Llenarse la boca
Somos un pa¨ªs inoperante contra la corrupci¨®n porque todos los que saben algo callan, lo ocultan y protegen amistades e intereses
Me pareci¨® un acto limpio y ejemplar que el juez Garc¨ªa Castell¨®n llamara a declarar a la Audiencia Nacional al conocido locutor Jos¨¦ Mar¨ªa Garc¨ªa tras aparecer en el programa de Jordi ?vole. Durante el espacio que glosaba sus d¨¦cadas de triunfo y poder en la radiof¨®rmula deportiva, el protagonista dej¨® entrever que conoc¨ªa de primera mano c¨®mo el empresario Villar Mir pagaba a la caja B recaudatoria del PP a cambio obtener contratos p¨²blicos. Citado a la ma?ana siguiente en un magn¨ªfico ejemplo de c¨®mo la justicia puede ser r¨¢pida y veraz, el periodista se neg¨® a confirmar el nombre del empresario y difumin¨® todo aquello que pudiera conocer de relevancia para el avance de la instrucci¨®n en el caso de los pagos ocultos al partido en el Gobierno por parte de empresarios lucrados con encargos de obra p¨²blica.
Espa?a es un pa¨ªs en el que se presume mucho de ir a contarlo todo, de saberlo todo, de tirar de la manta, del si yo hablara. Donde se considera un rasgo de grandeza el presumir de no tener pelos en la lengua ni callarse las verdades. Pero la realidad es otra. M¨¢s bien somos un pa¨ªs inoperante contra la corrupci¨®n, porque todos los que saben algo callan, lo ocultan y protegen amistades e intereses por encima del bien colectivo. Lo hemos visto con las declaraciones ampulosas del juicio G¨¹rtel y las deposiciones de personajes como Granados o Ricardo Costa. Hay mucha venganza y deseo de da?ar al antiguo ¨ªntimo y colega de fechor¨ªas, pero hay poca consistencia, poca prueba, poco bocado de verdad a la yugular de la corrupci¨®n. El beneficio para la sociedad es nulo, y m¨¢s si el partido donde estas personas gozaron de altas responsabilidades responde con el disimulo y el intento de dar carpetazo sin purgar desde dentro los desmanes que quiz¨¢ se siguen cometiendo.
Estamos en un momento nacional de enorme compromiso para los poderes judiciales. La reciente condena europea por torturas a los culpables del atentado a la T4 de Barajas ha sido un varapalo tremendo al Tribunal Supremo. Cuando anul¨® la condena de la Audiencia Provincial de Guip¨²zcoa contra los guardias civiles que lesionaron a los detenidos oblig¨® a la autoridad europea a intervenir. La judicializaci¨®n del conflicto catal¨¢n parece invitar a los altos tribunales a extralimitarse y abusar de medidas cautelares. Lo que les conviene es rectitud y claridad, porque vivimos en un pa¨ªs donde muchos se llenan la boca de verdades para luego no decir ninguna y simulan tirar de la manta cuando solo arropan las verg¨¹enzas, que tantas hay.
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