de las circunscripciones, la naturaleza abierta o cerrada de las listas electorales y la financiaci¨®n de los partidos pol¨ªticos deben estar en cualquier agenda de una reforma electoral.
Resulta, adem¨¢s, que el comportamiento estrat¨¦gico de los partidos puede contrarrestar los efectos de la nueva f¨®rmula. Es m¨¢s que probable que si el PP o el PSOE saben que en determinados distritos pueden perder alg¨²n esca?o por un escaso margen de votos, concentrar¨¢n sus campa?as electorales en ellos para impedirlo. Y si la distribuci¨®n de los votos entre los partidos en las circunscripciones cambia en las pr¨®ximas elecciones, en particular qu¨¦ partido gana el ¨²ltimo esca?o en cada distrito, los efectos del cambio de la f¨®rmula est¨¢n sujetos a una notable incertidumbre.
Finalmente, los cambios de reglas electorales b¨¢sicas adoptados por mayor¨ªa, y dejando fuera a partidos que son precisamente los perjudicados por la reforma, son arriesgados. Si se sacan adelante medidas redistributivas a pesar de la disconformidad de algunos partidos, ?qu¨¦ impedir¨¢ que el hoy pagano cambie las reglas a su favor en cuanto pueda? De confirmarse, el caso espa?ol ser¨ªa similar al de otros pa¨ªses, como Francia o Grecia hace tiempo, o Italia y los de Europa Central y del Este ahora, donde las reglas electorales se modifican con frecuencia de la mano de mayor¨ªas cambiantes. Las apelaciones al consenso por parte del PP y PSOE son interesadas, desde luego, pero tienen su parte de raz¨®n: las reglas institucionales de los sistemas pol¨ªticos necesitan acuerdos interpartidistas para ser eficaces y estables. Ser¨ªa parad¨®jico que, en la legislatura m¨¢s improductiva en t¨¦rminos de pol¨ªticas sociales o econ¨®micas, su principal logro fuera el cambio de una regla electoral que lleva cuatro d¨¦cadas funcionando y que podr¨ªa ser restituida tan pronto apareciera una diferente mayor¨ªa favorable.
Ignacio Lago es catedr¨¢tico de Ciencia Pol¨ªtica en la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona; Jos¨¦ Ram¨®n Montero es catedr¨¢tico em¨¦rito de Ciencia Pol¨ªtica en la Universidad Aut¨®noma de Madrid.
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