El cuento de la ayuda humanitaria se rompi¨®
Las organizaciones no han sabido narrar la historia de su trabajo con respeto, ¨¦pica ni realismo
Le¨ª el art¨ªculo de The Times justo antes de coger el avi¨®n hacia T¨¢nger. Me lo mand¨® un amigo ingl¨¦s. Era la ma?ana del 9 de febrero. Cuando aterric¨¦ en mi destino apenas una hora m¨¢s tarde la noticia de la implicaci¨®n de Oxfam en un esc¨¢ndalo en Hait¨ª estaba en todos los medios nacionales. Pens¨¦ en mis compa?eras del equipo de comunicaci¨®n, las imagin¨¦ intentando encontrar el modo de abordar la peor crisis de marca jam¨¢s en la historia de la organizaci¨®n. Les esperaban muchos d¨ªas de tensi¨®n y trabajo, pero esta vez no para conseguir llevar informaci¨®n al mundo sobre un terremoto o un hurac¨¢n.
En las ¨²ltimas dos semanas se ha hablado m¨¢s de ayuda humanitaria en los medios que en los ¨²ltimos dos a?os. No solo han ido saliendo numerosos reportajes con m¨¢s esc¨¢ndalos protagonizados por varias organizaciones, tambi¨¦n han salido muchos art¨ªculos de opini¨®n atacando y defendiendo a las oeneg¨¦s. En realidad en dos semanas se ha tirado por tierra toda una imagen y una narrativa construida por el sector durante muchos a?os y de forma natural se est¨¢ construyendo otra sobre la marcha sin ning¨²n tipo de estrategia. Esto es la comunicaci¨®n del siglo XXI.
La imagen que se cae por tierra es la de los cooperantes inmaculados, seres puros que llevan el bien all¨¢ donde ponen el pie. Esta narrativa de la ¨¦pica del que trabaja en una organizaci¨®n de ayuda humanitaria ha estado la base de todas las campa?as de captaci¨®n de los ¨²ltimos treinta a?os. Las grandes crisis humanitarias generan enormes respuestas de solidaridad en todo el mundo. Y los donantes ven a los trabajadores que est¨¢n en terreno como unos h¨¦roes que son capaces de hacer lo que ellos no har¨ªan jam¨¢s. El relato es muy potente pero muy fr¨¢gil como acabamos de ver. Esto es un mantra que he repetido durante los ¨²ltimos a?os: cuando los relatos se construyen sobre la caridad generan mucho m¨¢s impacto a corto plazo, pero tienen un efecto muy corto en el tiempo. Cuando los relatos sobre la ayuda se construyen sobre los derechos, la penetraci¨®n es lenta pero segura y se generan sociedades realmente cooperativas.
En realidad es una ingenuidad pensar que pueda existir un colectivo de trabajadores tan puro como se supon¨ªa que lo eran los de las oeneg¨¦s. Si al hecho de que se trata de personas, con sus grandes cualidades y sus defectos, le a?adimos que se las somete a unas situaciones de estr¨¦s m¨¢ximo, en las que se encuentran en contacto permanente con la muerte en su cara m¨¢s fea, pues es obvio que tiene que haber historias tremendas que contar. Pero las organizaciones no han sabido c¨®mo hacerlo. No han sabido c¨®mo ir narrando la historia de su trabajo con respeto y ¨¦pica pero al mismo tiempo con realismo.
Me viene a la cabeza la excepcional pel¨ªcula 'Un d¨ªa perfecto' de Fernando Le¨®n de Aranoa que narra las peripecias de unos trabajadores de la ONU en una zona de conflicto armado. Es un relato absolutamente fiel de lo que podr¨ªa ser un trabajo de ayuda humanitaria. Y no tiene ning¨²n atractivo y los personajes est¨¢n llenos de terribles defectos y grandes virtudes, como nosotras. Pero al mismo tiempo, aceptando todo ese desastre y esa humanidad tan impura y tan real, cuando acaba la peli amas a los personajes y entiendes que son seres extraordinarios as¨ª como el trabajo que hacen.
La narrativa que conocimos de la ayuda humanitaria est¨¢ rota para siempre. Las organizaciones deben ahora tomar muy en serio la construcci¨®n de una nueva forma de contar las cosas y no intentar volver al punto de origen. Y deber¨ªan unirse para intentar consensuar el enfoque, tanto narrativo como el marco ¨¦tico de trabajo en terreno. Y darle as¨ª la vuelta a la tortilla para preservar uno de los trabajos que m¨¢s vidas han salvado en los ¨²ltimos a?os de nuestra historia reciente.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.